En los tiempos de la posverdad, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, parece vivir en otra dimisión, porque sostiene que su gobierno no reprime las protestas ciudadanas que se iniciaron en abril pasado en su contra y que la violencia que gobierna las calles del país, que se ha cobrado la vida de más de 350 personas, la ejercen paramilitares que no controla el Ejecutivo.

"Nuestro período electoral finaliza con las elecciones de 2021", dijo en entrevista a la cadena estadounidense Fox News, con lo que descartó adelantar las elecciones presidenciales, que es el clamor popular y pese a la presión internacional.

Ortega sostuvo que desde hace una semana la situación se está normalizando, pero este lunes unos cinco millares de personas, en su mayoría universitarios, asistieron a una marcha que tuvo por lema "Unidos por la libertad y la justicia", celebrada en el marco del Día Nacional del Estudiante y en la que, una vez más, exigieron la salida del mandatario y reclamaron paz, justicia y el cese la represión. 

La protesta, que recuerda la "masacre estudiantil" de 1959, cuando una represión del entonces presidente Luis Somoza dejó cuatro universitarios muertos, se replicó en diferentes ciudades de Nicaragua. Los estudiantes autoconvocados marcharon ataviados con la bandera nicaragüense, con pancartas y múltiples fotografías de los jóvenes asesinados por las "fuerzas combinadas" gubernamentales, integradas por policías, parapolicías, paramilitares y antimotines.

Las protestas contra Ortega se dieron este lunes en casi toda nicaragua. 

El cuestionado mandatario afirmó también que todo empezó con la aprobación "imprescindible" de la reforma de la Seguridad Social. "Primero fueron grupos pequeños los que protestaron, pero luego hubo manifestantes violentos y grupos paramilitares", alegó Ortega, al señalar que son estos lo que han empujado al país a una situación insostenible. Es un "auténtico terrorismo" lo que se está viviendo, apuntó después.

Ademas, dejó claro que no tiene la menor intención de acatar la resolución que el Organismo Nacional de los Estados Americanos (OEA) aprobó hace menos de una semana, en la que lo exhortaba a adelantar las elecciones, y subrayó que tampoco tiene pensado renunciar a su mandato, "menos ahora", porque hacerlo crearía más "inestabilidad, inseguridad y empeoraría las cosas".

Ortega también arremetió contra la Iglesia Católica, que ha mediado en la crisis política, aunque el llamamiento al diálogo nacional se ha estancado debido a la intransigencia del Ejecutivo. "Yo pensaba que eran mediadores, pero no, estaban comprometidos con los golpistas. Eran parte del plan con los golpistas", subrayó.

"A la Iglesia se le proveen todo tipo de facilidades; ningún nicaragüense ha muerto en una iglesia", alegó, pero lo cierto es que la parroquia la Divina Misericordia de Managua, donde fallecieron dos estudiantes por un enfrentamiento anterior, tiene decenas de orificios de balas en sus paredes.

Ortega, quien presidió el país entre 1979 y 1990, y ahora desde 2007, insistió que los grupo armados irregulares no responden a sus órdenes y afirmó —sin pruebas— que están controlados por partidos políticos; algunos con representación en la Asamblea Nacional, otros no. 

EEUU es uno de los países que más ha presionado para que Ortega deje el poder, y el exlíder de la revolución sandinista quiso recordarle a Donald Trump, durante la entrevista con la cadena Fox —la favorita del mandatario estadounidense— que las relaciones bilaterales ha sido "muy dolorosas", por lo que no quiere que la historia se repita con él."Somos un país pequeño con una economía frágil, pero queremos respeto", concluyó.

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