El riesgo de morir durante el parto o el embarazo para una adolescente menor de 15 años es el doble que para una mujer adulta, reporta el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Además, la maternidad temprana trae mayor riesgo para la salud y la vida de la madre y el bebé, pérdida de oportunidades de educación y empleo digno, y genera la reproducción de la pobreza y la exclusión. 

“La maternidad no planificada hace que muchas jóvenes vivan una experiencia negativa para su salud física y emocional, afectando varios aspectos de sus vidas. Esta problemática perpetúa las desigualdades”, indica Rossina Guerrero, directora de Incidencia Política en el Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos (Promsex).

Según la última edición de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (INEI, Endes 2017), el 13% de las mujeres entre los 15 y 19 años han estado embarazadas. En comparación, solo el 1% de los hombres de la misma edad son padres. Además, al menos 7 de cada 10 madres adolescentes expresaron que no deseaban el embarazo cuando se presentó.

La maternidad en la adolescencia suele estar vinculada a contextos de falta de oportunidades, exclusión y en muchos casos, especialmente en las menores de 15, es consecuencia directa de la violencia sexual. De hecho, 7 de cada 10 hombres, parejas de menores de 15 que han dado a luz, son mayores de edad, según estadísticas del UNFPA, MIMP e INEI. En algunos casos, agrega Guerrero, existe una diferencia de edad de hasta 10 años entre el padre y la madre, donde también ocurren casos de violación sexual.

Fuente: unfpa

Por su parte, Mabel Barreto Quineche, representante de la Asociación Manuela Ramos, dice que el embarazo adolescente tiene una relación directa con el nivel educativo alcanzado. "El 32% de las adolescentes alguna vez embarazadas no han tenido ningun tipo de educación. El gran problema es que las niñas de bajos recursos no logran transitar el nivel secundario, pues cuando llegan a la adolescencia se les otorga la responsabilidad del hogar y se prioriza la educación de los hombres de la familia”, advierte.

Otra cifra preocupante, presentada por la Endes 2017, es que el 24% de las mujeres más pobres ha tenido un embarazo. Por el contrario, sólo el 4% de las mujeres con mejores recursos ha estado embarazada. Entonces, si las adolescentes tienen poca educación, si viven en áreas rurales, urbano-marginales o en la selva, son más vulnerables a quedar embarazadas. Es así que 48 de cada 100 mujeres que hablan lengua amazónica son madres adolescentes o están embarazadas 16 de cada 100 que hablan lengua quechua y 12 de cada 100 que hablan lengua castellana.

fuente: unfpa

Pero qué sucede con el proceso de la prevención y planificación familiar en el país. Para el año 2017 se registró que sólo el 54.5 % de las mujeres que tienen entre 15 y 49 años usan métodos anticonceptivos modernos, informa Walter Mendoza, analista de programa en temas de población y desarrollo del UNFPA.

Además, explica que la poca disponibilidad de los insumos en los establecimientos de salud, la falta de capacitación del personal y por tanto la baja calidad de atención influye en las cifras . “En las zonas rurales, la situación es más crítica. Por ejemplo, en Puno, sólo la tercera parte de la población femenina usa métodos anticonceptivos modernos", señala Mendoza.

El limitado acceso a la educación y la deserción escolar, así como la falta de instrucción en métodos modernos de planificación familiar contribuye a agravar la situación. “La información y el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva siempre es limitado y no es acorde a las necesidades y expectativas de las mujeres. Principalmente aquellas con menos recursos”, afirma Elga Prado, coordinadora del programa Sexualidad y Autonomía Física del Movimiento Manuela Ramos.

Sobre esta problemática, el UNFPA recomienda el diseño e implementación de políticas públicas multisectoriales, basadas en evidencia y con enfoque de derechos humanos, para reforzar las inversiones y ofrecer una respuesta integral a esta situación. Asegurar la culminación de la escuela; implementar la educación integral en sexualidad de acuerdo a la edad de los y las estudiantes; y brindar información, consejería y métodos anticonceptivos modernos a quienes hayan iniciado su actividad sexual son medidas fundamentales.

Del mismo modo, Prado concluye que existen evidencias que dan cuenta de que la implementación de programas de educación sexual integral, así como el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva con enfoque de género, derechos e interculturalidad, son estrategias claves para evitar el embarazo adolescente.