Invitada mulera: Ingrid Jiménez Monsalve*


En los últimos veinte años el Perú se ha convertido en el ejemplo a seguir en América Latina. Después del fujimorismo, el país avanzó lentamente en la reconstrucción de las instituciones pulverizadas por la dictadura, y avanzó en el modelo de libre mercado que le dio estabilidad económica. En los últimos diez años la brecha social ha comenzado a disminuir y existe una notable mejoría en las cifras de pobreza y los indicadores de salud y educación. 

Queda mucho camino por recorrer pero es innegable el avance que se ha producido a lo largo de los gobiernos democráticos desde Alejandro Toledo hasta Pedro Pablo Kucyznski.

No obstante, el país inca atraviesa por un momento político bastante delicado debido a las investigaciones que se siguen por el caso de Odebrecht cuyos tentáculos de corrupción han sacudido a toda América Latina.

El presidente Kucyznski después de negar cualquier vínculo con la contratista brasileña admitió que una de sus empresas Westfield Capital firmó contratos con el Estado y con Odebrecht, cuando era Ministro de Estado del gobierno de Alejandro Toledo.

Inmediatamente la bancada mayoritaria de Fuerza Popular ha pedido la renuncia del Presidente y como éste se negó a renunciar, promovió el proceso de vacancia por incapacidad moral en un tiempo record.

Vacar a un presidente dentro un sistema presidencialista es muy grave y esto puede dinamitar las frágiles instituciones democráticas. Ningún país puede dar sentado que la democracia se ha consolidado, el ejemplo más trágico es la Venezuela actual, cuyo declive inicio en 1993 con la destitución del Presidente Pérez. El país llanero se transformó en un sistema autoritario, a través del desmontaje paciente de sus instituciones y de la separación de poderes impulsado por Hugo Chávez.

Fuerza Popular desde el inicio del periodo presidencial ha torpeado al Ejecutivo y ahora encontró la excusa perfecta para dar la estocada final al Presidente. Pero lo que se esconde detrás de esto es el asalto a la institucionalidad. Los mismos actores que acabaron con la democracia en los noventa ahora pretenden erigirse como autoridad moral del país.

Fuerza Popular no sabe ser oposición en democracia, ahora es Kuczynski, mañana será el Congreso, y luego la Fiscalía.

Otra debilidad de la democracia peruana es la ausencia de un sistema de partidos y el predominio de un enclave autoritario que representa el fujimorismo. La ausencia de un partido fuerte que respalde al Presidente es un obstáculo para el diseño y ejecución de políticas públicas, y para la estabilidad del gobierno.

Al Presidente quieren destituirlo por mentir, pero la pregunta es: ¿No es el Presidente de la República también un ciudadano, con derechos? A cualquier ciudadano se le otorga la posibilidad de defenderse, pero al Presidente no se le ha permitido, se le piensa vacar en apenas una semana, cuando debe haber una investigación seria e imparcial que pueda sustentar una acción de este calibre.

Una mentira no puede ser el motivo suficiente para declarar la vacancia, esta maniobra sólo puede explicarse cuando se entiende la política de manera autoritaria y se quiere obtener el poder a cualquier precio.

Perú atraviesa por un momento crucial. El problema no es Kuczynski, es luchar para mantener la democracia. Independientemente del desenlace resulta urgente tender puentes con los factores democráticos de los partidos y la sociedad civil para construir una coalición que permita reconstruir la gobernabilidad sobre bases más firmes. Hay que ser menos tecnócrata y más político. Hay que despertar del sueño de que sólo el crecimiento económico consolidará la democracia.


Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela. Docente de la Universidad Católica Andrés Bello y Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado. Facilitadora del Programa Buen Gobierno del Centro Gumilla.