La imagen es recurrente cada día. El drama es el mismo: cientos de miles de venezolanos huyen de la crisis en su país pugnando por ingresar a Colombia, ya sea de paso, para proveerse de alimentos y medicinas, para quedarse o de tránsito hacia otros países de la región.
Sea como fuere, la oleada de inmigrantes hacia Colombia —se calcula que son cerca de 600.000 venezolanos que han cruzado la frontera— es de tal magnitud que ha obligado al gobierno de Juan Manuel Santos a tomar una serie de medidas para internar poner orden a este éxodo, el mayor en la historia de ambos países, que en resumen aumenta el control migratorio.
Según Migración Colombia, cada día, en promedio, 37.000 personas cruzan la frontera desde Venezuela, sin contar los cientos de pasos ilegales que existen a lo largo de los más de 2.200 kilómetros de frontera terrestre entre las dos naciones, de La Guajira a la Orinoquia.
Los expertos colombianos llaman a este fenómeno 'migración pendular', y vislumbran que su país tendrá que recurrir a la ayuda internacional para evitar colapsar, porque no está preparado para afrontarlo solo.
Según las autoridades colombianas, la mayoría de los venezolanos que cruzan la frontera cada día –unos 35.000– regresan a sus casas el mismo día o en los siguientes, aunque cada vez son más los que deciden quedarse en Colombia o comenzar un viaje hacia otros países.
Los venezolanos usan la Tarjeta de Movilidad Fronteriza para entrar a su vecino país. Por lo menos 1,5 millones de personas la usaron para ingresar sin mayores problemas a Colombia por un corto periodo para proveerse de alimentos básicos, buscar atención médica o trabajar por unis pocos días en labores del campo y otros trabajos no calificados.
El Gobierno colombiano acaba de anunciar que ya no expedirá esta tarjeta que en los últimos dos años se convirtió en la tabla de salvación para miles de venezolanos, pero seguirán vigentes las entregadas con anterioridad.
A finales del 2017 existían unos 550.000 venezolanos en condición regular o irregular en Colombia, un 62 por ciento más con respecto a un informe de mediados de ese mismo año, según datos oficiales. Y en el último mes de este año, habrían llegado al menos 50.000 más.
La situación es crítica. Por ello, la nueva estrategia de las autoridades colombianas apunta a facilitar el ingreso de sus vecinos pero de forma ordenada, de tal manera que no terminen disparando la informalidad e incluso la ilegalidad en el país. De hecho, las capturas de venezolanos por delitos comunes han aumento en este país.
La otra preocupación del Gobierno por el éxodo es la seguridad nacional, ante la llegada de mano de obra barata y la situación de vulnerabilidad de los migrantes que podrían terminar en manos de mafias de narcotráfico o de crimen organizado que operan en la zona cocalera del Catatumbo, como el Eln y la banda de ‘los Úsuga’.
La explotación laboral de los venezolanos que llegan a Colombia también ha empezado a ser un problema. Más de 600 empresas y negocios fueron sancionados por ello en los últimos años. "No les pagan el salario mínimo, no los afilian a seguridad social y en muchas oportunidades a final de mes los botan sin un peso, aprovechándose de que no pueden reclamar por su condición de ilegales", relata una autoridad al tanto del problema, citada por el diario El Tiempo de Bogotá.
Esto en un contexto en el que los brotes de xenofobia son cada vez más recurrentes, alentados sobre todo desde las redes sociales. Todos los días los noticieros y medios locales reportan ese tipo de incidentes en diferente ciudades del país, que ya empieza a polarizarse ante las elecciones para el Congreso y la Presidencia de abril próximo.
Los episodios de discriminación parecen desconocer además que, por casi 40 años, Venezuela acogió a millones de colombianos que buscaron en el país petrolero, que era una de los más prósperos de la región en la época de la bonanza del crudo, un mejor futuro para ellos y para sus familias.
Pero en los últimos tiempos los papeles se invirtieron. Con 20 años en el poder, el chavismo desató una crisis política, económica y humanitario sin precedentes en Venezuela, donde la caída de los precios del petróleo —que representa el 96% de las divisas del país— mermó los ingresos del Estado y agudizó la escasez de alimentos y bienes de primera necesidad, sumado a la inflación de 2.600% que se registró en el 2017 y que puso a este país al borde del abismo. A la par la tasa de homicidios trepó a 89 por cada 100 mil habitantes y Caracas se convirtió en una de las capitales más inseguras del mundo. En ese mismo lapso de tiempo, Colombia en cambio afianzó su economía y además consiguió reducir el número de asesinatos por año, de casi 30.000 a menos de 12.000 en el 2017. Ahora, un día de trabajo en este país equivale a unos 4 salarios mínimos mensuales en Venezuela.
Por ello, más de 4 millones de venezolanos han salido de su país, según los cálculos que hacen académicos y estudiosos, porque el gobierno no da las cifras oficiales, como Carlos Malamud, del Instituto Elcano de España, que le dijo a El Tiempo, que esta cifra toma un cariz más dramático cuando se compara —salvando las distancias— con los desplazados que ha dejado la guerra civil en Siria (poco más de 5 millones desde enero del 2011).
"Este es un fenómeno que no ha tenido comparación en la historia de América Latina. Hubo migraciones importantes y exilios en época de las dictaduras militares, o en crisis económicas y fenómenos como el conflicto armado en Colombia, pero no llegaron a cifras como las de Venezuela".
Al estas alturas, a casi ningún analista u observador en Colombia le quedan dudas de que el Gobierno debe pedir ayuda a la comunidad internacional antes que el éxodo de venezolanos desborde las previsiones y capacidades del país. En su última visita a Bogotá, el secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, dejó abierta la posibilidad de destinar recursos para ello.
Otros analistas sostienen que es necesario llevar el tema a la OEA, en vista de que el escenario más extremo, el de los campos de refugiados, es muy probable. "La llegada de ciudadanos de Venezuela no se va a detener y las elecciones de abril pueden llevar a una intensificación del éxodo", advierte Ronal Rodríguez, del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario de Colombia. "Ningún país del mundo está preparado para recibir ese tipo de flujos migratorios", dice su colega Andrés Molano, de la misma casa de estudios, para quien la situación de la crisis exige mecanismos de responsabilidad compartida.
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