El año político que se va -que en realidad fueron seis meses nomás-, nos deja más dudas que certezas de cara al 2017, por lo visto en las últimas semanas, marcadas por la arbitraria y prepotente actitud del fujimorismo, infiltrado de intereses ilegales y particulares para censurar al ministro Jaime Saavedra, ante la débil respuesta del oficialismo para defender el Estado de derecho en Perú, y que tuvo como colofón, como se preveía, una reunión que dejó solo un puñado de fotos con sonrisas y mensajes falsos entre los protagonistas del estropicio.

Tras un inicio de gobierno auspicioso, el presidente Kuczynski empezó a ceder terreno más temprano que tarde y a dar señales de debilidad, bajo el supuesto pragmatismo de que necesitaba llevar la fiesta en paz con la aplastante mayoría naranja en el Congreso. El fujimorismo, por su lado, también más temprano que tarde, mostró su verdadero rostro, el de siempre, el de la entraña antirepublicana que saqueó y destruyó la institucionalidad del país en los noventa. 

Si algo quedó claro en estos días de crispación política, como sostiene el analista Pedro Tenorio en El Comercio, es que "ni Pedro Pablo Kuczynski estaba preparado para gobernar sin mayoría ni Keiko estaba preparada para ser ¡nuevamente! la líder de la oposición". 

En este forcejeo todos pierden. El respaldo popular a PPK y Keiko cae mes a mes en las encuestas. El desgaste a estas alturas es evidente, y si no hay un cambio de rumbo en los cuatro años y medio que aún quedan, las consecuencias para ellos y, sobre todo, para el país, pueden ser devastadoras. Así, la cuestión de fondo parece estar detrás de esta pregunta: ¿qué deben hacer ambos líderes políticos para que el Perú no sufra los estragos de sus desaguisados?

Keiko Fujimori

La excandidata ha dado muestras de inmadurez política. Su actitud se parece más a la pataleta de una 'niña' que no acepta las consecuencias de sus propios errores, que a una líder política con perspectiva de futuro. Hay consenso entre los analistas en que si la bancada de Fuerza Popular, de la que ahora su lideresa está "orgullosa" (mototaxi dixit), sigue actuando con el cinismo y patanería mostrados, el fujimorismo se encamina a una tercera derrota electoral segura en el 2021.

Pedro Tenorio sostiene que Keiko Fujimori deberá redefinir su papel y el de su bancada en los próximos meses, y lo explica así:

"Ya fue líder de la oposición durante cinco años y eso no le bastó para ganar la presidencia. ¿Qué le hace pensar que ahora, censurando ministros y enseñando los dientes, logrará un resultado distinto? Keiko tiene que empezar a escuchar otras voces distintas a las que ha tenido cerca en la última década, abrirse a una nueva mirada sobre lo que acontece a su alrededor que enriquezca su proceso de toma de decisiones. Es obvio que quienes la siguen aconsejando hasta hoy (aquellos que le hicieron creer que “le robaron la elección”) le cantan al oído lo que ella quiere oír. ¿Esto le servirá para afianzar su partido y ganar los próximos comicios? La respuesta es obvia, pero es Keiko quien tiene la última palabra". 

Pedro Pablo Kuczysnki

El mandatario debe lograr un equilibrio que le permita, por un lado, acometer los cambios y reformas que el país necesita, para lo cual necesita llegar a acuerdos y consensos con otras fuerza políticas y, por otro, escuchar a sus electores que le exigen que no se doblegue ante el fujimorismo. Lograrlo no será fácil, pero lo que no puede dejar de hacer es intentarlo.

El politólogo peruano Alberto Vergara, en un artículo publicado en la versión en español del New York Times, sostiene que quizá haya sido prudente que PPK no entre "al intercambio de golpes ahora mismo" con Fuerza Popular, porque no tiene una bancada ni un partido para una confrontación de esa envergadura, y que por ello haya optado por dejar caer a su ministro, pero le advierte que el fujimorismo no cederá en su agenda particularista y antirepublicana:

"El país que rechazó a Keiko Fujimori en dos elecciones consecutivas y que votó por Kuczynski le pide que dé pelea. Que ha perdido esta batalla, pero que si reagrupa sus fuerzas y establece una estrategia política puede contener el blietzkrieg fujimorista; un partido, finalmente, incapaz de movilización en las calles, de esgrimir argumentos, sin gobiernos subnacionales, sin sindicatos. El mensaje es: con sagacidad y coraje el fujimorismo puede ser mantenido a raya. Pero mucha de la derecha que rodea a PPK no entiende por qué habría de realizar esto: si ambos defendemos el modelo económico, ¿por qué deberíamos pelearnos en nombre del Estado de derecho? Y como creen mucho más en la legitimidad tecnocrática que en la democrática, la respuesta “porque la gente votó por ustedes exactamente por eso”, les sabe a poco.

Pero si no lo hace, si PPK no da la pelea política, el fujimorismo irá por más, como sostienen algunos otros comentaristas y observadores. Para el sociólogo Nelson Manrique, el presidente se equivocó también al aceptar la propuesta de diálogo con Keiko Fujimori, porque esa reunión auspiciada por el cardenal Cipriani, porque buscaba que "un piadoso olvido cubriera el espectáculo de prepotencia, mala fe, ignorancia e hipocresía que exhibió su bancada en la interpelación y la censura" de Saavedra. "En política importa no solo lo que se hace sino cómo y en qué oportunidad se hace", subraya en una columna en La República.

"Si alguien contribuyó con el objetivo del fujimorismo de reducir el costo político de una censura injusta ha sido Pedro Pablo Kuczynski (...)  Los gestos tienen una importancia fundamental. Y salir corriendo ante una propuesta de diálogo con la responsable de la censura (“¡Felicitaciones a quienes han hecho uso de la palabra! ¡Me llena de orgullo ver la fuerza de nuestro partido!!”, escribió Keiko en Mototaxi), sin dejar siquiera constancia de una protesta por el maltrato inferido al ministro y al Ejecutivo es allanar el camino para que hechos como el presente vuelvan a repetirse (...) Allanarse a una reunión con Keiko, en estas circunstancias, constituye un acta de rendición y una proclamación de la incapacidad de PPK de ejercer la autoridad que los peruanos le encomendaron con su voto. Definitivamente, en política los gestos cuentan".

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