Tailandia en vilo. Los 12 niños y adolescentes tailandeses desaparecidos junto con su entrenador hace nueve días en la cueva inundada de Tham Huang Nang Non, en el norte del país, fueron hallados con vida este lunes, pero la pesadilla está lejos de acabar, porque el rescate podría durar meses, hasta que bajen las inundaciones o hasta que los menores aprendan a bucear.

"Vamos a enviar comida para al menos cuatro meses y les enseñaremos a bucear, mientras continuamos drenando el agua", dijeron en un comunicado las Fuerzas Armadas tailandesas. Hay más 1.000 personas, entre militares, rescatistas de la marina, trabajadores locales, voluntarios y equipos especializados de varios países en la zona para apoyar en las tareas de búsqueda y salvamento.

Los esquipos de búsqueda y rescae en las afueras de la cueva. (Efe)

El drama se inició el pasado 23 de junio, luego de que el grupo de adolescentes se adentró junto a su entrenador montaña hacia el laberinto de grutas de Tham Luang Nang Non, la cuarta más grande de Tailandia, y no pudieron salir más. Esta cueva puede ser una trampa moral durante los meses de lluvia en Tailandia, como ahora.

Más de una semana después de iniciada la búsqueda, cuando las esperanzas se empezaban a esfumar, se hizo el milagro, luego de que la Marina anunció que los había hallado sanos y salvos a los 12 menores, entre los once y los 16 años, y su entrenador. Están a más de 2 kilómetros de la entrada y una profundidad de entre 800 metros y un kilómetro. 

La noticia fue acogida con júbilo en Tailandia, que se mantenía expectante ante el desenlace de esta historia, pero pronto la alegría se transformó en incertidumbre, porque el rescate contrarreloj se puso cuesta arriba, por las complejas condiciones de la cueva laberíntica, taponada por el agua y el barro que provocaron las lluvias monzónicas.

un familiar muestra la imagen de los niños rescatados. (AFP)

Un video  difundido por los equipos de rescate que localizaron a los menores y el entrenador muestra a los 13 en aparente buen estado de salud y contentos, en una zona elevada sobre las aguas que inundan la caverna. "¡Gracias! ¡Gracias!", se les escucha decir a los niños, en rudimentario inglés, a los dos rescatistas británicos que les localizaron. "Va a venir mucha gente. Nosotros somos los primeros, pero va a venir más gente", les contestan los submarinistas. 

Un equipo de rescate se adentra en la cueva laberíntica. (AP)

Los menores ya habían perdido la noción del tiempo. "Es lunes. Han estado aquí diez días, son muy fuertes", les dicen los especialistas extranjeros, al tiempo de que les explicaban que aún tendrán que esperar para poder salir de la cueva.

Las opciones, todas peligrosas

Hay tres opciones, y todas complejas, para rescatarlos. Todas conllevan riesgos, por la propia orografía de la cueva, ubicada cerca de la frontera con Myanmar, en la antigua Birmania. Los túneles, que están anegados, se extienden a lo largo de 10 kilómetros en los que cambian varias veces de pendiente. 

Una de las opciones de rescate es bucear. Es la manera más rápida, pero peligrosa y complicada, según los expertos, por el mismo hecho de que la mayoría de niños en la Tailandia rural no saben nadar. El temor a que las lluvias monzónicas causen una nueva subida de las aguas puede ser determinante para optar por esta salida, más aún cuando pronóstico apunta a nuevas precipitaciones en los próximos días.

Equipos japoneses drenan el agua de la cueva Tham Luang. (reuters)

Otra opción es el drenaje de las aguas. Esperar en la isleta donde se encuentran los menores hasta que bajen las aguas parece ser la idea más sensata. Los niños están estabilizados y se les ha empezado a suministrar alimentos y agua. Parte de los equipos de rescate, especialmente los japoneses, trabajan en el drenaje de los túneles desde el comienzo de la búsqueda.

La tercera salida es horadar un túnel que abra otro acceso. En esta posibilidad ya trabaja otro grupo de rescate, buscando posibles entradas alternativas a la gruta oculta en la abundante vegetación. Hasta ahora encontraron tres pozos cerrados. Intentan reabrirlos, pero no está claro si lleven al lugar donde están los pequeños jugadores de fútbol y su entrenador.