Columna de opinión de la congresista del Nuevo Perú Tania Pariona Tarqui.



A partir de la propuesta de la reforma política que ha planteado el Ejecutivo al Congreso se ha puesto otra vez sobre la mesa la discusión acerca de la pertinencia de la paridad y la alternancia.

Las mujeres nos encontramos subrepresentadas en los espacios de toma de decisiones pese a que contamos con un conjunto de cuotas, estos mecanismos vienen siendo desnaturalizados cuando nos ubican en las posiciones inferiores de las listas, con pocas probabilidades de ser elegidas, por lo que resulta sólo un formalismo para que las organizaciones políticas cumplan la norma.

En el Congreso somos 39 mujeres congresistas de 130. En las últimas elecciones regionales y municipales no hay ninguna mujer en la gobernación regional y sólo se eligió 5 vicegobernadoras de 25; además, se eligió a 63 consejeras regionales de un total de 327; sólo 7 alcaldesas provinciales de 195 y 452 regidoras provinciales de 1755. Igualmente, tenemos 81 alcaldesas distritales de 1665 y 2732 regidoras distritales de 8886. Estas cifran son contundentes.

La paridad y la alternancia en las elecciones buscan que las listas de los partidos estén integradas la mitad por hombres y la otra mitad por mujeres, y que de la parte superior a la inferior de las listas estén intercalados hombres y mujeres.

Estas medidas afirmativas pretenden garantizar que las mujeres nos encontremos realmente representadas para subsanar un defecto social (machismo) a través de una decisión política. Esto es, equilibrar las desventajas que tenemos las mujeres frente a los hombres para acceder de forma más igualitaria a los derechos, pues actualmente si una mujer desea participar en política tiene que superar barreras incluso dentro de su propio partido, barreras que tienden a relegarla al espacio privado, debido a la idea de que las mujeres somos objetos de propiedad del hombre, que sólo servimos para cocinar, hacer limpieza, cuidar a los hijos/as y procrear, sin mencionar la violencia de género a la que nos encontramos expuestas dentro y fuera del hogar.

Entonces, mientras tengamos una sociedad desigual, discriminatoria y excluyente, será necesario que se aprueben estos mecanismos correctivos que promueven la participación y la representación de las mujeres, que de ninguna manera constituyen privilegio alguno sino un derecho al ser la mitad de la población. Sin embargo, estas medidas serán insuficientes si no vienen acompañadas de reformas profundas para combatir las estructuras jerárquicas basadas en estereotipos y prejuicios machistas.