Populismo es un término que surgió en el siglo XIX como una etiqueta aplicada para ciertos movimientos de base agraria y antielitistas. Pero ahora se usa para varios otros casos más. De hecho, se le dice así a cualquier tipo de ideología que critique a las élites, a estilos personalistas de gobierno, a retóricas que apelan al miedo y la confrontación, etc. 

Incluso, en el mundo anglosajón, el diccionario Oxford ha escogido como palabra del año 'post-truth' (posverdad), que "se refiere o denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales".

No es un término nuevo. Se usa desde principios de los 90, pero ahora muchos observadores, analistas, intelectuales y académicos apelan a él para tratar de explicar lo que aún parece inexplicable en algunas partes del mundo. Se trata de un fenómeno acicateado por las redes sociales y sus audiencias participativas en las que todo parece valer; en donde la mentira se disfraza de verdad con facilidad para tener éxito. Y lo logra.

En este 2016 que se acaba, hubo dos hechos que marcaron particularmente al mundo y que -según algunos expertos- tendrán un lugar especial en los libros de historia: el 'Brexit' en el Reino Unido, donde 17.5 millones de británicos, casi un 52% de los que participaron en el referéndum, votaron el pasado 23 de junio a favor de salir de la Unión Europea. Fue un triunfo del descontento y la incertidumbre que se generaron por el estancamiento de la economía, la inmigración descontrolada, el terrorismo sin fronteras, etc. Todos problemas y temores reales convertidos por el populismo nacionalista en un lema de campaña política.

Poco más de cuatro meses después, el 8 de noviembre, vino el segundo hecho que marcó el 2016: el triunfo electoral de Donald Trump, quien fue elegido presidente de EEUU contra todo pronóstico y contra todos. El mismo magnate neoyorquino lo vaticinó como un 'Brexit' al cuadrado. 

nigel Farage, una de las figuras de la campaña para que el Reino Unido deje la UE.

Ya sea Boris Jhonson o Nigel Farage, los 'artífices' del 'Brexit' en el Reino Unido, o Trump en Estados Unidos, la fórmula es la misma: políticos con posturas y discursos que apelan a prejuicios populares, aunque sepan que engañan con descaro. Algo así fue también lo que pasó más cerca, en Colombia, con el triunfo del 'No' en el referéndum sobre los acuerdos de paz con las FARC.

Para David Held, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad de Durham, en el Reino Unido, estamos ante "el inicio de una nueva era marcada por el triunfo del miedo y de la ira, una descarada falta de respeto por la verdad, la xenofobia, el debilitamiento de las ideas liberales y el rechazo a los logros de la globalización económica". 

Y el coletazo no acaba con el Brexit o Trump. El populismo está en pleno auge en varias partes del mundo: en Francia, con Marine Le Pen, y también en Austria, Holanda e Italia. Es como un efecto dominó en Occidente. Lo que hace que varios se pregunten si está en crisis la democracia tal como la conocemos hasta hoy en día.

La respuesta parece ser afirmativa. "Y no sólo por resultados individuales de elecciones y referendos, sino también porque un número cada vez mayor de personas está cuestionando a la democracia como la forma ideal de gobierno", dice Brian Klaas, experto en políticas comparadas y democracia global de la London School of Economics, en Reino Unido, consultado por la BBC. "En la última década, 2016 fue claramente el peor año para la democracia en el mundo", agrega.

¿El populismo es un riesgo para la democracia? "Si el populista dice ser el intérprete de la voz unánime del pueblo soberano, el riesgo para el pluralismo democrático es evidente", explica Manuel Arias, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, citado por El Mundo.

Yascha Mounk, profesor de teoría política de la Universidad de Harvard, escribió un artículo 'La semana que murió la democracia' en el que señala que la 'bomba' del populismo estalló el 11 de julio, con la crisis política en el Reino Unido marcada por la llegada al poder de Theresa May, el ataque terrorista en Niza, el fallido golpe de Estado en Turquía, y con Trump encaminado a ser en el candidato republicano para la presidencia de los Estados Unidos. Todo en menos de siete días. Mounk tituló su texto como 'La semana que murió la democracia'.

¿Qué marcha mal? Expertos y analistas coinciden en que hay algunos mecanismos claves que no están funcionando bien en las democracias occidentales. Primero, la desconexión de los partidos políticos tradicionales con el electorado.

Esto a su vez provoca que estas organizaciones no tengan fuerza para movilizar a votantes, que además eligen a quien les diga lo que quieren escuchar. O sea, a las democracias cada vez les cuesta más construir consensos y mayorías. De hecho, la polarización es lo que marcó las grandes elecciones en este 2016, las cuales se resolvieron por un estrecho margen. 

El riesgo es que la democracia se reduzca al dominio de una mayoría que no respete a las minorías, y se vuelva más autoritaria y menos plural, alerta el profesor Federico Romero, profesor del Instituto Universitario Europeo (EUI, por sus siglas en inglés).