En marzo de este año, los analistas políticos estadounidenses y de otros países recibieron con sorpresa la candidatura a la nominación presidencial demócrata de Jay Inslee, gobernador del estado de Washington, quien anunció que su campaña se centraría en la lucha contra el cambio climático. De inmediato, las miradas de los activistas ambientales y de todos quienes han reclamado la actitud del presidente Donald Trump respecto de la crisis climática se dirigieron hacia este demócrata de 68 años. 

“Soy Jay Inslee y me postulo para la presidencia porque soy el único candidato que hará que la lucha contra el cambio climático sea la prioridad número uno de nuestra nación. Somos la primera generación en sentir el aguijón del cambio climático. Y somos los últimos que podemos hacer algo al respecto. Podemos hacer esto. Únete a nuestro movimiento. Este es nuestro momento”, dijo en mensaje televisivo.

Desde entonces, el entusiasmo entre los ‘verdes’ crecía con cada declaración y acción que daba Inslee, quien ha llevado a cabo políticas climáticas en su estado. Para Inslee, la crisis climática no es una pasión recién descubierta. Él creció caminando en los bosques alrededor de Seattle con su padre, profesor de biología, y pasó gran parte de su carrera en política defendiendo la causa de la reducción de emisiones. “He estado luchando contra el cambio climático durante 25 años”, declaró al Huff Post. En 2005, presentó uno de los primeros proyectos de ley climáticos importantes en el Congreso para alejarse de los combustibles fósiles. Dos años después, escribió un libro en el que proponía un programa de trabajo masivo de energía limpia para reducir las emisiones. Este 2019 se convirtió en uno de los primeros candidatos presidenciales en renunciar a todas las donaciones de las compañías de petróleo, gas y carbón y sus ejecutivos mediante la firma de la promesa de No Fossil Fuel Money.

Este año, con su equipo de campaña, elaboró un plan detallado sobre cómo reducir las emisiones de calentamiento del planeta y asegurar millones de vidas al ritmo que los científicos dicen que es necesario para mantener un planeta reconocible. Y es que en su opinión, Estados Unidos necesita un plan audaz para reducir rápidamente los gases de efecto invernadero que calientan el planeta.

Eliminar las emisiones del sector eléctrico para el 2030, lanzar un plan de US$9 billones para retirar de la economía estadounidense casi todos los gases que calientan el planeta; establecer un salario mínimo de US$25 por hora para trabajos de energía limpia; acoger a inmigrantes y refugiados que huyen de naciones devastadas por el cambio climático; pagar a los agricultores por almacenar dióxido de carbono en el suelo, establecer una nueva agencia federal de investigación sobre agricultura sostenible e invertir miles de millones de dólares en proyectos de energía renovable en zonas rurales, eran algunas de sus propuestas. Al respecto, Alexandria Ocasio-Cortez, la cara del movimiento Green New Deal, calificó las propuestas de Inslee como el "estándar de oro" para la política climática.

De hecho, logró que en algunos debates de los candidatos se hablara de cambio climático, tema ignorado en campañas anteriores. A diferencia de sus rivales, recorrió áreas de Estados Unidos devastadas por la contaminación, las inundaciones y el clima extremo. Incluso se pensó que de ganar la presidencia, Estados Unidos volvería al Acuerdo de París.

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Sin embargo, su campaña no despegó en los sondeos de opinión pública (1%), y esta semana decidió dar un paso al costado. La suya fue una caminata cuesta arriba desde el principio. Como gobernador, a Inslee se le prohibió transferir dinero de sus arcas de reelección estatales a su campaña presidencial. Eso lo puso en una desventaja de recaudación de fondos para los miembros del Congreso que ya dominan la carrera con cuentas fluidas de campañas federales, entre otros financiamientos.

Inslee regresará a Washington, donde continuará con su objetivo de limitar las emisiones de carbono en ese estado, y de ello dependerá postular para otro mandato. Mientras tanto, la esperanza de que la Casa Blanca retome la lucha contra la crisis climática se diluye, aunque también es cierto que gracias a él este urgente tema pueda ser retomado en la agenda de otros candidatos. Lo cierto es que de momento, la mayoría de estadounidenses no está preocupada por los temas ambientales. Así lo dicen las encuestas.


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