"Soy de pata salada". Así se definió el poeta Arturo Corcuera cuando le preguntaron sobre los orígenes de una poesía cuyo monte más alto es Noé Delirante. El vate se hizo antes del lenguaje hablado o escrito.
De niño, estuvo acompañado del mar y la sal peruana. En su Salaverry querido, pueblo portuario ubicado cerca de Trujillo, gozó de una infancia privilegiada rodeado de flora y fauna. Para decirlo en palabras de quien fuera su extrañable amigo Javier Heraud, "entre pájaros y árboles".
Por estos días, Corcuera está delicado de salud. La noticia preocupó no solo a escritores del medio literario nacional sino a sus miles de lectores que siguen su obra. A pesar de ello, da la impresión de que el poeta no cesará de escribir, que esa fabulación para 'pintar' un mundo propio, casi mítico, no tuviera fin.
El tiempo vuela
Baladas de la piedra, del amor y de la muerte (Ediciones El Nocedal, 2016) es el título de su más reciente publicación y en este, el lector puede redescubrir ese universo natural unido a sencillas pero potentes reflexiones sobre el ser humano.
"Quedé atado del ombligo al regazo de la abuela,
así me crié y crecí entre aves marinas y arenales en un viejo puerto de casas de madera,
me sumergí en sus aguas salobres, acaricié a las bondadosas malaguas,
y me correspondió con ardores, oí cantar de pájaros" (Balada de mi nacimiento).
La síntesis no es la única característica del oficio poético de Corcuera. Hay también un deseo por encontrar la palabra exacta, aquella que se ajuste a lo que quiere expresar el autor. No olvidemos que la fabulación del universo exige 'palabras flecha': aquellas que apuntan directo al corazón. Y, a veces, robarse el lenguaje de los niños, como el propio vate mencionó en una entrevista hace tres años.
El abordaje de las naves infantiles significa volver a esas preguntas que, vistas desde el aburrimiento de la vejez moderna, pueden parecer inútiles pero cinceladas por un poeta adquieren otro sentido. Un ejemplo de ello es Balada del veloz invisible que parte de una interrogante sencilla: ¿dónde habita el viento?
"¿Por qué siempre de prisa?
¿Qué tiene contra los sombreros,
contra las cortinas, contra los trigales?
¿Por qué se lleva mis cabellos, madre?
¿Qué hace, qué come,
cuando no sopla?"
El hombre y la naturaleza
En Baladas de la piedra, del amor y de la muerte existe una comunicación entre el hombre y la naturaleza. De alguna manera es una extensión del propio autor, quien eligió vivir lejos del tormentoso itinerario citadino. Así, en Balada de los Picapedreros asistimos a un episodio de comprensión, de acercamiento entre dos entidades.
"Saltó la piedra al primer golpe
y encontró un recodo en el camino.
Era una piedra pequeña,
de perfil agresivo, maciza,
[...]
Sin tocarla, respetando su lugar,
dijo el más viejo de los picapedreros:
es la piedra que hizo el demonio
para que el hombre tropezara por segunda vez".
La vida intensa
¿Qué le ha dejado la poesía?, le preguntó Christian Elguera en una entrevista publicada en el 2014. "La alegría de vivir porque la poesía es un alimento. Conmigo ha sido generosa. A pesar de que me dedicado a otras cosas por razones de trabajo, yo nunca he traicionado a la poesía".
Esa lealtad ha sido recompensada. Hoy, ejemplares de la poesía de Arturo Corcuera son huéspedes de bibliotecas públicas y familiares. Su Noé delirante , un libro que tiene esa extraña cualidad de despertar el interés en pequeños y grandes lectores, ya es un clásico de las Letras peruanas.
Pero este poeta es más que un libro. A lo largo de los años, el vate ha entregado importantes colecciones de poemas como Puente de los suspiros (1982), Prosa de juglar (1992) o A bordo del arca (Premio Casa de las Américas 2016).
Y pensar que esa carrera literaria se inició cuando Emilio Adolfo Westphalen, seleccionó el manuscrito de Noé delirante entre tantos otros y le aconsejó al editor y escritor Javier Sologuren: "Publica este".
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