El 17 de abril se realizó el debate “Género: ¿ideología o enfoque?”, en el que participaron un conocido grupo argentino reaccionario, integrado por Agustín Laje y Nicolás Márquez, frente a un grupo de liberales.

La previa a este debate estuvo marcada por una serie de críticas contra Estudios Generales de Letras de la PUCP por permitir que un grupo de personas auspiciadas por el Sodalicio sean parte de una discusión.

No obstante prevaleció el criterio de que todas las ideas deben someterse a debate y que es ahí donde se ganan las batallas.

Eduardo Villanueva Mansilla fue el responsable de moderar esa mesa. En su página de Facebook comentó su experiencia en esa labor. Y de acuerdo a lo que narra, no fue tan buena: por la calidad de los argumentos y los prejuicios que por allí discurrieron.

"El debate, he de decirlo, fue más bien malito. Las posiciones de los argentinos fueron predeciblemente predecibles, una suerte de vale todo de las justificaciones sobre por qué el genero es un peligro para la civilización, incluyendo la relativamente novedosa proposición que la conspiración marxista post-muro de Berlín, diseñada desde la Escuela de Frankfurt, usa a los tontos útiles, es decir el centrismo liberal bien pensante, como fachada para agudizar las contradicciones y así provocar la crisis del capitalismo. Descabellado la verdad, y relativamente fácil de desbaratar".

¿Y el grupo de liberales?  

"Optaron por ir al ataque, pero superficialmente, con argumentos que realmente sonaban a grupo de estudio de los antes, a ver quién citaba más autores más veces. Si estuve a punto de llamar la atención a alguien fue a ellos, que deslizaron ataques ad hominem no muy logrados y que usaron el privilegio de cerrar para mencionar que los argentinos eran auspiciados por el Sodalitium, cosa que hubiera sido interesante plantear al inicio pero no cuando el rival no podía contestar. En general parecían más interesados en lucirse delante de sus amigos que en realmente debatir, lo que me refuerza la idea que el liberalismo peruano es tan desbordadamente cosmopolita que se imagina en debates en Viena o Londres pero no en Lima: no le hablaban a los presentes, se hablaban desde ellos hacia ellos. Serio defecto argumentativo".

En esta mesa, según Villanueva, hubo un perdedor, y ellos fueron "los que pidieron que no se hiciera el debate". Para el moderador, el motivo de no cerrarse a lo que debió ser una discusión con buenas ideas se debe a que se creó la oportunidad para que los invitados se explayen y así dejen "en claro la debilidad de sus argumentos".


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