Una bolsa de basura negra se mueve entre la gente. Mientras la voz en off de un hombre la jalea, emergen de la bolsa dos piernas con un par de tacones brillantes. De cintura para arriba, la bolsa. Hacia abajo, las piernas, las caderas y el sexo parecen seguir torpemente las instrucciones de esa voz de macho: “a ver una vueltecita, así me gusta, eres toda una hembra”. De repente, el minotauro metafórico rueda por el suelo, se revuelve en la suciedad de la calle y los charcos de agua. Los transeúntes tienen que apartarse para no ser arrollados. Vuelve a levantarse, sigue con el bailecito sexy un poco más hasta derrumbarse sobre el suelo en el preciso instante en que suena un disparo.  

¿Quién es la mujer debajo de la bolsa de basura? ¿Es una o somos todas? Una bolsa de basura que baila, acosada, violentada sexualmente y asesinada. Una bolsa de basura que oculta el cuerpo, el cadáver de una mujer. La que baila esta “Danza macabra” es La Fulminante, alter ego de la artista de video y performance Nadia Granados. Su personaje utiliza el porno y los estereotipos femeninos para presentar un cócktel perturbador: sexo, violencia y representación en una propuesta performativa y de una fuerte carga simbólica. El cuerpo como el lugar de la violencia estructural, la violencia contra las mujeres, y por supuesto, la violencia en el contexto histórico político de su país de origen, Colombia.


¿Cómo surge La Fulminante? ¿Cuánto hay de catarsis en esa transformación?  

La última cosa que me pasó antes de empezar con La Fulminante fue tener una relación de pareja basada en la manipulación y el maltrato, que casi acaba con mi vida. La Fulminante fue una manera de vengarme del machismo del que fui víctima. Mi expareja me trataba de puta, era súperceloso, me gritaba todo el tiempo... La Fulminante fue el inicio de una vida nueva, mi manera de aportar algo individualmente, después de haber trabajado mucho tiempo colectivamente. La construcción del personaje tiene que ver con esta manera de performar el género, de jugar con la ficción de lo femenino, sexy, latino y caliente.

¿Por qué tu personaje está hipersexualizado?

La hipersexualización de las mujeres colombianas es algo muy arraigado en los medios de comunicación. La Fulminante es un ser que existe para la cámara, no existe en la realidad, es un estereotipo, un personaje inventado que repite modelos del porno o de los videos musicales, que se les ha impuesto a muchas mujeres. Pero también es un ser chocante, es grotesca. Lo que hago es apropiarme de ciertos códigos de representación del cuerpo femenino en lo audiovisual. Hay muchos ojos sobre el cuerpo de las mujeres, sobre este cuerpo ficción construido por los media.


¿Cómo reacciona la gente a tu personaje?

Hay personas a las que no le gusta nada, que piensan que me dedico a mostrar las tetas. Eso es lo que piensa mucha gente del mundo del arte, por ejemplo. Otros lo han recibido como algo que es necesario hacer en un país como Colombia, gente que tiene muchas ganas de que las cosas cambien. Me interesa en especial el público al que le puede resultar totalmente desagradable.

Es un revulsivo porque esa reacción de incomodidad lleva finalmente a la reflexión crítica.

La mayoría de contenidos audiovisuales que circulan por ahí lo hacen vacíos de contenido o intensidad. Repiten un discurso hegemónico. El producir desde uno mismo y poner a circular estas ideas o visiones del mundo permite que más gente tenga acceso a esos otros relatos, que cuestionan el sistema en el que estamos viviendo, un sistema criminal y manipulador.

¿Qué es para ti la obscenidad?

Lo obsceno está en la mirada que tiene miedo del cuerpo. No me siento obscena. Entiendo que es algo que responde a una prohibición y que pone de relieve los límites de lo que se puede ver y lo que no. La obscenidad atribuida al cuerpo femenino me parece muy hipócrita teniendo en cuenta la cantidad de imágenes violentas que circulan y que deberían ser vistas como mucho más ofensivas. La actitud corporal de La Fulminante es fácilmente tachada de obscena, porque dice cosas que no son fáciles de escuchar para mucha gente.

En “No solo un pedazo de tierra” hablas de las tierras robadas por los señores de la guerra, y de todos los cadáveres nunca reconocidos, sepultados en la misma tierra por la que murieron. Cuando estás literalmente masticando barro, como en esa performance, ¿cuánto manejas de rabia y cuanto de provocación?

Yo siento mucha rabia y tristeza. Eso es lo que siento muchas veces por la situación Colombia –el desplazamiento forzado, las transnacionales, la criminalidad de los gobernantes– y son las emociones con las que suelo escribir mis textos. Y claro que me gusta confrontar, estoy confrontando y también acusando. Hay mucho de rabia. Te pongo un ejemplo de cómo trabajo: En La Fulminante la edición tiene mucho peso. Parto de una idea previa –en este caso, la tierra–, de elementos muy básicos que utilizo trabajando la actitud ante la cámara. Ese momento es casi mágico, fluye en mí y desde mí y no tiene control. El control viene en la edición y al hacerlo sale la rabia, pero es una rabia muy discursiva, escribo a través de esa voz. Lo que hago es traducir lo que ella dice.

¿Te quedaste rabiosa después de ver cómo concluyó el proceso de Paz en tu país?

Yo creo que no ha concluido, sigue siendo un proceso abierto. Personalmente creo que da mucha ilusión que se desmovilice la guerrilla, pero esto va a ser imposible a menos que cambien las estructuras y el gobierno cumpla con lo prometido. Los del gobierno de Santos son gente de negocios, están listos para vender el territorio a quien quiera venir a comprarlo. En Colombia reina un sistema de terror donde si tú no estás de acuerdo te asesinan y con un gobierno muy hipócrita que se atreve a negar la existencia del paramilitarismo. Pero hay una gran parte de la población que sí está luchando. Mi país está dividido y lo terrible es que a los que quieren cambiar las cosas los matan, los invisibilizan o criminalizan.


¿Qué prepara La Fulminante con todas estas cosas que tienes ahora en mente, con todo lo que está pasando en Colombia?

Tengo un proyecto nuevo llamado “Colombianización”. Un trabajo de cabaret sobre la manera en que el país es vendido en los medios como un “narcopaís”. Se trata de hablar de cómo en las telenovelas sobre el narco se construye la idea de que un macho empoderado gracias a la violencia es un héroe. Estas producciones sirven para deformar la historia, porque está contada desde la visión de los victimarios. Telenovelas como los Tres Caínes, que habla de los hermanos Castaño, cabecillas paramilitares; y luego, claro, Pablo Escobar, en el Patrón del mal o Narcos. Netflix está preparando otra sobre el sicario de Popeye, que es todo un despropósito.

¿Y cómo vas a mostrarlo? ¿Con una performance o un video?

Estoy trabajando con esta manipulación de la historia, para negar este relato en que los únicos problemas del país son la guerrilla y el narcotráfico, cuando en realidad en Colombia ha habido y hay terrorismo de Estado. La Fulminante performará una imitación del reggaetonero- sicario, sexy latino caliente Explorar esa manera en que los machos violentos son representados en las Narcotelenovelas para generar una nueva propuesta de Cabaret y videos para web.

Puedes conocer mejor el trabajo de Nadia, La Fulminante, en este enlace


(Foto: Hache Herani)