México aprobó la extradición de Joaquín El Chapo Guzmán a EEUU. Y lo hizo en el último día de Barack Obama como presidente de la primera potencia del mundo y en la víspera de la asunción de Donald Trump en la Casa Blanca, una decisión que es vista como un mensaje de buena voluntad de cara a las tiempos complicados que se avecinan en la relación bilateral con el cambio de poder en Washington.

Ahora, el Chapo, el narco más poderoso del planeta, el hombre que, como jefe del sanguinario Cártel de Sinaloa, desató un baño de sangre en México, enfrentará su peor pesadilla: la de ser juzgado en EEUU y pasar el resto de sus días en una cárcel estadounidense, sin posibilidad de comprar voluntades para fugar de prisiones de máxima seguridad, como lo hizo dos veces en su país.

Guzmán Loera aterrizó el jueves por la noche en Nueva York, según lo confirmó el Departamento de Justicia estadounidense, en la víspera de la toma de posesión de Donald Trump. Por primera vez, el capo llegó a Estados Unidos en un avión que no es el suyo y fuertemente custodiado. Además de en Nueva York, tiene procesos criminales abiertos en cinco jurisdicciones de este país: California, Texas, Arizona, Illinois y Florida.

Pero primero comparecerá este viernes ante un juez en el tribunal federal del Distrito de Brooklyn, donde tiene cargos por conspiración para transportar cocaína y otros estupefacientes a gran escala a EEUU desde México y otros países centroamericanos.

El Chapo llevaba más de un año batallando para evitar su extradición, pero ahora, con su llegada a territorio estadounidense, se cierra una era de 20 años de historia del narcotráfico, desde la muerte de Pablo Escobar en 1993. Guzmán Loera pasó de ser un campesino semianalfabeto de la sierra madre del estado de Sinaloa, a liderar una de las multinacionales del crimen más poderosas del mundo, con presencia en unos 48 países, y sus tentáculos se extienden desde Alaska a la Patagonia.

El chapo a su llegada a nueva york. (AP)

Sin embargo, la estela de violencia que deja en México está lejos de acabar. Hay una guerra abierta por la disputa de lo que queda del imperio de El Chapo. 

Desde que fue capturado en enero del año pasado, el Cártel de Sinaloa entró en estado de descomposición. Sin su jefe máximo, la organización enfrenta un proceso de pugnas internas y traiciones entre los hijos de Guzmán Loera, el legendario y nunca detenido Mayo Zambada, el pujante Cártel Jalisco Nueva Generación, y hasta veteranos capos como Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos. 

Así, los problemas de la violencia del narcotráfico que padece México no empiezan ni acaban El Chapo, aunque por narcos como él, en el 2006, el entonces presidente Felipe Calderón lanzó la brutal guerra contra el narcotráfico que ya ha cobrado la vida de más de 100.000 personas y ha dejado 30.000 desaparecidos. 

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