Mulero invitado: Augusto Ortiz de Zevallos, arquitecto.

En España le dicen tener morro a tener cara dura y eso tiene evidentemente este Cristo, que nadie sabe qué hace allí, empezando por él mismo. Supuestamente copiado para que sea el clon en el Pacífico del otro del Atlántico, el del Corcovado, aunque con la salvedad grave y grande de que el otro es una bella obra de arte expresionista , puesta con gran sentido del lugar, mientras que el que nos hicieron parece un souvenir de esos de aeropuerto, en la canasta de “todo a veintinueve soles”.

Este "Cristo" está metido debajo de unas treinta antenas, puestas como banderillas sin puntería en el acontecido lomo sin suerte ni orden del Morro Solar, cerca de otros monumentos que miran cada uno donde le parece. Los dos monumentos a la batalla de la guerra con Chile están bastante abandonados, y la placa de bronce del soldado desconocido no está más. Y cerca de esa, para mí muy discutible, aunque mejor, cruz hecha de torres de energía cuando se las tumbaban, y que hace inútil al esmerado Observatorio que antes miraba estrellas y ahora solamente ve unos focos .

Todo esto vuelve pigmeo a lo más antiguo: ese camino procesional a una de esas bonitas cruces del caminante, que tiene cada año una procesión con motivo del día del pescador.

Y hablando de pescadores, eso es lo que fueron los originales habitantes del pie del Morro, en Armatambo, de lo que no queda casi nada que ver, y cuyo descuido municipal incluye botaderos de basura con los consabidos letreros de “prohibido botar basura”. 

¿Qué hace allí ese Cristo?

Aunque eso es parte ya de un viejo desencuentro con el ordenado trazado de Chorrillos, organizado como un damero que, aunque se abre en el hermoso malecón, tiene ejes claros. Está el eje que nace en la escuela militar, y que tomaba el tranvía que llegaba desde Barranco por Osma y que llegaba al morro; hasta La Herradura, cuyo túnel fue para eso. Y está el más viejo eje transversal de Huaylas, que viene a ser la salida al sur de Lima. En el Chorrillos original el paisaje está respetado y recogido. Y hubo una muy hermosa rampa a la playa, de la que quedan restos de su estructura en adobe, también abandonada (quizá para guardar el estilo general de abandono).

Poner a ese "Cristo" donde sea, como una banderilla de castigo o una pica, para seguir con este desmadre del Morro, fue un despropósito, al final del gobierno de Alan García, sobre lo cual escribí y polemicé antes. Hecho sin aviso al Ministerio de Cultura, en un espacio monumental. Un “úkase” de estilo fascistón o Staliniano, que da igual.  

Hace unos años, Lamula.pe recogió mi comentario sobre el tema y tuvo no pocos visitantes. 

Y ahora, por si faltaba algo más en este rosario de despropósitos, tenemos lo de Odebrecht. Y de paso, esa base tipo bunker tiene también un claro airecito (sin duda involuntario, aunque Freud ha escrito sobre eso) a alcancía.  

Yo creo que hay que desarmar ese monigote. Que está hecho de piezas, y parece que se perdió una en los pies, porque el pobre monumento, además de ser cabezón, y tener manos de basquetbolista, es paticorto, cual Toulouse Lautrec. Y su vestuario está, digamos, desinformado, pues en vez de túnica tiene una batita de ésas de sauna o hotelito pecador.

No sé nada sobre las implicancias de que el muñecón esté bendito por el propio Cardenal, pero supongo que eso vale más para el lugar que para el monigote. Y la información de la fiscalía brasileña prueba que la gracia santificante que pudo haber en las gotas del agua bendita hubiera necesitado algunos hectolitros de Racumín, así que su efecto no parece muy eficaz.

Dejar allí alguna crucecita, aunque ya hay varias, parece mejor que prolongar la vida de este muñeco que a veces tiene un rosado encendido y otros tonos más de discoteca que pertinentes a liturgias. Es malo , con avaricia.

Y debería servir su remoción para ordenar el Morro, y que deje de dar vergüenza ese montón de eventos descosidos.

En un próximo artículo para LaMula.pe explicaré lo que creo que se puede y debe hacer allí, para convertirlo en un hermoso Mirador. Y para que se entienda qué pasó allí. Y para que además se apoye y aliente a sus actividades que sí son coherentes con el lugar: a los visitantes, a los ciclistas y paseantes, a quienes quieran hacer allí deportes como escalar. Y a quienes vayan a su procesión, o al Observatorio. Pero principalmente para que sea para todos un lugar hermoso, grato, seguro y coherente. 

Sin ese muñeco.

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