Invitadas muleras: Iana Málaga y Cecilia Niezen

A inicios de este año las perspectivas de crecimiento económico estaban por encima de 4% del PBI. Febrero y marzo han transformado completamente la fotografía y los impactos del fenómeno Niño Costero se harán sentir con fuerza en la economía. En opinión de Farid Matuk, ex jefe del INEI, este año no se registrará crecimiento. 

En una economía que en promedio ha crecido 6% entre el 2003 al 2013, impulsada principalmente por el precio de los minerales, no crecer tendrá efectos claramente adversos. “Los tres primeros puntos de impacto van a ser los centros comerciales, pues no hay dinero para pasearse. En la salud habrá un retorno a los servicios públicos, y en la educación, un vuelco de las universidades privadas a las públicas porque ya no hay dinero. El precio de las materias primas se ha reducido”, explica.

¿Qué hacer frente a este escenario? Matuk recomienda adoptar de manera temprana los patrones de consumo anteriores al año 2000. En lo que respecta al Gobierno, el economista apunta a mejorar la baja tributación (14% del PBI aproximadamente) existente respecto de los altos ingresos que se generan: “Cuando uno mira la meta del Gobierno de ingresar a la OCDE, y mira la presión tributaria de este grupo, es básicamente el doble de lo que conocemos ahora. Y no es el doble porque todos los vendedores de los semáforos van a pagar impuestos. Es el doble porque los que los que tienen altos ingresos pagan el doble”, opina.


El INEI y las cifras de la pobreza

Las cifras oficiales señalan que un 21% de peruanos se encuentra en la condición de pobreza monetaria. Esta cifra parece contradictoria con el 41% de menores de 5 años que padece de anemia en el país. Consultado sobre este punto, Matuk apunta a que el concepto de la pobreza monetaria es condicional: se trata de cuánto ingreso tendría una persona para no ser considerado pobre por el INEI. “En el mundo de los hechos hay anemia. Más anemia que pobreza. El resultado sería que la gente es anémica porque quiere, lo cual es contradictorio”.

De acuerdo con Matuk, si las cifras oficiales de pobreza monetaria son ciertas, lo que se tendría es que las personas optan voluntariamente por la anemia. “Nadie decide ser anémico. La realidad es que en el hogar, la canasta de alimentos que se tiene no permite tener una adecuada cantidad de hierro”.

El especialista sugiere, por ello, mirar con mayor atención el déficit calórico que padece un 30% de la población. Este grupo no alcanza a ingerir las suficientes calorías que la OMS recomienda como mínimas. Es la pobreza alimentaria que está estancada y que no se subraya como sí se hace con la pobreza monetaria. “Yo haría un índice compuesto de naturaleza básicamente biológica, que es la cantidad de calorías que las personas consumen, cuál es la condición de anemia de los niños y cuál es su condición de desnutrición”, dice. Con ese índice combinado de pobreza, asegura, tendríamos una mejor idea del bienestar físico de los hogares, no del bienestar monetario de los hogares que es la cantidad de plata en los bolsillos que no significa que la calidad de vida de las personas sea mejor. 

"La PET (población económicamente activa) crece al 2,5%. Si el empleo formal crece por debajo del 1% entonces la diferencia se va al empleo informal".


EXPLOTAR BIG DATA

Tener mejores mediciones sobre pobreza y desigualdad es clave. Matuk considera que al presente el Estado peruano no explota lo que hoy se conoce como Big Data. “Tenemos un DNI en RENIEC prácticamente universal, el Ministerio de Educación tienen fichas en computadoras (cerca de 3 millones), el Ministerio de Salud registra a las personas que van a una posta médica y existe la planilla electrónica del Ministerio de trabajo”, indica.

Entonces, según Matuk, si se pudiera fusionar las bases de datos que tienen las diferentes instancias del Estado, habría varios componentes redundantes con las encuestas del INEI (información repetitiva), explica. “El diseño que ahora tenemos de encuestas es de la época de cuando no existía Internet. Todo se anotaba en libros”, precisó. Y es allí donde se deben hacer cambios, en palabras del economista. 


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