Las elecciones legislativas del domingo en Colombia ratificaron el repudio que siente la sociedad de este país por las FARC. El partido político que nació tras la desmovilización de esta antigua guerrilla, sufrió un duro golpe en su primera cita con las urnas, en las que apenas consiguió 52.532 votos (0,34%) para el Senado y 30.643 votos (0,22%) a la Cámara.

Aunque fueron las elecciones más tranquilas en seis décadas en el país, las urnas no perdonaron al otrora grupo subversivo medio siglo de caos, violencia y terror. La llamada Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común —cuyas siglas también son FARC— no logró un solo escaño a través del voto popular, al margen de los 10 que tienen asegurados en el nuevo Congreso —cinco en el Senado y cinco en la Cámara— en virtud a los acuerdos de paz.

Así, por ejemplo, Iván Márquez, el número dos de la antigua guerrilla y cabeza de lista para el Senado; Sandra Ramírez, la viuda del fundador de las FARC, Manuel Marulanda; y sus dirigentes Carlos Antonio Lozada, Pablo Catatumbo y Victoria Sandino, compartirán bancada, pero tendrán al frente, desde el 20 de julio próximo, al más acérrimo enemigo de los acuerdos de paz, el expresidente Álvaro Uribe, que repite el plato como senador, mientras que su partido, Centro Democrático, sacó el mayor número de curules (19), pero sin lograr mayoría.

"Es la primera vez en mi vida que yo voto, y lo hago por la paz", dijo Catatumbo tras depositar su voto en una urna de la sede de la Imprenta Nacional, en el occidente de Bogotá.

También por los acuerdos de paz, el partido de las FARC tendrán cinco asientos asegurados en la Cámara, que serán ocupados por los exguerrilleros Marco León Calarcá, Jesús Santrich, Byron Yepes, Olmedo Ruiz y Jairo Quintero.

Las FARC dejaron las armas en agosto de 2017, organizaron un congreso político, se plegaron a las normas de la democracia colombiana, pero no abandonaron sus orígenes. Solo cambiaron el significado de las palabras que componen sus siglas, que para la mayoría colombianos son sinónimo de violencia y terror. Y guardaron el uniforme de camuflaje y las botas, pero al frente del nuevo partido político seguían los mismos que dirigieron la guerra durante décadas, con Rodrigo Londoño, alias Timochenko, su máximo comandante, a la cabeza.

Hace una semana, Timochenko tuvo que abandonar la carrera por la Presidencia de Colombia por un mal al corazón, del que tuvo que ser operado, y la dirigencia del partido de la antigua guerrilla anunció que no iba a nombrar a otro candidato en su reemplazo, pero es probable que a Londoño no le hubiera ido mejor que a su lista al Congreso. De hecho, antes de su retiro formal de la contienda, apenas rozaba el 1% de intención de voto, según las encuestas.

La historia de las FARC dista mucho a la del M-19, que el 11 de marzo de 1990, en sus primeras elecciones legislativas y regionales, logró dos curules en la Cámara por el voto popular, mientras que 80 colombianos votaron por sus representantes para la Alcaldía de Bogotá y otros 20.000 para la Alcaldía de Cali.

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