Lo llamaba "el castillito o castiguito" y consistía en quitarles un zapato y la media para luego sobar el pie del escolar contra sus genitales hasta llegar al clímax. Esta es la forma de "educar" que Juan Borea utilizó como profesor y director del colegio Héctor de Cárdenas. Diferentes promociones, 15 víctimas que han tenido la valentía de denunciar y es probable que sean muchos más.  

La primera denuncia pública fue realizada por Rafael Salgado y a esta se fueron sumando otros testimonios y denuncias de corte sexual contra Borea, quien gracias a su gran carisma fuera de las aulas se convirtió en miembro permanente del Consejo Nacional de Educación y jefe de gabinete de asesores del Ministerio de Educación.

Quien lo veía desde afuera lo consideraba una figura respetable en el ámbito de la educación, pero quien era "educado" por él lo consideraba una figura manipuladora y autoritaria, pero también amorosa y con valores. Una total paradoja.

“Borea era campechano, gracioso, neurótico, muy organizado y, en general, daba la impresión de estar visceralmente decidido a cambiar el mundo. Este rasgo me despertaba admiración, aunque siempre distorsionada por los eventos de abuso”, indicó el artista plástico Gabriel Acevedo para La República y Altavoz.pe.
“Era un personaje que tenía reacciones impredecibles y que hacía que le tengas miedo más que respeto. Las conversaciones con Juan eran amigables a no ser que lo contradijeras. Ahí él se volvía una persona prepotente, gritona y abusiva que llegaba a golpearte o a insultarte enfrente de todo el colegio si no hacías caso”, relató Javier Gutiérrez.

Alzar la voz ante injusticias, ser reflexivos y tomar acción para cambiar aquello que no está bien fueron algunas de las enseñanzas que Borea les dejó y son estas mismas las que los llenaron de valor para alzar su voz frente a los abusos que sufrieron a manos de él, a reflexionar respecto a su posición de víctima y a tomar acción a través de la denuncia. Ahora son 15, mañana, tal vez, sean muchos más.

“Él representó por muchos años una persona que me apoyó en los momentos más difíciles de la vida, cuando la posibilidad de estudiar en un colegio como el Héctor de Cárdenas era imposible… imagina, me daban un sol diario para ir al colegio desde San Juan de Lurigancho hasta Jesús María. Salía a las 6:45 a.m. y volvía por la noche”, relató Rafael Salgado, el primer denunciante de Borea.

Y se va convirtiendo en un común denominador los casos de abuso sexual, pues esta no es la primera vez que denuncian a Juan Borea. En 1999, la exalumna Inés Kudo buscó confrontar a su abusador por un incidente ocurrido una década atrás. Para ello, Kudo buscó al mejor amigo de Borea, Adrián Revilla.

“Con ese único testimonio, Adrián confrontó a Juan en su propio grupo de reflexión. Él reconoció que lo había hecho, reconoció la naturaleza sexual del abuso, pero dijo que fue todo en el pasado y que fueron cuatro o cinco alumnos y que hacía años no lo había vuelto a hacer. Contó una versión más “light" de lo que realmente fue. Lo conminaron a dejar el colegio y a hacer terapia, lo cual hizo. Todos sentimos que debimos hacer más, pero en ese entonces no teníamos más elementos para una denuncia pública”, explicó la exalumna Kudo, hoy especialista senior en educación del Banco Mundial.

¿Qué pasó entonces? Borea dejó el colegio por un año y se fue a una comunidad católica en Sicuani (Puno). Un año después regresó y esta vez ya no sería un docente más. A modo de ‘premio’ por abusar de menores de edad utilizando su posición de educador volvió como director del colegio Héctor de Cárdenas, puesto que ejerció hasta la última semana en el que fue denunciado por Salgado. ¿Esto no los hemos visto antes? ¿La separación del pederasta a un 'retiro' espiritual para su posterior regreso lleno de impunidad? Suena a Sodalicio, ¿verdad?

La República y Altavoz.pe se comunicaron con Revilla y reveló que en la mencionada confrontación “Juan nos dijo que todas las denuncias eran ciertas y que ya había dejado de hacerlo y que se iba a retirar a Puno. En ese entonces, ninguna víctima quiso hablar con nosotros y no pudimos hacer más”.

Los denunciantes que acaban de revelar los abusos que sufrieron a manos de Borea en su etapa escolar son Isamel Muñoz (31 años), Rafael Salgado (33), Diego López de la Fuente (30), Rodrigo Gutiérrez Morcos (37), Miguel Navarro (37), Daniel Kudo (39), Gabriel Acevedo (40), Kenneth O´Brien (40), Javier Olivera (41), Alonso Carcelén (41), Javier Purcallas (41), Javier Gutiérrez (41), Yehude Simon Valcárcel (42) y Emmanuel Piqueras (45).

Bienvenido al ‘castiguito’

Los errores e indisciplinas que suelen haber en los colegios eran comportamientos que Juan Borea no aceptaba por ningún motivo. Los utilizaba como excusa para humillar y doblegar a sus alumnos hasta someterlos al abuso sexual. Así lo revelan los siguientes testimonios.

“Estando en primero de media, en 1995, con doce años un día llevé unas zapatillas de colores al colegio. Juan Borea me paró delante de la formación y me preguntó si venía del circo. Todo el mundo se rió. Luego de la formación me dijo que vaya a su cuarto, ahí me dijo que por esa falta me suspendía del colegio o podía hacerme un castigo físico. Me explicó que debía poner el pie en su muslo y hacerme cosquillas. Si bien me pareció súper raro todo, no sabía de qué se trataba exactamente. Pero hubo una segunda ocasión. Esta vez me pidió que fuese a su oficina a la salida del cole, la que está en el descanso antes de subir las escaleras... me dijo otra vez que había cometido una falta grave y debía suspenderme, pero que podía, por el cariño que me tenía, hacerme un castigo físico. Volví a aceptar el castigo físico. En esta ocasión me tocó el cuello como examinándolo, luego me pidió que me sentara en su regazo y continúo haciéndome esa especie de examen físico que según él eran cosquillas. Luego de eso me pidió como la vez anterior que me quitara la zapatilla, la media, y ponga uno de los pies en su muslo. Estaba súper tenso yo, y lo noté presuroso a hacerme cosquillas. Noté, entonces, que lo hacía cada vez más rápido y que cambiaba su rostro, hasta que, asumo yo, llegó al clímax. Esta vez sí estaba seguro de que había sido víctima de un tocamiento indebido, de que Juan Borea Odría me había utilizado”, contó el músico Daniel Mercado.

Siempre bajo la misma modalidad y con la misma perversión sexual.

“Se masturbó en varias ocasiones usando mi pie para frotarse. Buscaba que cometiera alguna falta para aplicarme castigos de ‘amigos’. Me pedía saltar en un pie sin zapatos por varios minutos, y mientras lo hacía, tomaba mi otro pie y lo frotaba contra sus genitales. Yo tenía alrededor de diez años y me daba cuenta de todo. Esto sucedió en varias ocasiones por alrededor de tres o cuatro años”, contó Yehude Simón Valcárcel, hijo mayor del político Yehude Simon Munaro.
“Una vez Juan me dijo que vaya a su oficina, la cual en esa época (1987, primero de secundaria, tenía doce años) estaba ubicada en el descanso de las escaleras que van entre el primer y segundo piso, sería un cuartito de apenas tres metros cuadrados. El castigo consistía en que me saque la media y el zapato y apoye el pie desnudo en su muslo. Yo le daba la espalda y quedaba parado en una sola pierna sobre la que debía saltar repetidamente, mientras él me hacía cosquillas en el pie que sujetaba. Con el movimiento, él iba acercando mi pie a sus genitales. Yo tenía doce, no sabía qué hacer, pero sentía que algo estaba mal. Me asusté mucho porque sabía que se había tocado los testículos con mi pie. Luego recuerdo haber aceptado las suspensiones o cartas a mis padres por mis tardanzas, es decir, ya no acepte el 'castigo'. No le conté a nadie”, relata con dificultad, Gabriel Acevedo.

La resistencia

La manipulación psicológica y el temor que se aseguraba de generar en sus alumnos fueron sus armas más importantes. Sin embargo, no fueron infalibles. En más de una oportunidad, algunos de los menores se rehusaron al abuso, aunque esto no fue suficiente para que pararan.

“Advertido por lo que le había pasado a un compañero mío, yo ya me había preparado para pasar este momento horroroso. Juan me llamó a la dirección, me habló de mis notas. Me hizo hacer ranas, planchas y me puso una silla al costado de la de él, me pide que me saque la media y agarra mi pie y cuando trata de ponérselo encima de su pene, (se notaba el bulto como una carpa) en ese momento apunto bien y le tiro un talonazo con todas mis fuerzas. La siguiente imagen que tengo es a Juan Borea doblado del dolor en su silla y yo ya parado preguntándole si me podía ir y él me dijo que sí. Después de ese incidente nunca más me volvió a acosar”, relató Emmanuel Piqueras Villarán (hijo de la exalcaldesa Susana Villarán), cocinero que ahora vive en Nueva York con su familia.
“Juan me dio a elegir entre castigos, con amonestaciones y suspensiones que terminaban involucrando a mis padres o 'cosquillas' que consistían en llevarme a lugares privados, donde bajo llave (tema que me molestaba mucho, porque literalmente me encerraba) procedía a quitarme un zapato y a hacerme cosquillas de manera que mi rodilla o muslo quedara cerca de su entrepierna. Creo recordar también otra modalidad, que consistía en cosquillas en las axilas y al costado del cuerpo, aunque esto es un poco más confuso para mí. Cuando le dije que prefería amonestaciones a los castigos físicos, la relación con él y con el colegio se complicó, tornándose muy tensa, lo que terminó con mi expulsión”, contó el ahora escritor Kenneth O´Brien.
“Estaba en cuarto grado de primaria… Borea te decía que te saques la zapatilla y la media de uno de los pies y te sentaba en una silla aledaña a la de él. Acto seguido, pedía que apoyes tu pie en su pierna, él empezaba a hacer las cosquillas en la planta del pie...poco a poco acercaba tu pie hacia su zona genital y seguía intensamente con las cosquillas hasta que sentías que tu pie chocaba con algo duro y era el pene de Borea que estaba en el clímax… un día lo encaré en la fiesta de aniversario del colegio para decirle en su cara que él abusó de mí cuando niño y que era un enfermo. Él lo reconoció y me dijo que estaba arrepentido y que nunca más lo había vuelto a hacer... Fue un momento muy importante en mi vida poder dejar ese costal de piedras que cargué”, señaló Rodrigo Gutiérrez Morcos.

(Foto de portada: Daniel Blanco)

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