Llega un poco tarde a la entrevista. Me pide disculpas. Su amigo, el fotógrafo Atoq Ramón, sufrió el impacto de un perdigón en un ojo durante la protesta contra el peaje en Puente Piedra y ha estado toda la mañana, junto a otros compañeros y compañeras, coordinando su viaje a Miami para una operación de emergencia. La congresista del Frente Amplio y socióloga de 28 años –que viene de colectivos activistas y feministas– una de las mayores aliadas del feminismo y los colectivos lgtbqi en el parlamento valora para LaMula.pe el momento que atraviesa su partido, las polémicas entre los miembros de su bancada, el fujimorismo en el Congreso y los primeros meses de PPK. Además, señala a esa masa conservadora que ahora mismo intenta bloquear iniciativas políticas para el reconocimiento de derechos. Sin embargo, Huilca es de las que quieren ver el vaso medio lleno, sueña que no está lejos el día en que en nuestro país haya un cambio profundo de mentalidad.  

¿Cómo pasaste la Navidad sin canasta? ¿Sí se puede?

Se puede porque la mayoría de peruanos pasan su navidad sin canasta, y sin ningún otro beneficio. Esta fue una reivindicación del sindicato de los trabajadores del Congreso que se extendió a los congresistas cuando no nos correspondía. No podemos beneficiarnos de los logros de ellos.

¿Eres del Frente Amplio o de Nuevo Perú...? Tu compañero de bancada, Jorge Castro, dice que hay muchos “truchos”.

Soy del Frente Amplio, igual que él, espero. Y espero que nos mantengamos juntos un buen tiempo. Él siempre ha tenido ese tipo de declaraciones polémicas, es un personaje con un carácter bastante particular. Pero más allá de lo que él diga, en el Frente Amplio sí que tenemos pendiente una definición seria, respecto a cómo convivimos entre las diferentes corrientes, organizaciones, individuos, con todo los matices y colores que hay entre nosotros. En un espacio que siempre hemos sabido que es de izquierdas, pero que agrupa a gente que se siente más cercana a un centro izquierda, otra más socialista... No valorar esa diversidad es un error muy grande. Y sobre todo de parte de alguien que es parlamentario y que sabe que esa potencia es la que ha permitido que el FA tenga una presencia en las elecciones pasadas.

A ti te incluye entre los caviares. Está usando contra sus compañeros los mismos insultos que usa la derecha.

Es verdad que la derecha nos ha impuesto una serie de etiquetas, pero lastimosamente dentro de la izquierda siempre ha habido ese tipo de etiquetas también. Seguimos teniendo una cultura política que no está libre del calificativo fácil; creo que todavía no hemos podido extinguir esa forma de tratarnos entre nosotros. Hay que entender que la lógica que utiliza Castro viene de mucho más atrás. Parece que no ve que en estos años hemos ido desterrando esa forma de tratarnos entre nosotros. Tú puedes discrepar y plantear diferencias muy grandes con alguien dentro de tu propio sector político, pero sin caer en algo que reproduce la lógica de la derecha más conservadora. Como si existiera para algunos una legitimidad desde la que sí pueden hablar y sentirse parte de la izquierda y para otros no, por las razones que sean. Es una forma de pensar que afortunadamente una mayoría dentro de la gente de la izquierda no comparte.

¿Cuál es actualmente la situación de la bancada del FA?

A Marco le reconozco que, junto con nosotros, haya apostado por constituir el Frente Amplio. Muchos de los que nos sumamos a ese esfuerzo del FA no estábamos en ningún partido, estábamos en colectivos, como en mi caso dentro del movimiento feminista. Nos unía la búsqueda de una izquierda que tuviera un identidad fuerte. Allí nos encontramos con Marco, que viene de la lucha ambiental. Yo siempre he valorado que ellos tuvieran esa apuesta por constituirse en un espacio más grande con otros. Y eso es algo que no es sencillo que se fortalezca en un tiempo tan corto como el que hemos tenido en este par de años. Con una elección en el medio, con muchas dificultades. Quisiera ver todo lo que está pasando como parte de un proceso que es más grande, no solamente una coyuntura en particular.

¿Qué dicen los balances internos?

Evidentemente salen discrepancias, cosas que tú pudiste haber hecho mejor, o que no te gustaron de lo que hizo el otro. Pero lo importante es que todas estas cosas, creemos, forman parte de un proceso mayor. Para mí lo más importante es que el FA se consolide y realmente podamos garantizar que lo que dijimos en el proceso electoral, por ejemplo, sea una realidad. La izquierda tiene que ser capaz de tener un espacio propio desde el cual empezar a hablar, desde el cual tener participación en espacios institucionales como el Congreso, pero también atender a las posibilidades de ser la voz de las protestas y movilizaciones ciudadanas. Más allá de lo que hagamos o no hagamos unos y otros y más allá de las declaraciones recientes creo que ese es el centro del problema.

Según ha dicho Arana sobre la comisión de Lavajato, él piensa que debería poderse trabajar con el fujimorismo en una comisión además presidida por uno de ellos, y encima con un personaje polémico. Pero no es la posición de todo el frente Amplio sin duda. ¿Qué piensas de esta posición?

Yo creo que tenemos que entender a qué nos referimos cuando hablamos de oponernos a la elección de este señor en la comisión de Lava Jato. Es obvio que el fujimorismo está presente en el Congreso. Trabajamos con sus integrantes de forma cotidiana, yo presido una comisión en la que la mayoría de sus integrantes son congresistas del fujimorismo. Eso no está en discusión, lo que nosotros hemos dicho y firmamos un comunicado sobre esto, es que hay coyunturas en las que las tareas políticas que tenemos hacia el país nos obligan a no ser ingenuos.

¿Qué quieres decir?

Esta comisión de Lava Jato es una comisión muy importante, en la que probablemente se involucre a la mayoría de partidos que están dentro del Congreso, empezando por los fujimoristas. Ellos fueron parte del congreso anterior, que hizo que el informe del presidente de la comisión de aquel entonces ni siquiera se discutiera. Además, ellos tienen una alianza muy cercana con los del APRA, que ya han dicho que no están dispuestos a que a Alan García se le incrimine por estos hechos. No hay muestras de que quieran colaborar para que se monte una comisión seria. No podemos quedarnos simplemente confiando en la buena voluntad de los demás. Por eso estamos en el Congreso, para tratar de equilibrar el peso político que tiene el fujimorismo a través de la discusión y el debate.

Aunque hace unos meses declaraban que pese a las discrepancias había unidad, ahora mismo no es tan fácil hablar de un bloque compacto, y sí de unas confrontaciones internas indisolubles. ¿Cómo haces frente así?

Yo creo que hay unidad programática al menos en los grandes temas que nos llevaron al Congreso, y que son por los que la mayoría de nosotros está trabajando con mucha fuerza. Deberíamos hacer un mayor esfuerzo para que la gente vea nuestro trabajo, nuestro nivel de coincidencia. Si hablamos, por ejemplo, sobre qué quisiéramos en relación al uso de nuestros recursos naturales o sobre derechos, hay una coincidencia muy grande y no se si hay unidad, porque falta fortalecer muchas cosas para ser un colectivo que trabaje mucho más articulado, pero creo que en eso hay una sintonía enorme. Hay, sin embargo, aspectos que tienen más que ver con nuestra dinámica interna, que terminan impactando en ese otro trabajo, algo que muchas veces la gente no entiende y no tiene por qué entender. Sin duda al no poder resolverlos internamente nos están pasando factura.

¿Entonces descartas totalmente una división de la bancada, que se pueda formar otro grupo? ¿Dónde te ubicas en la ruptura entre Arana y Mendoza?

La bancada está formada por varias organizaciones, así que de por sí ya tiene un sello de origen multipartidario. El asunto es cómo hacer para que esta diversidad no termine siendo el único tema y quite más energías. Hay gente que tiene una cercanía y algún tipo de adhesión por uno de los dos, pero creo que en general la gente que ha estado trabajando en el proceso del FA en los últimos años sabe que aunque uno te despierte mayor simpatía que el otro, lo importante es mantener viva la organización. Y sabemos, por lo que siempre le ha pasado a la izquierda, que un liderazgo sin una organización fuerte tampoco tiene mucho futuro. Creo que hemos entendido esa lección y lo que nos preocupa es que, más allá de la diferencia entre ambos, lo que puede surgir es que se consoliden las instancias, y se den dinámicas en las que, por ejemplo, las tareas que tenemos los congresistas tengan como contraparte un ejercicio de rendición de cuentas con las bases. Son cosas que también estamos ya reclamando en esta lógica de discutir las cosas que están pasando dentro del FA y que no todas tienen que ver con la oposición entre Mendoza y Arana.

La posición de abstención del FA en la interpelación a Saavedra generó mucha disconformidad en parte de la militancia. ¿Cómo lo has valorado?

Lo vi con preocupación porque sentí que nos estábamos desconectando bastante de lo que nuestros propios compañeros y compañeras evaluaban. Está claro que los canales de comunicación orgánicos no están funcionando de lo mejor. Creo que hay un esfuerzo que hacer y con el que me gustaría comprometerme para evitar que estas cosas se produzcan sin que la militancia entienda por qué están pasando. Es comunicación y es organización. Más allá del tema de la educación, era una coyuntura políticamente muy compleja, que dice mucho, y nos va a seguir diciendo mucho de la dinámica que se va a dar entre el Gobierno, el Congreso, y las fuerzas que estamos fuera de ese tipo de disputas.

¿Cuál sería tu balance hasta el momento de la gestión de PPK? ¿En qué acierta?

Ees un gobierno que se ha tornado muy débil y tiene la imposibilidad de buscar fuerzas que lo sostengan. Hay una serie de compromisos que está intentando cumplir en función de lo que fue su triunfo en la segunda vuelta y en algunos temas con los que ha habido algunos avances. Creo que el reconocimiento a los derechos a grupos excluidos es una conquista de las organizaciones y movimientos, que han podido arrancarle a PPK un compromiso, ejerciendo una presión muy fuerte. Él lo está haciendo tímidamente y es necesario que sienta que hay respaldo, que no tiene que ver del todo con el gobierno sino con un cambio en nuestro país. Hay fuerzas conservadoras muy fuertes que lo ponen contra la pared todo el tiempo, pero habrá que mostrar que hay otros sectores que, aunque no mayoritarios, son importantes.

¿En qué se equivoca?

Hay continuismo en el manejo económico del país, y eso sí es preocupante. Que no se escuche como algo prioritario que el país está en un momento de desaceleración que impacta sobre todo en sectores fuertes de la economía, termina dejando al gobierno en la cuerda floja. Lo que se ha consolidado al final es que el presidente no tiene posibilidad de generarse una base de apoyo. Cuando empezó trató de dotarse de cierto perfil de vínculo con las regiones, algo que ahora se ve como totalmente aislado. El proceso de descentralización ha sido una de las reformas más importantes que ofrece la posibilidad de tener una gobernabilidad de otro tipo para el país y aún no se está explorando. Si hubiera continuado por ahí creo que no hubiera tenido una serie de dificultades con las que se han encontrado.

Creo que tu juramento en el Congreso no se va a olvidar en mucho tiempo. ¿Lo ensayaste un poco?

Sí, habíamos coordinado con el conjunto de compañeros de la bancada hacer una juramentación que expresara lo que sentíamos en ese momento, que era un sentimiento de compromiso con las luchas que compartimos y aún siguen vigentes, por ejemplo la lucha por la democracia. Cuando la elección terminó tan polarizada y se hablaba de la vuelta al pasado y, aunque ya no estuviéramos en campaña formalmente, para nosotros eso tuvo un efecto movilizador muy fuerte.

¿Cómo es la relación en el día a día con los fujimoristas? ¿Encuentras algo de hostilidad, acoso, te miran mal? ¿ Cómo es esa cotidianidad?

En muchos casos me parece gente que tiene el ánimo de hacer su chamba, no he encontrado mayor señal de acoso ni una actitud negativa. Hay cosas que funcionan para los medios y para las cámaras y otras que funcionan para lo interno, que es bien protocolar. Eso sí, cuando aparece la televisión somos los terroristas del FA. Es el discurso frente a los otros que se construye para los medios.

Las últimas declaraciones de Alcorta sobre Verónika y su crítica al tema de la corrupción dentro del fujimorismo es más que un buen ejemplo...

Alcorta es una conversa al fujimorismo que es más extrema que sus propios colegas. Es muy particular. La derecha peruana, toda, debería verse en el espejo de Lourdes Alcorta. Se asustarían. Porque creen que son una derecha moderna, del siglo XXI, liberal, pero en realidad así es como se ven, como personajes conservadores, autoritarios y todo el tiempo enojados.

Ese momento en el que tú jurabas por la memoria de Huilca delante de los fujimoristas tenía una cuestión simbólica muy fuerte. ¿Cómo se conecta aquello por lo que luchaba tu padre y aquello por lo que estás luchando tú ahora?

Está en construcción. Evidentemente hay un vínculo grande, hay un legado, por ser padre e hija, pero también coincidimos en nuestras apuestas. Yo podría haber ido por un camino diferente, pero mis ideas se fueron forjando a través de las cosas que me tocaron vivir, en momentos muy intensos en términos políticos para el país, hasta llegar a esa conexión. Me gusta poder reivindicar su legado desde el espacio que ahora me toca vivir. La izquierda de los 70 y los 80 era una izquierda mucho más fuerte en términos de organización. Hay, sin duda, cosas que pueden mirarse en paralelo pero también creo que hay otras que tienen que mirarse en función del contexto. La dificultad hoy radica en que, si bien no te persiguen por hacer política, sí cuesta vencer esta lógica tan antipolítica que nos quedó de los 90.

¿Cuánto de peligroso puede ser un defensor de los derechos laborales para el sistema?

Hoy el Estado ya no amenaza directamente al sindicalista pero le deja desprotegido ante las mafias, a las que permiten operar a sus anchas, de ese modo quienes se manifiestan y son críticos con el sistema quedan igualmente vulnerables ante acciones criminales. Sigue siendo un riesgo enorme. Pero ahora el modus operandi de ataque a quienes defienden sus derechos es mucho más sutil, y a la vez se ha complejizado mucho más.

¿Hasta qué punto aquello por lo que luchaba Huilca y tú desde una comisión del Congreso, el “trabajo digno”, no es la piedra de toque de una organización social opresiva?

Es una contradicción intrínseca al propio sistema capitalista. El trabajo debe ser algo que uno pueda ejercer con libertad y a la vez permita tener una vida buena. Creo que ese es el horizonte que compartimos quienes estamos en esta lucha. Ese es el eje movilizador por el cual trabajadores de todo el mundo pueden ser solidarios con la situación del otro. En Perú existe una lógica peligrosa o quizá contradictoria. El hecho de que se lancen estos discursos en relación al emprendimiento y que haya calado tanto entre la gente joven nos va a seguir pasando factura durante los próximos años. Esa lógica de que tú solito puedes surgir, hacer muchas cosas por ti etc. pero luego te das cuenta, como está pasando ahora, que por ejemplo llegas a los 60 años y llevas trabajando toda tu vida y no tienes una pensión o es mísera y que no te garantizan ningún tipo de prestación social cuando tú ya no puedes valerte por ti mismo. Ahí se siente que el discurso de “yo puedo hacerlo todo por mi mismo” llegó a su límite.

¿Cómo se ven los feminismos dentro de la izquierda peruana, ya sea institucional o no? ¿Un machito de izquierdas es igual a un machito de derechas?

Creo que un machista de izquierda es peor que uno de derecha. El cambio siempre es progresivo y es más difícil que el movimiento tenga impacto a nivel de mentalidad. Pero al mismo tiempo creo que es algo en lo que la izquierda tiene un compromiso mayor. Por eso no debe mirarlo con distancia, no puede simplemente decir “apoyamos”. Tiene que haber una izquierda que entienda que esta lucha no es solamente de las mujeres y que precisamente se construya al hacer suya esa demanda.

¿Pero no se están notando cambios al menos en las generaciones recientes?

El machismo lleva décadas inserto en la izquierda y en los últimos tiempos no ha sido diferente. El cambio se está dando porque hay gente que empieza a irrumpir y a ejercer su derecho a la presencia sin que nadie les regale nada. He escuchado a mis propios compañeros desautorizando a la compañera que interviene aludiendo a su juventud, y descalificando a alguien que puede tener la capacidad de establecer una crítica fuerte solo por ser mujer. Hay compañeros que piensan que la lucha por espacios de poder paritarios tiene que ver menos con reconocer la diferencia histórica y cultural que ha habido siempre entre hombres y mujeres que con favorecer a alguien por su género. Entonces se convierte en una especie de acto de condescendencia por su parte.

¿Y qué hacer en lo concreto?

Faltan muchas cosas por desaprender, y que los discursos colisionen con los hechos concretos, por ejemplo al observar que una compañera no puede participar en largas asambleas porque tiene que cuidar de sus hijos. Nuestra apuesta más insistente ha tenido que ver con esto: el reconocimiento y la participación de las mujeres en espacios concretos de decisión donde pueda tener la misma posibilidad de expresarse. No solo cuesta reconocer la agenda de las mujeres en los programas políticos sino precisamente en esos espacios concretos de poder.

Ahora se acaban de aprobar unas reformas sobre violencia de género bien importantes. ¿Qué rescatarías de éstas?

Hace años que las mujeres han tenido que crear sus propios espacios para levantar la voz, pero en el último año en particular Ni una menos ha puesto en discusión pública el tema de la violencia. Es importante decir que los casos siguen impunes, aunque salgan la televisión, por esta especie de limbo que hay en el ordenamiento legal, según el cual, si te pegan y tu vas a la comisaría y no demuestras que te estás muriendo entonces no es un delito, es una falta. Estos decretos reconocen un delito de violencia familiar y de género que no existía en el país. Yo hice una propuesta de ley en este sentido que ha sido recogida parcialmente en este decreto. En su momento se nos negó alegando que era una cosa extrema, impensable, cuando en realidad las mujeres son violentadas en su ámbito familiar de forma masiva, y por esto deben existir sanciones ejemplares.

¿En qué van a impactar estos decretos en la vida de las mujeres peruanas?

La ley no puede quedar en letra muerta, tiene que haber una capacidad de control, vigilancia, interpelación y crítica a la policía y al sistema de justicia. Un sistema demasiado formalista, que no sabe interpretar la ley para que beneficie al más vulnerable, que perpetúa el orden de lo establecido, es algo extremadamente preocupante en un país con una tasa tan alta de violencia contra las mujeres.

¿Peligra la ley identidad de género?

Tenemos que hacer todo lo posible para conseguir que estos avances no sean objeto de ningún tipo de intento de retroceso. Si se ha aprobado es gracias a la lucha de años del movimiento LGTBQI, no solo por mostrar los casos de la violencia sino también de mucha resistencia, sin ningún viso de que se fuera a aprobar. Tratamos de plantar un piso parejo para todos los ciudadanos y subsanar los errores cometidos anteriormente. Hay que defender estos avances y transmitirles a los grupos conservadores que nadie está intentando legislar contra su mirada particular del mundo, sino simplemente hacer que se cumplan estándares de protección de derechos humanos fundamentales que ya existen a nivel internacional.

Las últimas movilizaciones también han tenido una función educativa, han cambiado mentalidades.

Y no solamente a la gente sino a la propia clase política. Aún me sigue sorprendiendo cuando veo a políticos que lo piensa dos veces antes de hablar con ligereza sobre la la situación de las mujeres. Antes se pasaba mucho por agua tibia, se decía que el tema de la violencia tenía que ver con ciertos sectores, con el nivel educativo de la gente, con sus condiciones económicas. Como si esas cosas pasaran simplemente entre la gente más pobre. Ahora se piensa mucho antes de decir una cosa como esta y se sabe y se está entendiendo que es un asunto que nos está pasando como sociedad. Pone de manifiesto la vulnerabilidad de la mayoría de las mujeres de Perú.

Tu papel ha sido fundamental, con la cuestión del lenguaje, por ejemplo, cuando has dicho las cosas de forma explícita, como “el Perú es un país de violadores” y han saltado todos.

Creo que es justamente lo que falta y que hay que hacer aunque te pueda crear muchas antipatías. Llamar a las cosas por su nombre y hacer y promover iniciativas concretas para evitar que esto siga sucediendo es nuestra responsabilidad.

Ahora se trata de bloquear la educación con perspectiva de género en las escuelas. ¿Por qué el poder parece tener tanto interés en que las mujeres no se muevan de los lugares a los que las confinan?

Con todo el derecho que tienen a tener una mirada conservadora, luego eso se traduce en influencia política para bloquear iniciativas sobre derechos que deberían ser reconocidos. Sin embargo, también ha crecido en la opinión pública el respaldo a quienes plantean lo contrario y aunque esto no se traduzca necesariamente en cambios institucionales, son avances, que queremos que vayan mucho más rápido. Nuestro poder está en la posibilidad de cambiar mentalidades a nivel social. Y no para atacar o ir contra algo, sino para afirmar lo que somos libremente.