Recorrer la ruta de Majes puede tomar al menos tres días. Este valle ubicado en la provincia de Castilla celebra el festival de la vendimia cada marzo y  alberga añejas bodegas artesanales, experimentales semi industriales e industriales.  Tan amplio es el terreno y la riqueza a explorar que el gobierno regional de Arequipa, uno de los difusores de esta ruta, la ha dividido en tres partes: norte, centro y sur.

El valle de Majes, en Arequipa, era básicamente frutícola. Esto permitió, por el clima y la riqueza del suelo, que apenas los españoles trajeran las primeras cepas de uva  se obtuvieran muy buenos resultados. El sembrado del fruto de la vid fue promovido a gran escala entre los cultivadores, luego de que el vino local se hiciera muy famoso y tuviera bastante demanda en todo el sur del Perú e incluso parte de Bolivia. Así lo cuenta Enrique Casella, gestor cultural en Arequipa y promotor de la Ruta del Pisco, a casi 700 kilómetros de Ica, región con la que nuestra bebida más asociada.  

viñedos de uva en el valle de majes.

Esta intervención, impulsada por el proyecto minero Zafranal, en conjunto con los productores pisqueros y los municipios del valle, forma parte de la ejecución del Plan de Desarrollo Turístico Entre el Mar y el Fuego, que busca convertir la ruta del pisco de Majes en uno de los principales destinos turísticos en la región.

Casella cuenta que el proceso de fabricar buen vino, con el que luego se haría el pisco, ocurrió tan rápido y de manera tan eficiente durante el Virreynato que inmediatamente fue grabado por la corona con impuestos, a través de la Iglesia Católica. En ese entonces, el producto de la vid era un privilegio de los poderosos.

La diferencia del recipiente

La diferencia de la bebida arequipeña —que en sus inicios era llamada aguardiente de uva, hasta que a finales del siglo XIX se introdujo el término "pisco"— con la iqueña se evidencia en los depósitos que se utilizan para fermentar y luego reposar el mosto. En Ica, por ejemplo, los envases son las botijas. Grandes cuencos que miden entre 90 centímetros y 2 metros de altura, que tienen la forma de una zanahoria para que puedan ser clavados en el suelo.

En Arequipa, en cambio, estos envases son las tradicionales tinajas, potentes depósitos hechos de arcilla y barro que existen en el Perú desde 1550, según cuenta Casella. Hay desde los 2.45 metros de altura con 1.50 metros de ancho, y tienen una capacidad de 700 hasta 1,700 litros. Como lo explican los mismos bodegueros, el tamaño y la forma del recipiente dependen de la demanda.

La bodega Estremadoyro, una de las más antiguas y que se conserva en excelente estado, envuelve al valle con sus imponentes tinajas que tienen más de 400 años de antigüedad. José Estremadoyro, heredero de la tradición familiar, recibe a los visitantes en la solera de su instalación, donde conserva un torno para prensar uva como prueba de la presencia del pisco desde al menos la época colonial.

Estas emblemáticas tinajas también se aprecian en otras bodegas como Viña de Pitis, productora del pisco Cepas de Loro, cuyo símbolo evoca a uno de los numerosos petroglifos (dibujos en piedras) que se pueden encontrar en Majes, obra de civilizaciones prehispánicas, al igual que hace Enrique Luque Vásquez en su pisco Toro Muerto. Mientras que la bodega Majes Tradición da paso a que se conozca un proceso más actualizado y de mayor producción: el industrial.

bodega industrial viña de pitis,  productora del pisco cepas de loro.

Además de la historia y las distinciones expuestas, el valle de Majes, llamado así como un derivado de la palabra "majestuoso", pues así lo describieron los españoles al ver este paisaje colmado de sosiego, presenta otros atractivos que no pueden pasar desapercibidos. Los exquisitos aperitivos representativos de la zona también están a disposición de los visitantes. El chicharrón de camarones y el emblemático rocoto relleno son algunos de los manjares que se pueden degustar, de paso. Claro está, acompañados de un pisco Italia o uno de uva negra criolla.

Otros atractivos turísticos que bordean el valle son los petroglifos de Toro Muerto, una obra de arte que presenta más de 5 mil piezas volcánicas que fueron talladas desde el año 500 a.c., impresionantes figuras con apariencias de hombres y animales de la antigüedad. Estos grabados que pertenecen a las culturas Wari, Collagua e Inca, y que pueden ser recorridos a pie durante una hora y media, fueron descubiertos en 1951 por el historiador arequipeño Eloy Linares Málaga.

El río majes: catalogado como el más extenso de la costa peruana.

Para acompañar el extenso camino, el valle de Majes presenta un río del mismo nombre que nace en la parte alta de la cordillera occidental de los andes peruanos, donde también con sus deshielos alimenta a los ríos Andamayo y Colca. Cuando los visitantes se despiden de la ruta del pisco aprecian cómo sus aguas se deslizan erosionando grandes montañas accidentadas, formando a su paso el gran cañón y con el material acumulado una extensa llanura propicia para la agricultura. Sin duda, una experiencia imperdible que pone los sentidos a flor de piel.