Eva Bracamonte Fefer tiene hoy 31 años y trasmite una serenidad inexplicable para el imaginario colectivo que se tiene de alguien que ha pasado todo lo que ella ha tenido que pasar. Y es que de sus tres décadas de existencia, vivió una entera siendo el foco de uno de los escándalos más grandes de la crónica roja de nuestro país.

Han pasado tres años desde que la justicia determinara finalmente que Eva no tuvo responsabilidad alguna en el asesinato de Miriam Fefer. Su madre, su amiga, su cómplice, la persona con la que podía tener desencuentros pero en la que sabía que siempre encontraría un abrazo. Dos años, además, desde que decidiera dejar Lima como base para iniciar una nueva vida a un océano de distancia, pero sin alejarse totalmente de esa cárcel a la que, pese a todo, siempre volverá para devolver la gratitud de todo lo que le enseñó

El 21 de agosto, esta joven, que aún no renuncia a su sueño de dedicarse al arte, presenta 'Más allá del muro', un libro con el que busca poner punto final a la historia de la que todo el país fue testigo involuntario, pero de la que busca que conozcamos lo positivo. ¿Qué le dejó el encierro? ¿Cómo es estar del otro lado? ¿Qué tan diferente es lo que pasa allá dentro de lo que sin darnos cuenta vivimos aquí afuera? Las respuestas llegan en sus páginas a través de relatos cortos y anécdotas que, con sensibilidad y humor, Eva ha intentado transmitir de un modo nada victimizante pero sí cargado del deseo de conseguir realizar un ejercicio tan complicado en estos tiempos: intentar ponerse en los zapatos del otro.


Te hemos visto madurar a través de los medios de comunicación. ¿Es una Eva diferente la de hoy a aquella jovencita que tuvo que enfrentar algo que no entendía?

Cuando pasó lo de mi mamá yo tenía 18 años, acababa de salir del colegio un año antes, había estado viviendo en Israel unos siete meses y estaba empezando a descubrir lo que es la vida. Yo no soy una chica que empezó a trabajar a los 14 o 15 años, ni que a los 18 tenía mucho mundo. Decidí irme a Israel por temas que no me gustaban de Lima, porque no me sentía del todo identificada aquí. Empecé por fin a echar semillas y hacer mi vida allá. Vine básicamente a despedirme de mi familia, pero pasó esto y ya no pude regresar.  No solamente era engreída sino que era literalmente una niña. No tenía idea de la vida, no tenía una familia, no tenía un soporte emocional sólido en ese momento porque no tenía más familia que mi mamá y mi hermano. No había tíos, no había abuelos. De alguna manera hice lo que pude hacer con la edad que tenía y la experiencia de vida que tenía.

Tu caso se convirtió gracias a las partes que te acusaban en un show, pero pese a ello al inicio nunca intentaste defenderte públicamente. ¿Fue un error?

Tú chambeas en esto, sabes que lo que se ve en la televisión es más o menos el 10% y de eso el 5% está tergiversado. Siento que también estaba peleada un poco con el mundo, con lo que estaba pasando, con mi propio mundo, incluso conmigo misma hasta cierto punto. Yo sentí que salir a hablar a los medios de la muerte de mi madre era algo que no tenía por qué hacer. Me daba igual tratar de convencer o no a alguien. En mi mentalidad de ese momento bastaba con la verdad de que yo era inocente para que no pasara nada más. La defensa mediática no solo me parecía innecesaria sino de mal gusto. Evidentemente del otro lado había un trabajo mediático importante que me mandó a donde estuve cuatro años, pero en ese momento yo pensaba de esa manera.

En algún momento después cuando he visto esas entrevistas hasta me da vergüenza, pero luego cuando pienso en mí a esa edad, creo que es lo mejor que pude hacer y no lo pude haber hecho mejor. Hice lo mejor que pude.

Muchos pensaron que en aquella primera salida del encierro hacia un arresto domiciliario antes de la primera sentencia injusta, salía una Eva más tranquila de la que ingresó a la cárcel. ¿Fue realmente así?

La cárcel, que es sobre lo que trata el libro, ha sido un universo y también he pasado por varias etapas y subetapas allí. No es verdad que cuando salí con arresto domiciliario salí un poco más tranquila. Yo no quería salir en realidad. Para mí fue la peor noticia que me pudieron dar en ese momento porque yo en la cárcel eché esas semillas que afuera no había podido echar en ningún lado. La cárcel en ese momento fue para mí la salvación de muchas cosas, y encontré una familia, amigas, un hogar que no tenía afuera.

¿Salir de la cárcel es entonces incluso más difícil que asumir que se está entrando a ella?

Lo difícil no es tanto salir de la cárcel, lo difícil es renunciar a la vida que conoces. Yo antes de la cárcel estaba pasando por un momento doloroso por el tema de mi mamá y la cárcel fue una protección en muchos aspectos, incluso de la exposición. Creé estos vínculos, este hogar en el que me sentía segura, cómoda, aceptada, una más, mientras que afuera no sentía ninguna de esas cosas. Yo creo que hubo momentos de sufrimiento horribles, que me quería morir, en los que sentía que no iba a soportar un día más encerrada. Pero como todo en la vida, va siendo un proceso y uno se acostumbra a todo. Y también a esto porque hay muchas cosas y muchos elementos positivos. Para mí entrar a la cárcel generó ciertas rupturas a mis 21 años que ya no iba a poder recuperar nunca más. Procesos que vives a esa edad como el tener tu primer enamorado, estudiar una carrera universitaria, tus primeras juergas. Todas esas cosas yo no las he hecho. No sé si fue una pérdida pero sí saltarme ciertos procesos y que generó que me sienta más aislada aun cuando salí. Porque yo salí a encontrarme con una sociedad y una generación con la cual no tenía nada en común. Mientras que en la cárcel tenía mi rutina, mis amigas, mi cuarto, mis cosas, mi orden, el saber cómo funcionaban. La depresión luego de la muerte de mi mamá me llevó a desconocer un poco el mundo que me rodeaba, a no sentirme segura en ningún lado, a sentirme sumamente observada hiciera lo que hiciera. Me dejó con muy poco amor propio.

Mucha gente que ha vivido acusaciones y encarcelamientos injustos, una vez que logran su libertad buscan pasar página y dejar todo atrás. ¿Por qué has decidido escribir un libro? ¿Es tu propia historia?

No es una autobiografía, de hecho mi primer contacto con una editorial hace varios años fue una propuesta de un libro sobre mi vida y les dije que no. Les ofrecí esto, relatos cortos de la cárcel, mostrar un poco lo que pasa del otro lado del muro y me dijeron que no. El siguiente contacto fue el año pasado y fue lo mismo. Planeta me pidió que haga una autobiografía, les ofrecí esto y felizmente les encantó. O no sé si les encantó, pero al menos confiaron.

El libro nace primero de mi motivación de crear un puente entre el mundo de afuera y el mundo de adentro. ¿Por qué querer crear un puente en vez de pasar página? Si bien yo salí de la cárcel habiendo perdido oportunidades, procesos e incluso posibles identidades que hubiera podido tener en otro mundo una chica con la vida que había tenido hasta ese momento, siento que también gané una serie de cosas alucinantes que nunca hubiera podido ganar de ninguna manera.

¿Qué sientes hoy cuando piensas en esa etapa?

Después de todo ese proceso, de renegar mucho de lo que me había pasado, detestar ser yo misma, no poder ir a comprar porque siempre había alguien que me reconocía; siento desde hace un buen tiempo que la sensación que me queda de esa época, incluso no solo por mí sino por amigas que han muerto ahí dentro y con la impotencia de la sensación que el sistema está podrido, es el sentir demasiada gratitud por todo lo que viví. Por la forma en que me tocó vivirlo, por la gente con la que me tocó compartir esos cuatro años. En mis peores momentos esas mujeres a mí me dieron de comer en la boca, ¿me entiendes? A ese nivel de cambiarme de ropa porque hace cinco días tenía el mismo pantalón puesto y no me provocaba cambiarme porque me quería morir. Siento que en la cárcel todo lo que yo he conocido, ese nivel de sufrimiento, pero también de solidaridad, de generosidad, de desprendimiento, de amistad; son cosas que afuera no he vuelto a ver.

Me ha construido como una persona de la que estoy orgullosa. Estoy orgullosa de ser quien soy y gran parte de serlo es también por todo lo que me ha pasado. ¡Y cómo no! Son diez, doce años en los que yo me he construido más allá de lo que veían ustedes en la televisión. Yo como persona que lo estaba viviendo, me he construido en torno a eso. Me gusta mucho quien soy ahora y siento que puedo hacer cosas buenas con eso.

¿Confías en que se entenderá el mensaje que buscas transmitir con esta publicación?

Para mí este libro no representa una forma de hablar de mí o algo que me va a ayudar a nivel económico, porque para empezar no es ningún negocio y las pocas regalías que salgan las voy a donar a una asociación de ayuda a los penales. Este libro es para mí el punto final que mi historia se merece. Yo no siento tanto como punto final mi absolución o mi salida de la cárcel. Eso es algo que tenía que ocurrir porque era lo justo. Lo que sí siento es que si yo de esto no sacara algo bueno, algo que nos va a ayudar como sociedad, que va a poner la linterna sobre un foco que nadie quiere ver, si va a ayudar a que la gente tome un poquito más de conciencia o sensibilizar simplemente, no valdría la pena. Si este libro va a lograr alguna de estas cositas en un solo ser humano, para mí es la forma correcta de cerrar esta historia. Es la retribución que me siento obligada a hacer. No tendría ningún sentido que la vida me haya puesto esta historia adentro y que yo no hiciera nada al respecto, o que lo utilizara para decir, 'pucha, cuánto he vivido'. Sería un desperdicio.

¿Qué no conocemos de la vida 'más allá del muro'?

Hay información que se tiene sobre las cárceles. Se saben cifras, cuando hay amotinamientos, una requisa horrible y se ve sangre, gritos y peleas. Se sabe de cifras y de números, y se intuye todo lo negativo que uno pueda alucinar estar un ser humano privado de su libertad. Se asume mucho de lo negativo. Yo lo que he intentado hacer en el libro, porque además yo albergo esa experiencia dentro de mí, es mostrar el otro lado, el lado luminoso. El libro se divide en dos líneas de lectura, una es relatos breves contando casi con una visión de cronista sobre terceras personas, de hechos. Unos son un cague de risa, divertidísimos, cosas que solo podrían pasar adentro. Otros son recontra dramáticos, porque eso también es parte de la vida así como fuera también lo es. Aparte, la otra línea que en un principio no iba a existir y que me di cuenta que era necesaria, es una especie de diario. Algunas páginas donde yo voy haciendo anotaciones de lo que voy descubriendo. Por poner un ejemplo, que a las que cuidan, 'las INPE', se les llame 'señoritas' y a nosotras, las internas, se nos llame 'señoras'. No importa si 'la INPE' tiene 80 años y la interna tiene 18. Desde descubrimientos como eso hasta entender el contexto en el cuál vivo ahora, cómo funciona, cómo es el lenguaje, qué códigos hay, qué se hace o no se hace, para qué soy buena en este mundo, qué me gusta y qué no. Todo es eso, mis reflexiones del día a día más o menos.

Yo he tratado de evitar que este libro hable de más de lo que ya se sabe, de lo triste, lo amargo, de la impotencia. Es inevitable, imagínate, no he estado de vacaciones en Cancún, pero siento que he tratado de darle más foco y más importancia a todo lo humano. Sí, es verdad, el sistema es una cagada, a veces es injusto, pero fuera de todo eso tratar de mostrar cómo funciona un ser humano que es privado de su libertad. Y no solo de eso, sino de todo los derechos que se esfuman cuando una va a la cárcel. Derechos que no se deberían ir, desde votar -porque se tiene dentro ese derecho, pero por temas logísticos no se puede-, o, no sé, derechos tipo como que no te prohíban tener sexo, pero que sabes que no lo vas a tener porque estás ahí adentro e implica una serie de logística que no va a suceder. Para que te voy a decir que sí, si no.

¿Qué diferencia crees que existe en la vida en los penales de hombres y mujeres?

Hay cosas que evidentemente compartimos los humanos al estar privados de nuestra libertad, a merced de personas que tienen poder sobre ti, que no siempre está en las mejores manos. Pero a nivel sistema las cárceles de hombres y mujeres, no tienen nada que ver. Ni a nivel de funcionamiento porque las mujeres tenemos esto de que donde estamos, llegamos y lo volvemos hogar. Los hombres no tienen eso. Cuando me di cuenta fue una de las veces en mi vida en que agradecí ser mujer. Esa sensación de hogar, de cuidado de la una con la otra, obviamente no existe en una cárcel de hombres. En gran medida eso fue lo que me salvó la vida. 

Muchos no lo saben pero tú vienes trabajando años como voluntaria de ayuda en los penales. ¿Te ha hecho ver las cosas de forma distinta el regresar de esa manera?

Yo he empezado a ir con el voluntariado hace ya bastante tiempo. Hoy por lo del libro hay más foco sobre mí nuevamente, y como queremos poder hacer más cosas necesitamos donaciones y ayuda de la gente. Yo siempre he ido, nunca ha existido una época muy larga sin que yo vaya a la cárcel. Ojo, no porque sienta que a mí me necesitan ahí. No solo vamos a la cárcel de mujeres, también a las de hombres. Esta es una chamba que va más allá de mis amigas y el penal en el que yo he estado. Esa gente que quiero, que forma parte de mi vida, son mis amigas, tan amigas como las que están acá afuera.

¿Qué ves en en aquellas personas?

En el libro lo que he intentado hacer, pero creo que lo he descubierto luego de hacerlo, es descubrir cómo que ese muro que nos divide es en realidad bien relativo. Es un muro más que divide, pero la magia sucede tanto adentro como afuera, y las cagadas suceden adentro y afuera también. Por eso se llama 'Más allá del muro', porque sí, es ver más allá, pero son dos lados del mismo muro al final. Estamos todos dentro de la misma caja dividida en dos, pero estamos dentro de la caja igual. Es necesario y urgente que miremos eso que no se quiere ver.

Yo estoy segura que si a toda esta gente la castigas con más años, la amenazas con penas más largas o lo que sea, no va a dejar de delinquir. El día que les lleves un taller de trabajo, una mano, un abrazo, un 'miren, hemos traído estos shorts de donación', va a ser diferente. Yo te apuesto que los días que nosotras vamos llevando trabajo, ese día y los siguientes, el penal está tranquilazo. Nadie se pelea, nadie se queja, nadie jode, porque estás feliz, porque funciona al igual que afuera. La gente no funciona por medio del maltrato. Siento que sí funciona desde el amor y el tratar al otro como tu prójimo, como el entender que tú podrías ser él que está ahí. Porque tú has tenido la suerte de que ninguna de tus cagadas esté penada, sino estarías dentro.

Ojo, en el libro yo no trato de victimizarme, pese a haber sido injusto lo que me pasó, ni de victimizar a ninguna de las personas que está ahí. Cada uno pasa por lo que tiene que pasar porque es lo que te toca. Pero sí creo que para quienes estamos del otro lado, es muy necesario sensibilizarnos.

Hace dos años decidiste dejar el país e irte a vivir a Barcelona. Lo hiciste, además, con una carta abierta bastante dura en la que, aunque queramos negarlo, graficabas muy bien los principales problemas de nuestra sociedad. Habiendo estado ya un tiempo fuera, ¿sigues pensando lo mismo del Perú?

No sigo sintiendo igual, pero pensando creo que sí. En ese momento justo había pasado lo de Eyvi Agreda que fue un caso que me llenó de indignación. Había pasado este tema mío con este director de teatro que solo hizo que quiera largarme. Yo siempre he sido de las personas directas, pero también de las que cree que hay que hacer un cambio, que dice 'viva la revolución' y que se tienen que cambiar cosas. Pero llegó un punto después de esos cuatro años de la cárcel, después de todo lo que me tocó vivir, después de que la gente me señalara injustamente, que ya empecé a sentir que no me tenía que quedar en un país donde la lucha es a costa de tu dignidad. A costa de tu seguridad, de tu vida, tu bienestar, tu paz. Yo pensaba en ese momento que jamás tendría un hijo y lo criaría acá sabiendo que mañana lo pueden matar por robarle el teléfono, que el Estado ni siquiera va a garantizarle las cosas básicas que un ser humano necesita como educación o un médico. No hay manera. Creo que me fui un poco tirando la toalla.

¿Qué tan diferente es el contexto en el que vives hoy? ¿Aún tenemos esperanza nosotros?

España tiene un montón de cosas en las que está atrasadísima y que hay que cambiar, pero sentía que el poder subirme a un bus y que no me punteen, por ejemplo, era un alivio que tenía que regalarme a mí misma. He estado allá dos años, igual siempre yendo y viniendo, y siento que la gente es más feliz, están más satisfechos con sus propias vidas, con su chamba, con su tiempo, y por ende es una sociedad mucho menos agresiva. Por ejemplo, venir a Lima y no poder cruzar una pista así el semáforo esté en verde para el peatón, porque simplemente los carros no te van a dejar pasar, es una agresividad horrorosa. Allá puedes cruzar. Para mí esas cosas por pequeñas que parezcan, marcan la diferencia. Vivir allá me ha llevado a hacer cariñito a mi alma y a sentir que si esto funciona allá, ok, quizás es posible. Nos espera un largo camino, pero quiere decir que esto existe y voy a intentar hacer algo. Es como devolverme un poco las ganas de cambiar cosas para bien. Y este libro, este voluntariado, son parte de tratar de hacer un mundo mejor. Porque es nuestra responsabilidad, no para decir 'ay qué buenos somos', sino porque si no lo hacemos nosotros, no lo va a hacer nadie.