Este domingo, unos 14,3 millones de chilenos están convocados para elegir a su nuevo presidente, pero los cálculos más optimistas prevén que los que acudan a las urnas no llegarán a la mitad de esa cifra; también se proyecta que las que decidirán la elección serán las clases alta y media, que tienen al consumo como estandarte social; sectores de la sociedad cuya principal preocupación es el crecimiento económico.

"Al chileno le gusta la luca (la plata) y por eso necesitamos un presidente que nos ponga a crecer", explicó esta semana en una nota de la BBC Walter Sánchez, un administrador de empresas de 57 años que suele almorzar en el patio de comidas de un centro comercial en el sur de Santiago.

En la capital chilena está el Costanera Center, el mayor centro comercial de América Latina, que alberga una tienda de H&M, la cual ostenta un récord mundial: es la que más vende de esta cadena en todo el planeta, más que las de Nueva York incluso. "Algo inédito para un país pequeño como Chile", reseña una crónica de El País.

El costanera center de santiago,  un monumento al consumo. (SoyChile)

El Costanera se levantó pensando en la clase alta chilena, pero los seis pisos y los 330 locales de este descomunal mall, ubicados en uno de los barrios más exclusivos de Santiago, se convirtieron en el epicentro del consumo de la clase media. Según datos del centro comercial, el 48% de sus clientes son de la clase C2 (media).

Así, la economía se convirtió en el elemento crucial de la actual campaña electoral en Chile, donde el crecimiento se redujo en los últimos cuatro años de gobierno de la coalición de centroziquierda que lidera Michelle Bachelet, en el que el PBI chileno avanzó apenas 2% en promedio.

"El Costanera center es para muchos la tierra prometida, vas y compras a crédito un televisor enorme y te lo llevas a tu casa y pagas Netflix y te sientes rico. Y el centroizquierda les está diciendo que el consumo no vale. Ellos están de vuelta, pero mucha gente está llegando al consumo, no quiere renunciar", señala el politólogo Patricio Navia a El País.

Es por ello es que esa clase media sedienta de consumo ha vuelto a mirar hacia a la derecha —la clase alta en su mayoría lo es— y ahora está a punto de volver a poner en La Moneda a Sebastián Piñera, quien prometió parar todas las reformas progresistas de Bachelet, como educación universitaria gratuita y aumento de los impuestos, para concentrarse en hacer crecer la economía.

¿Pero no preocupa a los chilenos asuntos más vitales y menos suntuosos para una sociedad que comprar en un H&M? Sí. Los sondeos colocan a la inseguridad, a la salud y a la educación como problemas a solucionar por el nuevo gobernante, pero la cuestión es que estos estudios no suelen medir el consumo.

¿Por qué Piñera?

El escritor Roberto Ampuero, exministro de Cultura en el primer gobierno de Piñera, explica así las razones por las que el chileno de a pie ha vuelto a ver en el multimillonario una opción, pese a su deslucida gestión (aunque entre el 2010 y 2014 la economía chilena creció 4%), y que su vuelta al Palacio de La Moneda pone en riesgo los cambios históricos al modelo de mercado extremo que Chile heredó de la dictadura de Pinochet. 

"Chile fue uno de los países más pobres de América Latina. Tenía de vecino a la riquísima Argentina. Y ahora, en 30 años, somos el más alto en PBI per cápita, y tenemos la torre más alta, el centro comercial más grande. Allí es donde la izquierda falla. Porque todo esto genera a la clase media un orgullo que la izquierda despreció".

Para Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, una prestigiosa encuesta regional, hay otros factores, además del económico, que pueden explicar el inminente triunfo de Piñera. Uno es la fragmentación política que ha sufrido la centroizquierda. "Él no logrará más votos, pero es la primera [opción] de las minorías, y con eso le basta para ser presidente", explica Lagos.

Otros analistas y observadores chilenos coinciden en este punto y señalan que si la coalición gobernante no logra movilizar a sus votantes el domingo y revertir las cifras de abstención que proyectan las encuestas, la victoria presidencial de Piñera es inevitable. Será, agregan, un fracaso político para la centroizquierda y para el proyecto de justicia social que lideró Bachelet.

Además, siendo Chile el país donde la gente está más endeudada en toda la región, la deceleración actual de la economía no solo es un factor de estrés para la gente común y corriente, sino una preocupación central por el temor a perder los bienes que han conseguido a través del crédito, por ejemplo.

¿Qué pasó en los 90?

Tras el fin de la dictadura militar de Augusto Pinochet, en 1990, que aplicó una serie de medidas económicas neoliberales en Chile en medio de una fuerte represión, el país afianzó un crecimiento que en realidad se había iniciado en 1985. 

Así, con el retorno de la democracia, entre 1990 y el 2000, la economía de Chile fue la que más se expandió en América Latina, con un 4,5% frente a un promedio regional del 1,4%, según cifras oficiales, con picos de 11%, 9% y 7% de crecimiento en los años 1992, 1995 y 1997. 

Las inversiones empezaron a fluir, sobre todo en la industria del cobre, que se convirtió en la mayor fuente de ingresos del país. "Desde entonces la idea del crecimiento se asoció a la idea de progreso", explicó a la BBC el centroizquierda y economista Carlos Ominami, exministro de Economía de 1990 a 1992, durante el gobierno democristiano de Patricio Aylwin

Pero la experiencia chilena de los 90 también demuestra que el crecimiento económico por sí solo no se traduce en bienestar de las mayorías o empleo y que para que ello ocurra se requiere políticas sociales y reformas fuertes, como pasó justamente en Chile, lo que ayudó a que el PBI per cápita suba un 55% y la pobreza caiga 50%, según datos consolidadas por la Comisión Económica para América Latina (Cepal).

"Piñera usa el crecimiento como un arma política y esa es una de las grandes falencias de este gobierno (de Bachelet)", explica Ominami, quien atribuye el retroceso del PBI chileno durante estos últimos cuatro años a factores externos, por la caída del precio del cobre a nivel internacional. 

Entonces, el crecimiento y las reformas de los 90 consolidaron en Chile una clase media emergente fuerte, y parte del descontento que existe ahora en el país se debe, según explica el expresidente Ricardo Lagos, a la "trampa del ingreso medio". ¿Qué significa esto? Que el país ya no es pobre, pero tampoco genera la riqueza suficiente para satisfacer las demandas de la clase media que emergió, añade el exmandatario.  


[Foto de cabecera: Efe]

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