Kosaka Kumiko, una monja católica de origen japonés, fue acusada por la Fiscalía de Argentina por su implicación en un sonado caso de abusos sexuales contra menores de un colegio para sordomudos en la provincia de Mendoza.

“Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios”, dijo la religiosa de 42 años antes de ser detenida, aún con su hábito puesto, pero un chaleco antibalas. Su historia es de terror. La fiscalía la acusa de ayudar y encubrir a los sacerdotes que, durante años, abusaron sexualmente de los niños sordos bajo su cuidado en el Instituto Provolo de Mendoza.

Kosaka Kumiko llegó al colegio en el 2007 desde Japón. Según la defensa de las víctimas, esta mujer de apariencia apacible fue durante seis años fue "el demonio con cara de mujer" detrás de las violaciones. 

Y aunque la monja se ha declarado inocente, luego de estar prófuga durante más de un mes, los testimonios de sus propias víctimas la hunden. En marzo pasado, una adolescente contó que, cuando tenía apenas cinco años de edad, Kumiko le colocó un pañal para disimular el sangrado que le causó la violación sistemática a la que la sometían varios sacerdotes.

El instituto provolo de mendoza, en argentina. (Telám)

De acuerdo con la acusación de la fiscalía, la religiosa japonesa  tenía también la misión de seleccionar a los niños más “sumisos” y entregarlos como presas a los curas pedófilos.

El caso del Instituto Provolo de Mendoza conmocionó a Argentina en diciembre del año pasado, cuando la justicia de ese país detuvo a los sacerdotes Nicolás Corradi, de 82 años, y Horacio Corbacho, de 56, acusados de "abuso sexual agravado con acceso carnal y sexo oral" contra al menos una veintena de niños hipoacúsicos de entre 10 y 12 años.

El escándalo fue creciendo a medida que se conocían los relatos de los alumnos que eran forzados a practicar sexo oral en presencia de los curas. Incluso algunos fueron violados y golpeados.

Corradi era la cabeza de este infierno que padecieron decenas de menores. El cura había llegado a Argentina en la década del 60 desde el Instituto Antonio Provolo de Verona, Italia, donde ya tenía decenas de denuncias de violación de menores. Pero la Iglesia, como a tantos otros violadores con sotana, no solo lo protegió, además lo mandó a Sudamerica para que siga haciendo de las suyas.

Kumiko fue la principal cómplice de Corradi, según las investigaciones. La monja japonesa forma parte de la congregación Nuestra Señora del Huerto y, desde su llegada al Provolo de Mendoza, tuvo a su cargo el cuidado de los 43 niños que en 2007 dormían en el instituto. Las víctimas, que son ahora adolescentes, poco a poco, se han animado a hablar y a relatar los padecimientos que Corradi y otros curas les hicieron padecer, con la complicidad de Kumiko.

Lee también:

El caso del cura pedófilo argentino que ha sido condenado a 15 años de cárcel