Nada detiene a los miles de inmigrantes, la mayoría hondureños, que reanudaron este lunes su largo camino hacia Estados Unidos. Ni el hambre ni las condiciones climáticas, tampoco el agotamiento y menos las nuevas amenazas del presidente Donald Trump que anunció que cortará "a partir de ahora" la ayuda a Guatemala, Honduras y El Salvador, al no impedir que la caravana partiera de Centroamérica.

"Vamos a empezar a cortar, o reducir sustancialmente, la tremenda cantidad de ayuda externa que habitualmente les damos", escribió Trump en Twitter. En una nueva retahíla de tuits, el presidente estadounidense criticó también que México no haya sido capaz de detener el avance de los migrantes, por lo que puso en alerta a las patrullas fronterizas y a los militares ante esta "emergencia nacional".

"Lamentablemente, parece que la policía y los militares de México son incapaces de detener la caravana que se dirige a la frontera sur de Estados Unidos. Criminales y personas de Medio Oriente no identificadas están mezclados", insistió en otro tuit con afirmaciones sin corroborar.

Migrantes desafían a Trump

Gran parte de la caravana que salió el 13 de octubre último, hace casi 10 días de San Pedro Sula en Honduras, logró ingresar a México ilegalmente y durmió en la plaza principal de Tapachula, ciudad de más de 300.000 habitantes en el estado de Chiapas (sur), luego de haber recorrido más de 760 kilómetros a pie, con bebés y niños a cuestas.

"Sabemos bien que este país no nos recibió como esperábamos y que nos pueden devolver a Honduras, y también sabemos que hay narcotraficantes que secuestran y matan a los migrantes", relata Juan Flores, de 47 años, citado por la agencia Andina.

Se calcula que son unos 3.000 indocumentados que continúan su marcha hacia Huixtla, también en Chiapas, una segunda parada antes de llegar a Tijuana o Mexicali, ciudades aledañas a Estados Unidos, su destino final a más de 3.000 kilómetros.

Ya caminaron más de siete horas desde Ciudad Hidalgo, fronteriza con Guatemala en el sureste de México. "Pero vivimos con más miedos en nuestro país, así que seguimos pa'delante", agrega Flores, quien dice que en su país, Honduras, donde impera la violencia de las pandillas y tiene altos índices de pobreza, "la vida no vale nada".

"Estamos adoloridos, pero listos para seguir", comenta María Lourdes Aguilar, de 49 años, que viaja con sus dos hijas y sus cuatros nietos menores de 10 años. "En este viaje uno no come bien, no duerme bien, nunca se descansa",  relata Aguilar, en medio del llanto de los niños, muertos de hambre y de cansancio y con la ropa mojada después de una torrencial lluvia el domingo. "Estamos acostumbrados, nuestro propio presidente no nos quiere, no nos importa que Trump tampoco nos quiera", agrega.

[Foto de cabecera: Efe]

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