Quacquarelli Symonds acaba de difundir su reciente ranking (2017-2018) sobre las mejores universidades del mundo —uno de los de mayor referencia internacional y que incluye a 959 instituciones de 84 países— en el que no se ven mayores cambios respecto a su medición anterior (2015-2016). Es decir, lo sigue liderando EEUU, con el MIT, Stanford y Harvard, en ese orden.

El top ten lo monopolizan universidades estadounidenses y del Reino Unido. En la décima casilla se cuela el Instituto Tecnológico Federal de Suiza. 

"Por sexto año consecutivo, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) encabeza nuestro ranking de las mejores 1.000 universidades del mundo. De hecho, las cuatro universidades principales están todas en EEUU, con Stanford, Harvard y el Instituto de Tecnología de California luego del MIT".

¿Y América Latina?

En este QS World University Ranking, que mide y evalúa seis criterios, la única casa de estudios de Latinoamérica que sigue figurando entre las 100 primeras es la Universidad de Buenos Aires (la UBA, que es pública).

La UBA incluso mejoró diez posiciones respecto de la medición anterior.

En el caso peruano, se mantienen las tres universidades —dos privadas y una pública— que estuvieron en el ranking anterior: la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la Universidad Peruano Cayetano Heredia. Pero solo la primera está entre las 500 mejores, mientras que las otras dos siguen en el rango 801-1.000.

Además, la PUCP mejoró varias posiciones, al pasar del puesto 481 al 431.

¿Qué mide el ranking QS?

Para elaborar este listado, Quacquarelli Symonds evalúa la reputación académica de las universidades y cómo influye en sus graduados, según los empleadores, así como la relación entre facultad y estudiante y su capacidad para atraer alumnos y docentes de todo el mundo. 

El criterio que tiene mayor peso, según la metodología de este ranking, es el de reputación académica (40%), que se basa en una encuesta realizada a más de 70 mil expertos en el ámbito de la educación superior en el mundo. Es la muestra más grande del mundo sobre opinión académica en términos de tamaño y alcance.

Otro aspecto determinante son los niveles de inversión. Así, las instituciones de países con altos niveles de inversión focalizada, sea a través de aportes privados o públicos, son las que más están avanzando.

Uno de los factores con mayor relevancia en esta evaluación es el impacto global que tienen los trabajos de investigación de las universidades. Esto, por ejemplo, es determinante para que la UBA se mantenga en el top 100. Entre 2011 y 2015, sus publicaciones científicas fueron citadas 44.000 veces, lo que equivale a cerca de la mitad del impacto científico total de Argentina.

¿Miden realmente la calidad de la educación superior estos rankings?

Esta es una discusión vigente en el mundo académico. Algunos consideran estos listados inaceptables y cuestionan su carácter y legitimidad, mientras otros los defienden porque creen que es de los pocos indicadores importantes que hay para que los gobiernos y programas de financiamiento identifiquen dónde invertir o los estudiantes elijan mejor a dónde postular, por ejemplo. 

En el primer grupo está el mexicano Felipe Martínez, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, quien ha investigado las tendencias en los rankings de educación superior. Este académico concluyó que las "limitaciones metodológicas son tan graves que no justifican su pretensión de ser confiables para evaluar a las universidades".

"Estos rankings son ejemplos de metodología pobre, que se combina con fuerte impacto mediático, lo que lleva a usos que no pueden sustentar decisiones que lleven a mejoras reales de la calidad (...) ¿Cómo saber si Berkeley y la UCLA, con otras ocho instituciones, que forman el sistema de la Universidad de California, deben considerarse por separado o como un todo? La misma pregunta procede en cuanto al tratamiento de las facultades de estudios profesionales de la UNAM, las unidades de la Autónoma Metropolitana y la Universidad de Guadalajara o los campus del Tecnológico de Monterrey, o las universidades en que se dividió la Universidad de París".

Así, Martínez sostiene que en estas evaluaciones "se tiende a tratar a todas las instituciones por igual, lo que no parece correcto; pero con base en evaluaciones no adecuadas ocurre algo peor: las diferencias de trato no tienen qué ver con méritos objetivos, sino ilusorios".

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