"Quería pocas páginas y una gran densidad", nos dice Alina Gadea (Lima, 1966).La narradora, que en el diálogo hace cada tanto una pausa , le imprime un ritmo similar a Destierro (Emecé Editores, 2017), la novela corta que acaba de publicar y que aborda una ruptura de una pareja desde la perspectiva de una mujer. La oferta al lector es la suma de las piezas de un rompecabezas emocional, ese que resulta cuando el amor y la confianza se acaban. En esa búsqueda, la narradora vuelve al pasado, a la soledad de la infancia y al machismo que se inocula en la crianza.
"Todos tenemos una parte muy oscura, de miseria humana y no necesariamente somos del todo villanos. También tenemos aspectos luminosos. Comportamientos que tiene una razón de ser", dice la autora que tras especializarse en las ciencias jurídicas inició una carrera literaria que cuenta con varios títulos como las novelas Otra vida para Doris Kaplan (2009) y Obsesión (2012), además de haber participado en varias antologías de cuento.
- ¿Por qué escoger una forma minimalista para abordar una ruptura amorosa?
- Puede ser una historia común la separación de dos personas que involucra el rompimiento de una familia pero el reto era contarlo de una manera diferente. Poder disponer de un lenguaje particular para que la historia pudiera transmitir las sensaciones que deseaba plasmar. Toda esa sangre que son las emociones. Para eso escogí una estructura fragmentada, con ese lenguaje conciso pero lleno de figuras, que fuera muy visual de lo que compone esa pequeña catástrofe que es una separación. Justamente por eso sacrifiqué muchas páginas. Quería llegar a esa concisión. Decir lo más posible en menos palabras. Que se hiciera palpable y se pudiera palpar lo que estaba sintiendo el personaje-narrador.
- Este personaje, a pesar de la separación, no se libera completamente. Queda prisionera. ¿Qué querías transmitir con esta protagonista?
Efectivamente. La casa termina siendo como una jaula y fuera de ella hay una prisión interna. Y justamente el título, Destierro alude a eso porque seguía siendo un nido tibio:un hogar, una especie de lugar sagrado. Y al estar fuera de él, uno queda como expulsado. Las ataduras y la libertad, realmente, está dentro de uno. Yo quería hacer una exploración sobre el encierro, el miedo de romper un núcleo y también, por qué no, hablar sobre la superación de eso. Entregarse a la libertad no es fácil cuando se ha perdido la perspectiva de ser libre.
- ¿Cuáles son los riesgos que conlleva, dentro de la ficción, centrar la mirada en las emociones y no tanto en los hechos?
Precisamente porque los parámetros de la narrativa actual tienen que ver mucho con la acción, a mí me interesaba más lo que ocurría al interior de los personajes. No solamente en la mujer, quien es la que lleva la historia acá, sino también en el hombre y los hijos. Construir psicológicamente a los personajes haciendo una especie de psicoanálisis. ¿Por qué la mujer y el hombre actúan así?, ¿por qué están moviéndose en el mundo de esa manera? Y esto tiene que ver mucho con la infancia. Uno de los temas secundarios que tiene la novela es la maternidad. Creo que todas las madres, sin quererlo, podemos hacer daño a los hijos durante la crianza de distintas maneras.
- Para repartir esa represión en los personajes me imagino que has tenido varias herramientas, ¿qué otros campos del conocimiento has explorado para poder hacerlo?
Son temas que a mí me han inquietado. Como escritora una observa y trata de explicarse, ponerle un poco de orden a todo ese caos que es la vida real a través de la ficción o, por lo menos, sistematizarla. Y de alguna manera crear una explicación.
Yo sentía que la represión puede estar presente en la infancia, en distintas formas, y lo plasmé en esas dos mujeres mayores, esas dos abuelas (las madres de los protagonistas). Y junto con la represión hay otros temas, como la soledad en la infancia o la crueldad que puede haber en algunas familias, así como los cuadros conservadores de ciertas estructuras sociales , sobre todo en el caso de la madre del personaje-narrador.
- Tú eres una escritora que se maneja tanto en el cuento como en la novela. ¿Cómo saber el género de las historias? ¿Lo decides desde que concibes la idea o mientras vas escribiendo?
Uno siente cómo viene la historia. Si viene como una cajita perfecta que hace click como es el cuento o si es una historia que va a poder abordar meandros, ventanales y una serie de cosas de por medio y que se va a poder bifurcar. Eso es una novela. Ahora es interesante que en el caso de La casa muerta, lo concebí como un cuento de veinte páginas. Luego no contenta con eso, sentía que quería continuar explorando ese mundo. Entonces, el cuento lo volví novela. No se puede decir que lo alargué sino que lo anché porque no es que siguiera eternamente.Tenía más a los lados, más bien. Ese es un experimento que hice pero solo en ese caso. Destierro siempre surgió como una novela corta. Necesitaba tener el aliento suficiente para poder contar semejante cantidad de sensaciones y un proceso interno tan largo como la separación de dos personas y el rompimiento de una familia.
[Foto de portada: Patricio Lagos]