Mientras que las comunidades nativas amazónicas pasan hasta 20 años cumpliendo con los pasos legales exigidos para formalizar su derecho a la tierra, las empresas a menudo obtienen derechos para la extracción de recursos de tierras comunitarias en el transcurso de un mes, señala un reciente reporte elaborado por World Resources Institute (WRI) y el Centro para la Investigación Forestal Internacional (Cifor).  

En la Amazonía peruana hay comunidades nativas que han ‘convivido’ durante décadas con empresas petroleras. Cuatro décadas después, siguen viviendo en pobreza y debido a continuos derrames de petróleo amplias zonas de sus territorios están contaminadas. Sus ríos contienen aguas que no se pueden beber ni sirven para la elaboración de alimentos.

"Los indígenas no son un problema para nadie, ellos contribuyen a proteger los bosques, la biodiversidad y el agua", Vicky Tauli-Corpuz, relatora especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Indígenas del Pastaza reclaman remediación ambiental.

Los pueblos indígenas afectados por la actividad petrolera en el Lote 192 (ex Lote 1AB), el lote petrolero más grande del país, exigen desde hace cinco años una real y efectiva remediación ambiental, atención permanente de salud porque su sangre registra niveles peligrosamente altos de metales pesados, entre otras demandas. Han firmado actas con compromisos considerados un hito en la historia del Perú pero los cumplimientos son lentos. Este lote está próximo a ser cedido a un nuevo operador y las comunidades exigen una consulta previa. No rechazan la actividad petrolera, pero –con razón– exigen que se respete sus vidas y su derecho a tener un medio ambiente sano, y que se cumpla con la atención de sus demandas.

Los achuar no quieren operaciones petroleras en su territorio.

Al contrario, los achuar de la cuenca del Río Pastaza han reiterado su rechazo a las operaciones petroleras planificadas en su territorio. Se refieren a la empresa Geopark, con sede en Chile, que tiene licencia para explorar en el Lote 64, que se sobrepone a una parte importante de su territorio ancestral. Además, acusan a la petrolera de fomentar conflictos entre comunidades indígenas en la zona. Ellos han sufrido las consecuencias de la contaminación y no quieren ninguna actividad extractiva.

Las viudas de Saweto, víctimas de los taladores ilegales, siguen pidiendo justicia.

Julia Pérez, Ergilia Rengifo, Avelina Vargas y Lita Rojas, viudas de los cuatro dirigentes ashéninkas de la comunidad de Saweto asesinados por taladores ilegales en setiembre de 2014, siguen esperando que se haga justicia. No la esperan sentadas. Diana Ríos Rengifo, hija de uno de los masacrados, desde entonces ha emprendido un largo camino por conseguir esa justicia que reclaman, y se enfrenta a continuas amenazas de los involucrados en esta actividad ilícita y a la indiferencia de algunas autoridades de Ucayali. La justicia no llega a todos los peruanos.

En setiembre del año pasado fueron asesinados seis agricultores en la misma región, no eran indígenas, pero el crimen –consecuencia del tráfico de tierras que se incrementa con complacencia de funcionarios regionales y autoridades policiales– fue muy cerca de la comunidad shipiba Santa Clara de Uchunya, que está sufriendo los embates de estos traficantes que compran 'barato' o se apropian –mediante triquiñuelas ‘legales’– de hectáreas que no les son reconocidas a los pueblos indígenas. Este año, Huber Flores, miembro de la comunidad, y Carlos Hoyos, su actual presidente, han sido amenazados por no querer vender tierras, amenazas acompañadas de plomo. ¿Quién protege a esta y las demás comunidades indígenas?

En el Perú, el Convenio 169 de la OIT entró en vigencia en el año 1995 y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUPI), en el 2007. Ambos conforman el marco internacional más importante para la garantía de los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

Ronald Suarez, líder shipibo konibo, lleva la voz indígena fuera del país.

Olivia Arévalo, una sanadora shipiba, fue asesinada en abril pasado. El crimen derivó en el inmediato linchamiento del agresor. Un acto que no se justifica, pero que dio lugar a que un congresista fujimorista los tildara de salvajes y –en una muestra de ignorancia– le echara la culpa de lo ocurrido al ayahuasca. El pueblo shipibo konibo salió en protesta masiva por las calles de Ucayali a rechazar lo dicho por el parlamentario y defender su saber tradicional. Llevaron muñecos y pancartas con mensajes alusivos al señor que también impulsa proyectos de carreteras en la misma región que se superponen a tierras de sociedades originarias. A los pocos días, miembros de la Policía Nacional del Perú fueron a buscar a Ronald Suárez, máximo dirigente de la federación . No lo encontraron en su casa, pero todo indica que buscaban amedrentarlo por encargo desde Lima.

Son peruanos y reclaman  que el estado implemente una política de desarrollo de fronteras.

Por otro lado, empresarios quieren que se apruebe con urgencia la Ley de Hidrocarburos, y especialistas en temas ambientales, la sociedad civil y las federaciones indígenas piden que se les incluya en el diálogo porque hay posibilidades de riesgos contra algunos de sus territorios. Ashéninkas peruanos de Atalaya y del río Breo, en el hito 38, en la frontera con Brasil, como Edwin y Vicente, ven que colonos brasileños ingresan a sus territorios a cazar, a talar y a alterar sus vidas. Piden que el Estado peruano esté presente allí, no quieren los beneficios que el país vecino les puede ofrecer, quieren vivir en sus tierras como peruanos. Demandan una política de desarrollo de fronteras. 

Indígenas que combatieron en el Cenepa.

Indígenas awajún que combatieron en 1995 en el conflicto del Cenepa frente a Ecuador  siguen reclamando sus derechos de excombatientes, como Marino López. Hasta ahora, el Estado peruano no reconoce que él y otros nativos participaron en la guerra. Sienten que arriesgaron sus vidas en vano, que el Estado los utilizó como carne de cañón y luego los discrimina. Algo similar a los asháninkas de la selva central y comuneros quechuahablantes de las alturas ayacuchanas que resistieron valientemente al terror de Sendero Luminoso y no obstante sufrieron la indiferencia de sucesivos gobiernos. 

En las alturas de los Andes y del Altiplano, peruanos viven nuevamente una atroz helada y se preguntan por qué el Estado no trabaja políticas públicas efectivas y sostenibles y no hacer el papel de ente caritativo. 

Jóvenes kukamas cantan en su lengua originaria.

Otro congresista fujimorista dijo hace un par de meses que todos somos peruanos, que somos una sola raza, que se dejen de hablar de aymaras, quechuas, etcétera, porque eso nos desune. No sabe que el orgullo originario va en aumento, que cada vez más jóvenes quieren hablar su lengua originaria (así como el español y el inglés), que quieren mantener su cultura, respetarla, aun cuando estudien y trabajen en otros contextos. Que quieren su nacionalidad y se sienten peruanos, aunque otros compatriotas los discriminen por su color o por su forma de hablar.

Don Primitivo Evanán y su arte . 

Importantes artistas ayacuchanos de las tablas pintadas de Sarhua sufrieron en meses pasados el acoso del Ministerio del Interior por supuesta apología del terrorismo. Su arte pictórico narra lo que vivieron las comunidades de alturas cuando estuvieron entre dos fuegos durante el conflicto armado entre 1980 y 2000. Cuánta falta hace que todos nos eduquemos mejor y conozcamos lo que se hace en el Perú. Falta de interculturalidad, en nuestras autoridades y en el periodismo inclusive. 

Nilda Callañaupa y el arte textil tradicional cusqueño.

Justina, Andrés y Tulia siembran y cosechan agua en las alturas de Apurímac, Cusco y Ayacucho, respectivamente. En Chinchero, Nilda enseña a tejer a mujeres jóvenes y maduras siguiendo las pautas del arte textil tradicional cusqueño. En Huancavelica, Anita camina durante cuatro horas para llegar a su escuela, aunque haya granizo o el sol queme demasiado, ella no quiere dejar de aprender, y más aún si su profesora es bilingüe. Carlos es guía de quienes buscan experimentar el turismo vivencial. Pedro se pregunta si en 20 años continuará asistiendo a la fiesta de Qoyllur Riti, pues teme que el cambio climático deje totalmente limpio de nieve los cerros sagrados, o que quizás un gobierno permita que haya minería en ellos. 

Para llegar a Lima desde sus comunidades demoran días, y muchas veces no los atienden.

En una comunidad nativa de Loreto, Mario, de 9 años, saca un pez del río, lo contempla y lo devuelve. No sabe si lo puede comer. José, Aurelio, Teresa y otros viajan dos, tres o cuatro días por dos o tres ríos hasta llegar a alguna ciudad principal, tomar el avión con destino a Lima para reunirse con algún ministro –previa cita pactada–, y algunas veces éste se olvida o está en un evento importante, u ocupado. Son atendidos por algún funcionario que no tiene poder de decisión. Inician el retorno. Una semana o más de viaje, pasando peripecias, arriesgando también sus vidas, alejándose de los suyos, en vano. 

Máxima Acuña, premio Goldman

La comunidad nativa de Ruth, al igual que cientos más, está a la espera de su título de propiedad (colectiva, no individual como quieren algunas partes interesadas). Cuando su comunidad no tenía título de tierra a Diana le decían –los taladores– “muéstranos tu papel”. Cuando lo obtuvo, luego de más de una década de papeleo y lo mostró, los mismos taladores les dijeron que ese papel no les importaba, que ellos entrarían a su territorio cuando les diera la gana. En Cajamarca, Máxima, aclamada por muchos, acusada por algunos, rechazada por otros tantos, aplaudida y galardonada fuera del país. Esto último es lo común: los indígenas peruanos tienen más visibilidad en el exterior que en el país, por lo menos en cuanto a medios de comunicación y reconocimientos de derechos humanos.  

Durante los tres últimos gobiernos ha habido avances en la relación con los pueblos originarios, estos tienen mayor protagonismo y atención, y son parte importante de la sociedad civil. Los ministerios de Cultura, del Ambiente, de Educación, de la Mujer y de Agricultura, de la mano con organizaciones internacionales, desarrollan diversos programas en los Andes y en la Amazonía, pero aún falta mucho por aprender y reconocer que son peruanos como nosotros y tienen los mismos derechos que quienes vivimos en las grandes ciudades. Desde las comunidades indígenas aún hay desconfianza en el Estado, y reclaman que antes de aprobar cualquier proyecto ‘de desarrollo’, les pregunten qué tipo de desarrollo quieren ellos. Ojo con eso, ministras y ministros.

Sin embargo, este jueves 9, cuando se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, la  Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (Onamiap) se ha pronunciado: 

"Actualmente los pueblos indígenas, y en particular las mujeres indígenas, nos encontramos entre las poblaciones más desfavorecidas debido a que no se nos reconoce como sujetos de derechos y somos invisibles para un Estado que no tiene presencia en nuestras comunidades y que no tiene en cuenta nuestros aportes a la hora de elaborar políticas públicas". 

Hay avances, pero falta mucho más. Mientras tanto, los pueblos indígenas del Perú seguirán cuidando y defendiendo los bosques, adaptándose al cambio climático, enfrentándolo y enseñando el respeto al medio ambiente. Cada quien desde su ocupación seguirá haciendo Perú.


(Foto cabecera: PNUD)