Este jueves 14 de junio empieza el Mundial de Fútbol de Rusia y mientras todos hablan de las selecciones, sus estrellas, historiales y posibilidades de avanzar a las siguientes etapas, también hay quienes resaltan un aspecto sumamente importante aunque poco mediático: los estándares de sostenibilidad medioambiental y social de este torneo. 

De los aproximadamente US$12.000 millones que Rusia ha invertido en el campeonato, se prevé recuperar la totalidad, si se toma en cuenta que la pasada edición, celebrada en Brasil, tuvo un impacto positivo en la economía rusa de US$15.000 millones desde 2013. A todo ello se sumarán US$3.000 millones hasta 2023.

Gran parte de este presupuesto se ha invertido en los 12 estadios de las 11 ciudades donde se celebrarán los encuentros, de los cuales tan solo dos estaban ya operativos. El resto han sido construidos o remodelados, por estar obsoletos, para aprovechar el escaparate mediático. Todas las obras han tenido que cumplir con las estrictas políticas de sostenibilidad, tanto ambiental como social, impuestas por la FIFA.

En 2009, la FIFA decidió que los criterios de sostenibilidad fueran imprescindibles para todas las licitaciones de la Copa del Mundo a partir de 2018. La Estrategia de Sostenibilidad exigió a los contratistas información detallada sobre sus actividades para potenciar la economía local, la creación de empleo y el desarrollo de las comunidades, junto a las medidas de protección del medio ambiente.

"No existe en el mundo otra competición de una sola disciplina que tenga la envergadura de la Copa Mundial. Organizarla de forma sustentable es todo un reto. Inevitablemente, la magnitud del torneo tiene sus efectos, que hay que evaluar y mitigar, pero también representa una oportunidad única para dejar un fantástico legado a Rusia", declaró Federico Addiechi, responsable de Sustentabilidad de la FIFA.

Así, todas las sedes cuentan con un estándar de construcción sostenible que asegura el menor impacto ambiental que sea posible. Además de mejorar la eficiencia energética, los recintos deben ser libres de humos y permitir el acceso a personas con movilidad reducida.

Lo que pretende la FIFA es minimizar el impacto ambiental de las actividades relacionadas con la copa. El objetivo de la estrategia contempla que los 12 espacios deportivos cumplan con las regulaciones, normativa internacional verde o BREEAM y el sello LEED, que se otorga sólo a los edificios calificados como sostenibles. 

Los materiales son menos contaminantes y favorecen la proximidad de los proveedores, para asegurar menos CO2 durante el transporte de mercancías. También se ha utilizado tecnologías y sistemas de ingeniería y construcción eficientes, con equipos que ahorran energía y agua, así como técnicas para la recogida de desechos y su reutilización y reciclaje.

"La acumulación de residuos afecta negativamente al medio ambiente, contaminando el suelo, el agua y el aire. Nuestro objetivo es mitigar cualquier impacto adverso creado por nuestros torneos. El concepto que estamos implementando nos ayudará a lograr una Copa Mundial de la FIFA más sostenible en Rusia", dice Addiechi.

Estadios sostenibles

Por ejemplo, el Estadio Olímpico Luzhniki, donde se disputará la final, obtuvo el certificado Breeam, una de las certificaciones ecológicas más extendidas del mundo, además de tener modernos sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado, controlados por una central automatizada que monitoriza constantemente los consumos del edificio. Sus lámparas LED también ahorran un 70% en energía y su gestión de agua reduce 160.000 litros por partido. Por otro lado, se han plantado 1.050 árboles y arbustos y colocado 15.700 metros cuadrados de parterres, con accesos mejorados y carriles bici. 

Otros dos ejemplos de sostenibilidad son los estadios Spartak Stadium y Rostov Stadium. El primero cuenta con un sistema único de gestión que regula de forma eficiente la distribución de energía hacia diferentes servicios (calefacción, enfriadoras, iluminación, suministros, entre otros), de modo que permite un ahorro en el consumo de entre 20 y 70%. Además, dispone de lámparas LED en las zonas de servicios y oficinas, lo que hace posible reducir el consumo de energía eléctrica en un 90%. El segundo permite el paso de la luz natural a través de la cortina blanca que lo rodea, lo que favorece la ventilación del recinto pero sin descuidar la protección de los asistentes frente a la lluvia o el frío. Además, será el punto de partida de un proyecto de ciudad sostenible que, tras el Mundial, se construirá a su alrededor.

Transporte público

Las autoridades rusas también han enfocado sus esfuerzos en conseguir uno de los requisitos fundamentales que ayudará a salvaguardar el medio ambiente, que es el transporte. Se reforzará el transporte público durante el torneo para evitar el movimiento excesivo de vehículos particulares. Además se han mejorado los accesos a las zonas donde se encuentran los estadios y se dotarán de todo tipo de servicios.  

Balón 

Otra de las novedades de Rusia 2018 es Telstar 18, el balón oficial elaborado con ocho paneles pegados al calor y 8 gramos más liviano que el de Brasil 2014 (445g). La pelota cuenta con materiales amigables con el medio ambiente, mientras que su envoltorio está hecho con elementos reciclados. Además, cuenta con un chip NFC que le permite despachar información en tiempo real.

Meses después del Mundial tendremos el informe de sustentabilidad respectivo de la FIFA y podremos comparar los avances en comparación con lo conseguido en Brasil 2014. Mientras tanto, si entre los asistentes al torneo hay quienes aún se niegan a cambiar su estilo de vida hacia un sistema sustentable, ojalá que cambien su forma de pensar y sigan la tendencia global de vivir en un planeta más limpio.

 

Fotos: FIFA