Por: Sebastián Higueras (Lima Cómo Vamos ) / Foto de portada: Andina

Lo más trágico del desastre que aún se está desarrollando en 17 distritos de Lima y en varias otras ciudades del país es que lo podríamos haber evitado. Con una planificación urbana bien concebida que incluya políticas urbanas de gestión de riesgos eficientes, habríamos sabido prevenir y responder a los huaycos e inundaciones que hace días vienen azotando nuestra capital. 

¿Cómo se gestiona el riesgo? ¿Cómo hacemos de nuestras ciudades espacios resistentes y seguros ante los inevitables fenómenos naturales? El primer paso es entendiendo nuestra ciudad y su vulnerabilidad, y la manera en que ésta se distribuye de forma desigual sobre el territorio.

Según el informe “Vulnerabilidad urbana: evaluando los nuevos factores de riesgo en Lima Metropolitana”, la vulnerabilidad no se reduce a lo que tradicionalmente conocemos, como el que las personas se establezcan en áreas no aptas para la vivienda, como laderas o quebradas; o que las viviendas sean autoconstruidas. También, y sobre todo, existen las vulnerabilidades estructurales. En esta categoría entran una serie de variables que convergen en una capacidad de anticipación, resistencia y recuperación menos que adecuada ante las emergencias: la poca confianza entre habitantes, una ciudadanía e instituciones precarias, autoridades poco preocupadas por el funcionamiento de la ciudad, la corrupción, y, en general, ignorancia respecto a los grandes riesgos que se ciernen sobre Lima, y sobre cómo actuar en caso de un fenómeno natural. Todos estos puntos contribuyen a crear para Lima un tejido social poco preparado para enfrentar los fenómenos naturales.

foto: david huamaní

Aunque algunos tipos de amenaza afectarían a toda la ciudad (un importante aumento de las lluvias, por ejemplo), la vulnerabilidad tiende a concentrarse de manera desproporcionada sobre el territorio de la ciudad. Mientras más profunda sea la pobreza, menos capacidad de decisión y de acción se tiene, y más vulnerable se es a los riesgos. Contrariamente a lo que en las redes sociales se ha podido discutir estos últimos días, la poca educación no es la razón por la que los afectados por los huaycos se asentaron donde lo hicieron. Son la pobreza y la desigualdad las que restringen a varios limeños a no tener ninguna otra opción más que poner a diario sus vidas en riesgo, sin la preocupación de un Estado que, volviendo a nuestras vulnerabilidades estructurales, se los permite. Una planificación urbana bien diseñada y eficaz debe proponerse como meta reducir la vulnerabilidad estructural, para así lograr que, poco a poco, se solidifique, tanto del lado del Estado como de la ciudadanía, una cultura de gestión de riesgos.

Urge entonces que tanto funcionarios públicos como ciudadanos tomemos conciencia de las muchas y peligrosas vulnerabilidades que socavan nuestra ciudad. Urge que nuestras autoridades incorporen estos conocimientos básicos en sus políticas y sus discursos. Urge también que las entidades a nivel de Lima Metropolitana encargadas de atender a la gestión de riesgos (en especial la Gerencia de Ambiente de la Municipalidad Metropolitana de Lima) se articulen y comuniquen mejor con las entidades correspondientes a nivel nacional (La Presidencia del Consejo de Ministros, el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Vivienda) y varios otras de cooperación internacional, además de con SEDAPAL y otros proveedores de servicios básicos como comunicaciones, luz e incluso transporte. Solo así podremos contar con políticas públicas eficientes y estrategias integrales que respondan a nuestra realidad y reduzcan la vulnerabilidad urbana, y que eviten que desastres como el que se ha estado desplegando en los últimos días vuelvan a manchar nuestra memoria.

De haber apostado por una ciudad bien planificada que asuma y enfrente el entramado de condiciones que hoy nos ha llevado a esta tragedia, no cargaríamos con la culpa de haber permitido que haya tres fallecidos en Lima Metropolitana, ni tampoco con la culpa de haber permitido que nuestros vecinos limeños, hasta la fecha cinco mil damnificados, lo pierdan todo. Amenazados por una naturaleza intensa e impredecible y vulnerabilidades cada vez más endémicas, esperemos que en medio de la tragedia surja la oportunidad de replantear el crecimiento de la ciudad y de implementar soluciones poco populares pero altamente necesarias, como por ejemplo mantener intangibles el paso de los ríos. Para ello es necesario poner en marcha políticas sociales y urbanas que aseguren que no se está dejando a la población más vulnerable en una situación inmediata de mayor pobreza. Esperemos también que la coyuntura se vuelva un punto de inflexión que nos lleve a nosotros, ciudadanos, a reflexionar seriamente sobre la ciudad que queremos, y a exigir, de ahora en adelante, una Lima planificada, inteligente, segura y resiliente.


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