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Esa literatura escrita por mujeres muy poco conocida del periodo colonial

Una nueva investigación da luces sobre la variada producción letrada de las mujeres que vivieron entre el siglo XVI y el XVIII en las colonias de España y Portugal. Conversamos con la investigadora y editora Rocío Quispe Agnoli a propósito de este nuevo libro.

Publicado: 2017-09-25

Contadas son las mujeres que suelen señalarse en la historia de la literatura colonial. Aquellas elegidas para representarlas son pocas y son propuestas como casos excepcionales en medio de un canon literario dominado -construido- por hombres. Una nueva publicación, sin embargo, quiere probar que existió una producción letrada mucho más rica y grande que aquella que vive bajo la asunción -errada- de que la producción discursivas de las mujeres, en especial de entre el siglo XVI y el XVIII, es limitada y sin relevancia.

Women's Negotiations and Textual Agency in Latin America, 1500-1799 es un conjunto de ensayos que apunta a recuperar las voces de las mujeres de ese periodo, así como reparar en los mecanismos a través de los cuales ellas participaron en la creación de textos y documentos hallados en los archivos de la América Latina de la colonia. Adaptación a las normas sociales por parte de descendientes indígenas, protectoras de memorias y voluntades de fallecidos, crítica de estereotipos de género en la prensa, son algunos de los tópicos abordados por estas mujeres que vivieron en las colonias de España y Portugal durante esa periodo.

El libro está en inglés y se encuentra a la venta en Amazon. Las editoras son Rocío Quispe-Agnoli, catedrática de Michigan State University, y Mónica Díaz, profesora asociada de la Universidad de Kentucky. Además de la introducción de las editoras, incluye ensayos de Jeanne Gillespie (Universidad del Sur de Mississippi), Karen Graubart (Universidad de Notre Dame), Sara Guengerich (Texas Tech University), Mariselle Meléndez (Universidad de Illinois en Urbana-Champaign), Stacey Schlau (West Chester University), Yamile Silva (Universidad de Scranton), Rachel Spaulding (Emporia State University) y Nancy van Deusen (Queen’s University).

A propósito de estas investigaciones conversamos con una de sus editoras, Rocío Quispe-Agnoli, para nos cuente algunos detalles de esta especial publicación.


¿Cuál es la importancia de reivindicar a través de este libro estas voces diversas?

El estudio de la producción cultural y textual de las mujeres en España, Portugal y América Latina entre los siglos XVI y XVIII ha evolucionado significativamente en los últimos treinta años. Muchos hallazgos imprevistos en archivos y colecciones especiales han contribuido a la expansión del corpus de textos que se estudian y han también reafirmado la importancia de hacer más investigación de textos desconocidos y archivos poco explorados. Investigaciones recientes que se han llevado a cabo desde varias disciplinas han traído al frente la discusión sobre la investigación de archivo, la formación de dichos archivos, y los desafíos que significa enfrentarse a ellos e interpretar sus contenidos. A pesar de que las mujeres han sido históricamente minimizadas en estos archivos, sus voces se encuentran en ellos en abundancia, mucho más de lo que se asume. A partir de esta premisa, propuesta por Nupur Chaudhuri, Sherry Katz y Mary Elizabeth Perry en un volumen de ensayos que prepararon sobre el tema (Contesting Archives: Finding Women in the Sources), el libro que presentamos aquí trata no solo de recuperar las voces y acciones de mujeres de nuestro pasado colonial, sino también de analizar y discutir los medios y estrategias que dichas mujeres utilizaron para autorizarse a sí mismas y participar en la creación de documentos y textos que residen, aún invisibles, en archivos y bibliotecas sobre América Latina.  

Como nota adicional me gustaría indicar que la imagen que aparece en la portada del libro recoge un conjunto de nombres de mujeres reales del archivo colonial peruano, tal como están escritos en sus documentos.


Suele tenerse la idea de que las mujeres, durante el periodo que aborda este grupo de ensayos, es uno muy limitado para ellas en términos de acceso a la cultura y producción discursiva, ¿qué tan cierta es esta afirmación o qué se puede matizar al respecto?

Esta es justamente una de las ideas asumidas acerca de las mujeres del  pasado: que no tenían actividad como lectoras, escritoras o consumidoras de cultura letrada. Uso el término “consumidora” como una alternativa o suplemento de “lectora.” La lectura era una habilidad que se adquiría con instrucción. Pero también hay que recordar que la lectura en voz alta era una práctica familiar bastante común y cotidiana en las familias de las clases sociales que podían adquirir libros. No obstante, mujeres de clases socioeconómicas sin muchos recursos podían estar expuestas al consumo de ideas a través de la lectura en voz alta de sus patrones. En todo caso, observamos también que las mujeres tenían conocimiento de las diferentes clases de documentos legales que podían utilizar para hacer pedidos, reclamos, defensas o acusaciones. Es cierto que en estos casos solían usar los servicios de un mediador de la palabra escrita (notario, secretario, escriba) a quienes pagaban para la producción de sus textos. En todos estos casos observamos cómo las mujeres del pasado colonial latinoamericano utilizaron la palabra escrita para registrar sus experiencias y participar activamente en la creación del archivo colonial.  

Ahora bien, hay que recordar la negociación entre la mujer y la cultura letrada de su tiempo, a sabiendas de sus limitaciones. En estas negociaciones ¿quién tenía el poder y la autoridad para representarse en estos documentos? Lo que queremos señalar es que la mujer no era una instancia pasiva que se dejaba simplemente representar por sus contrapartes masculinas sino más bien tenía la capacidad, y muchas veces la intención, de representarse a sí misma y tomar control de su voz a través de textos cuya escritura delegaban en otros por razones pragmáticas. Y aún así, podemos “oírlas” en sus documentos.

¿Qué deseos se hacen manifiestos en estos documentos revisados en los distintos ensayos?

Las mujeres cuyas historias se recogen en los ensayos de este volumen vivieron en las colonias de España y Portugal y tenían diversos perfiles étnico-raciales, sociales y económicos. Algunas de ellas fueron esclavas africanas que consiguieron su libertad, se convirtieron en agentes fiduciarios de sus parientes o amigos y se preocuparon por dejar registrada su última voluntad para proteger a sus seres queridos. Otras llegaron de Europa y se instalaron en el Nuevo Mundo como parte de empresas colonizadoras de sus padres, hermanos o esposos. Una vez aquí, muchas de ellas quedaron huérfanas o viudas y tuvieron que recurrir a la palabra escrita y los textos legales para hacerse escuchar y reclamar derechos o recompensas por los servicios prestados por sus parientes o por ellas mismas. Este el caso de Isabel de Becerra, que mencioné antes, María de los Cobos y Mariana Osorio y Narváez en el Río de La Plata. También se encuentran las mujeres indígenas que se enfrentaron a los cambios de reglas, valores e instituciones que trajo consigo la invasión europea. Por un lado, prestamos atención a los textos que ha dejado la mujer indígena prehispánica como la poeta Macuilxochitl y los rituales de las mujeres Matlazinca en México antes de la llegada de Hernán Cortés. Por otro, reconocemos también los casos de las hijas y esposas de los reyes incas que tuvieron que adaptarse a nuevas reglas de comportamiento así como valores sociales y religiosos al mismo tiempo que intentaban preservas privilegios para sus familias y descendientes. Este fue el caso de Inés Huaylas Yupanqui, la primera concubina de Francisco Pizarro y madre de Francisca Pizarro, la primera mestiza del Perú; María Cusi Huarcay, esposa del Inca Sayre Túpac, y Magdalena Mama Huaco. Consideramos también el caso de beatas criollas y africanas que tuvieron negociaciones discursivas y textuales con la iglesia y la Inquisición en Lima y en Brasil, como Angela Carranza, Luisa Melgarejo y Rosa María Egipciaca.  

En todos los textos producidos por estas mujeres, hay por lo menos dos grandes temas en común: la supervivencia en un mundo desconocido y hostil, y la preocupación por recobrar o mantener privilegios y rentas que aseguren su subsistencia. A estas preocupaciones se añaden las de las mujeres del siglo XVIII que participaron en la prensa para criticar estereotipos genéricos que se asumen en detrimento de las mujeres.

¿Qué posición crees que ocupa este libro en relación a otras investigaciones? Sobre todo las relacionadas con la producción literaria de esta época y en relación, además, con los otros esfuerzos de hacer visible las voces diversas que no suelen ser tan visibles cuando se revisa la historia y la literatura.

Los ensayos en este volumen prestan atención al conocimiento y preocupaciones cotidianas de las mujeres de nuestro pasado colonial, especialmente entre los siglos XVI y XVIII, y las huellas que estas mujeres han dejado a través de varios géneros textuales de estos siglos. Desde esta perspectiva, consideramos a las mujeres de la época colonial no solo como agentes de devenir histórico sino también como autoras de registros escritos producidos por su propia mano o por medio de colaboraciones, dictados, o reescrituras de sus testimonios orales. Para poder abordar los textos de las mujeres coloniales, los contribuyentes de este volumen utilizan dos conceptos clave: “voz” y “texto”. Como indica Nancy van Deusen en su ensayo sobre la beata Angela de Carranza en Lima del siglo XVII, ambos conceptos son altamente polisémicos. Por un lado, “voz” indica la intención femenina de participar en la producción de textos que, en muchas ocasiones, se pusieron en papel y tinta gracias a la mediación de un escriba. Este fue el caso de aquellas mujeres que fueron cuestionadas por la Inquisición, o las mujeres afroperuanas que hicieron testamento para proteger a sus seres queridos, o a la poesía que dejaron las mujeres indígenas prehispánicas. “Texto,” por otra parte, se aplica a la producción cultural y documental de mujeres, a la cual no se le ha prestado atención. Entre ellos encontramos los casos de mujeres que escribieron cartas y peticiones así como aquellas que contribuyeron a la prensa de su tiempo como he indicado antes.  

En suma, hay una gran cantidad de experiencias femeninas que se encuentra depositada en los archivos y permanecen en la periferia del canon letrado. Los ensayos que recogemos en este libro nos permiten ver ejemplos de mujeres como portadoras de conocimiento que utilizaron la palabra escrita a su favor. Las mujeres de nuestro pasado colonial escribían acerca de acomodos sociales, orgullo étnico, poder económico, preocupaciones familiares, creencias religiosas, expectativas de comportamiento femenino y sus transgresiones. Cada uno de estos temas constituyó una plataforma a partir de la cual podemos echar un vistazo al forjamiento y transformaciones de las identidades femeninas en las sociedades latinoamericanas coloniales. Esperamos entonces que este libro motive a más colegas, estudiantes y lectores en general, a indagar sobre las mujeres y la palabra escrita en nuestro pasado histórico—es un mundo fascinante por descubrir.

sor juan inés de la cruz, mujer emblemática en la historia de la literatura escrita en latinoamericana.


¿Son estos testimonios y voces parte de un canon literario?

Depende de varios factores. Nuestra reflexión parte de la distinción entre “canon” y “corpus” que Walter Mignolo desarrolló en dos artículos suyos sobre la crítica literaria que deja(ba) de lado cualquier texto que no participara de las características fijadas para el canon letrado de una época determinada. Son artículos muy útiles para ayudarnos a entender que el canon es un constructo regido por una serie de factores que incluyen, entre otros, el mercado del libro.  

En la historiografía así como en la crítica literaria hasta entrada la segunda mitad del siglo XX, se han caracterizado a los textos de mujeres como esfuerzos individuales e historias personales sin importancia para la cultura letrada. Esto lo vemos en los casos de la española Isabel de Becerra y Mendoza que participó en la colonización del Río de La Plata, en el de las mujeres de la nobleza inca que fueron testigos clave de las disputas territoriales entre incas y españoles, así como de las mujeres criollas que expresaron sus ideas y opiniones acerca de las expectativas sociales para hombres y mujeres en periódicos del siglo XVIII.

Como estas historias y experiencias se consideraban de naturaleza personal o privada, sus textos han quedado fuera de consideraciones críticas. En este sentido, se les relega a la categoría de “corpus” que supone un conjunto de textos que no se publican, no circulan, no se leen, no se consumen. Sin embargo, la idea de “corpus” también implica un espacio de enunciación y creación que es fluido, flexible, maleable.

Todos los ensayos en este volumen ilustran lo que sucede cuando miramos a estos textos que se han quedado en la periferia del canon. Encontramos un conjunto de voces que se expresan directa o indirectamente y que manifiestan una consciencia y punto de vista femeninos acerca de su entorno. Estamos convencidas de que vale la pena explorarlas y considerarlas en el estudio de la cultura letrada latinoamericana así como su historia.

Hasta hace poco, el canon de la crítica literaria consideraba a poquísimas mujeres como dignas de su centro como Sor Juana Inés de la Cruz. No obstante, Dorothy Schons, la gran estudiosa de Sor Juana en la primera mitad del siglo XX, se enfrentó al rechazo de profesores y colegas cuando decidió estudiar la producción de la monja mexicana ya que más de uno le dijo que tal estudio, en el que además se preguntaba por la voz femenina más allá de los filtros masculinos del canon del Barroco y el Siglo de Oro, era un esfuerzo inútil e improductivo. En el caso del Perú, por ejemplo, las dos escritoras que han sido consideradas por el canon se conocen por medio de pseudónimos, Clarinda y Amarilis. Y, en el caso de Clarinda, dicho nombre le fue dado por un crítico español. Si bien los textos de Sor Juana, Clarinda y Amarilis han sido estudiados por la crítica literaria que les permite entrada al canon letrado, también se les presenta como casos aislados, únicos e irrepetibles.

Con este libro queremos llamar la atención a este punto: mirar más allá del canon letrado que tiene una vista parcial de la producción textual femenina y, más bien, empezar a reconstruir constelaciones textuales producidas por mujeres que permanecen aún desconocidas. Proponemos cuestionar, repensar, y descentrar la idea del canon letrado para dar entrada a sujetos que han sido históricamente desplazados de él por una cuestión de género (mujeres) o de raza y etnía (indios, africanos). Esto lo vemos todavía cuando observamos la enorme diferencia de atención crítica literaria que se le da al Inca Garcilaso de la Vega en contraste con Guamán Poma de Ayala y Santa Cruz Pachacuti Yamqui, para dar un ejemplo que no se define por el género.


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Escrito por

Daniel Ávila

avilamonroydaniel@gmail.com


Publicado en

Redacción mulera

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