Estados Unidos y México confirmaron este lunes un acuerdo después de más de 13 meses de tensas negociaciones, con el fin para sustituir al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que también incluía a Canadá y que tiene 24 años en vigor. 

"Nos vamos a librar de ese nombre [Nafta]", destacó el presidente Donald Trump este lunes en la Casa Blanca. "Lo vamos a llamar el Acuerdo Comercial Estados Unidos-México", anotó el mandatario republicano, quien había llamado al Nafta —zona libre de comercio en la que viven 450 millones de personas y que mueve más de un billón de dólares al año— como el "peor acuerdo de la historia", agregó.

Las negociaciones, que se habían iniciado en agosto de 2017, estuvieron siempre bajo la amenaza de ruptura, por los continuos ataques de Trump a México por la inmigración. Sin embargo, la victoria electoral de Andrés Manuel López-Obrador, por quien el magnate republicano tiene una inusitada simpatía, allanó el camino al consenso, al igual que la presión de empresas estadounidenses, muy golpeadas ya por la guerra comercial con China y preocupadas por los efectos de una ruptura del TLC.

Tras el anuncio del principio de acuerdo, desde el Despacho de Oval, con todas las cámaras apuntando al inquilino de la Casa Blanca, Trump llamó a su homólogo de México, Enrique Peña Nieto, a quien solo se le escuchó a través del altavoz del teléfono de Trump.

En tanto, en México, analistas coincidieron en que el actual Ejecutivo mexicano, que dará el relevo al de López Obrador el próximo 1 de diciembre, tenía sobre sus espaldas la "presión política de dejar algo hecho" respecto a la renegociación del pacto. 

En las últimas semanas, los ministros mexicanos de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y de Economía, Ildefonso Guajardo, acompañados del representante del equipo de López Obrador, Jesús Seade, viajaron a Washington para ultimar los detalles del acuerdo presentado por ambos países.

Por su lado, la oficina de Representación Comercial de EEUU planea presentar el borrador del acuerdo en el Congreso antes de que finalice esta semana, para que comience el proceso de su aprobación. 

Las líneas maestras del nuevo tratado comercial se basan sobre todo en el sector automotriz, sobre el que Washington logró buena parte de lo que exigía desde el principio: que los automóviles contengan una mayor proporción de componentes norteamericanos para que puedan considerarse producto local (ahora es del 62%). 

Además, la vigencia del acuerdo será de 16 años, prorrogables a otros 16, y se revisará cada seis años para modernizarlo y resolver posibles problemas, según concretaron más tarde fuentes de la Administración estadounidense.

Ahora comienzan las conversaciones con Canadá para su posible incorporación al acuerdo, pero el camino parece más complicado por la manifiesta enemistad entre Trump y Justin Trudeau, el primer ministro canadiense. De hecho, la Casa Blanca ya puso en duda de que el nuevo marco del acuerdo vuelva a ser de tres.

Trudeau tendrá dos opciones: aceptar lo pactado, con los retoques superficiales que pueda lograr, o quedarse fuera. La tensión entre dos aliados históricos, como EEUU y Canadá, alcanzó su pico más alto el pasado junio, durante la cumbre del G-7, cuando Trump llamó al primer ministro canadiense "débil" y "deshonesto".

Sea como fuere,  tanto a México como a Estados Unidos les "urgía" llegar a este pacto comercial, indicó a Efe Aribel Contreras, coordinadora de la Licenciatura en Administración de Negocios Internacionales de la Universidad Iberoamericana, ya que, por un lado, EEUU celebrará elecciones intermedias el próximo noviembre, y este acuerdo se podría traducir en "votos para el Partido Republicano", mientras que del lado mexicano, Peña Nieto lo podrá presentar como "logro de su sexenio" (2012-2018) antes de entregarle la posta a López Obrador.

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