Mulera invitada: Claudia Cisneros


Ha estudiado leyes pero prefiere la magia. Bruno Polack (Lima, 1978) se licenció en derecho con una tesis sobre la ocupación de Chile y es magíster en Relaciones Sociales y Mediación Comunitaria, pero no hay un día en su vida en que no piense (y sienta) en poesía. Bruno es el único poeta de su familia y por algún tiempo sintió que tenía que esconder este “vicio” de su entorno íntimo. Sin embargo, de la puerta para afuera fue forjando su identidad de poeta y de uno de los mejores de su generación.  

En el 2003 publicó (Alegorías hiperbólicas) o Las ruedas del beso de Reinaldo Arenas, en el 2007 El pequeño y mugroso Polack, en el 2009 Poemas médicos y en el 2013 Universal/Particular. En el camino también ha sido editor de la revista de creación y crítica Evohé y del sello literario Magreb. Fue fundador del Primer Festival Internacional de Poesía de Lima y es, hasta la fecha, co-director (con el poeta Mario Pera) de la web literaria Vallejo & Company.

Hoy despunta como uno de los libros del año en opinión del crítico y escritor José Carlos Yrigoyen y del analista Mirko Lauer. Además, acaba de ser postulado a los premios Luces del año en la categoría Mejor Libro de Poesía (se puede votar aquí). Y como si muchas piezas –y palabras- comenzaran a encajar, su quinto poemario lleva el título de algo que en la siguiente entrevista nos confiesa que recién ha recuperado, “Fe”.

A continuación, trece preguntas (y trece respuestas) sobre los trece poemas de “Fe” de Bruno Pólack.

1. Para proponer fe tienes que haber pasado o caído en algún tipo de escepticismo previo, en algún tipo de desesperanza. ¿De dónde parte tu fe?

Mi desesperanza radicaba en la palabra en sí. He descreído y blasfemado de la palabra. Es bastante inútil intentar acceder a la cosa en sí mediante la palabra. Esta nos puede dar muchos ejemplos y definiciones de pasión o de compasión humana pero la palabra no es la pasión ni la compasión humana. Es, aunque no parezca, un universo finito de posibilidades. Por eso perdí durante algunos años la fe en la poesía, pero creo que la he recobrado. Y la he recobrado porque he entendido su limitación y partiendo de ahí he querido hacer este librito, hecho de cosas cotidianas, cosas que nos toca vivir y que no siempre sabemos comprender que encierran la complejidad de los actos poéticos. Creo en la poesía cuando se vuelve plegaria o cuando se vuelve acto mágico. A pesar de todo, la poesía es lo más cercano que podemos llegar del conocimiento, pero no del término conocimiento como algo magno sino, otra vez, como algo sencillo y luminoso. La poesía podría ser ese algo o el alma que insufla de vida las cosas, allá nosotros que no sepamos reconocerla y creer que porque está presente siempre, no es tan extraordinaria.

2. Tu poemario pone la fe no en una épica del amor, de la muerte o de la poesía, sino en la sencillez de su despliegue cotidiano.

Este canto es todo lo contrario a una épica del amor, podría ser, más bien, el canto de dos chicos que se admiran y se acompañan y descubren toda una gama de sensaciones y luces, pero que saben que no se aman. Hay algo mágico también en no amarse. Hay algo tan sencillo en la muerte de las cosas, en el adiós, como cuando un mago desaparece una paloma debajo de su pañuelo. Solo que en nosotros persiste todavía un espíritu griego y queremos nuestra cuota doble de tragedia, que corra sangre, queremos perdurar más allá de una pompa de jabón. Ese es el amor y esa es la poesía, tocar algo mágico de una manera casi imperceptible y vivir toda la vida solo con la fascinación del recuerdo de ese algo que fugó. Por eso el ser humano en esencia es fabulador, vivimos queriendo recobrar ese momento.

3. “Fe” es un poema largo y cálido que llega a sentirse como una tarde de sol que entibia los huesos; sin pretensiones, solo por el gusto de ser. ¿Cuánto tiempo y qué estados de ánimo te tomó escribirlo?

Comencé este libro cuando vivía en Madrid el año 2007, un día bajé las escaleras para ir a comprar el periódico y buscar trabajo y leí que habían publicado un anuncio en el panel de novedades comunitarias que decía algo así como “Ha dormido un indigente negro en el rellano del quinto piso. Se ruega mantener la puerta cerrada”, eso lo apunté en una libreta y sentí que era el inicio de algo. Luego, cada vez que veníamos de noche arrancábamos una ramita del árbol que estaba justo enfrente del portal del edificio y la poníamos en el pestillo y no dejábamos que se cerrara la puerta. Pero varias cosas de ese día se presentaron como reveladoras, como heroicas. Una larga conversación sobre la teoría de la luz en la mesa de la cocina, un café en el bar Tirso de Molina, un paseo por el Parque del Retiro. Y no supe hasta después de varios años que lo que narraba aquí era la historia de ese día. En fin, me siento liberado de todo esto. Este libro es como si dejara volar una bandada de palomas que he tenido apresadas durante bastantes años. Pero tampoco quiero caer en la tontería de explicar o intentar explicar el libro, porque es un cúmulo de cosas que no llego a comprender del todo.

4. El implacable crítico literario J. C. Yrigoyen dice que leer “fe” es una experiencia grata y estimulante, y lo considera uno de los libros del año. También dice que has llegado a una madurez, que te has desembarazado del cultismo y que tu poesía ha alcanzado un equilibrio.

Me sentiría frustrado si llegara a cierto equilibrio o a cierta madurez. La poesía como yo la veo es solo búsqueda constante. Pero sí es cierto que en este libro me he sentido mucho más liberado que en mis anteriores libros, lo necesitaba. El lenguaje aquí yo también lo siento más franco. Ahora, yo no veo el cultismo o cualquier modo que se quiera emprender como algo negativo “per se”. Hay búsquedas que necesitan otras herramientas. Claro que muchas aberraciones se han cometido en nombre del “cultismo”.

5. Hablando de cultismos, reseñas a Toño Cisneros en uno de los poemas de “fe”. ¿Qué relación y sentimientos con Toño?

Bueno, he utilizado durante todo un año en mi colegio, en 1992 (año

olímpico) la misma carpeta que Toño Cisneros usó. Ambos somos del Colegio Champagnat de Miraflores. Me sentaba en el mismo sitio en el mismo salón. Con tres amigos nos tirábamos la pera para ir al Pollos Piers (paradójicamente vendían pollo con papas en esa época) y luego caminábamos por las calles de Miraflores, y para mí, un chico que esbozaba algunos versos, el mundo conocido era Miraflores y el poeta de ese mundo era Antonio Cisneros. Después ya me fui dando cuenta que no solo era el mejor poeta del barrio sino que era el mejor poeta de su generación y uno de los mejores en lengua hispana. La primera vez que lo vi fue una de esas mañanas en la calle Trípoli. Luego ya de adolescente me empezó a “caer un poco mal” por escribirle poemas y veranear en Punta Negra y todos sabemos de sobra que ese balneario no tiene ni punto de comparación con San Bartolo (risas).

Luego tuve la suerte de estar en la organización del Fiplima en el 2012 y ver al Toño leyendo y siendo ovacionado por casi 5mil personas en el anfiteatro del Parque de la Exposición. Luego de pasados los días de festival me llamó 3 días seguidos para preguntarme como habíamos hecho para llevar tanta gente al Parque de la Exposición y que nunca había leído ante tanta gente. Me parece que no volvió a leer en público luego de eso y Antonio Cisneros murió un 6 de octubre, día de San Bruno, y así lo recuerdo en el canto 10 de este librito.

6. Hay un pedacito de cocina salpicada a lo largo de todo el poema, desde el inicial ruido de la vajilla hasta el final de la refrigeradora que hace madurar frutas. ¿Qué ondas con la cocina?

Pocas cosas más primigenias como reunirnos alrededor del fuego. Creo que la cocina es el corazón de una casa. Es donde suceden las conversaciones, los momentos más reveladores. Desde ahí se escucha incluso lo que pasa en la escalera del edificio, en los patios interiores, el flamear de la ropa colgada. El ofertorio de los choclos, el ritual de café. Yo quise que todo el libro suceda en la cocina, pero no pude, esa era la idea.

Bruno a lo FOrest Gump. Foto: Claudia Cisneros

7. Juegas con una moneda de oro en el bolsillo en todo el libro. Sospecho que esa moneda significa y vale más que el oro. 

La moneda de oro es la alegoría de la muerte que brilla en nosotros y nos pertenece y está presente en todos nuestros momentos felices. Una moneda de oro ardiendo como un pequeño sol y que nos hace dar cuenta que todo es hermoso y trágico porque todo es finito. Casi casi como el pata que le susurraba a cada cuadra al general romano en pleno desfile de celebración de conquista: recuerda que eres mortal.

8. Un amigo en común, poeta también, piensa que los trece poemas de “fe” son un solo poema visto a distintas horas del día.

Pues, nuestro amigo común está en lo cierto. Este librito le hace un giño al monumental Ulises de Joyce que venía leyendo en el momento que ideaba todo esto. Incluso, y esto ya no es algo del todo consciente pero lo puedo ver ahora, Ulises también empieza en la cocina y una señora les deja una botella de leche para el desayuno.

La idea era que todo este poema sucediera en la cocina, te lo comenté, pero los personajes me exigían bajar las escaleras, salir a comprar el periódico, las frutas, dar una caminata por el parque. Eras mis propios recuerdos que me hacían visitar nuevamente todos esos lugares por donde he pasado y que dan escenario a este librito.

9. Entiendo que has decidido no colocar tu poemario en librerías. No solo la edición sino la distribución las estás haciendo de manera sui generis.

He querido que este libro sea lo más personal que se pueda. El texto de la contratapa la hace mi mejor amiga, Sally RZ Papez, una de las poquísimas personas que conozco que realmente vive en olor de poesía. La ilustración la hace un buen amigo, Fernando Trujillo, de quien he admirado desde siempre su trabajo. Mario-Pera, Luis Enrique Mendoza y Sergio Camacho han estado presentes en toda la producción del libro, y se han preocupado de todo como si el libro fuera suyo. También he querido yo mismo ir a dejar los libros a las casas de quien lo quería. Y la verdad que ha sido gratificante la buena onda con la que muchos se han portado. Me ha permitido ver amigos que no veía hace un tiempo y también conocer a gente que admiraba pero con la que no me había sentado un rato a conversar, como por ejemplo con Juan De La Fuente, nos juntamos en su trabajo y nos fuimos a almorzamos al Berisso de Arenales, o con Karina Valcárcel, que se escapó de su trabajo un rato y nos fuimos a tomar un café y comer un pastel. Eso es invaluable. Regresar al contacto humano. Ahora, igual pronto el libro lo dejaré en librerías.

10. Hay, hacia el final del poema, un silencio que se expresa sin palabras.

La palabra que no se dice es la que más resuena, y creo, la que termina dando un poco de luz. Es el único verso del que me siento realmente orgulloso. La poesía no está en las palabras. Las palabras son un mal conductor de la poesía. Pero nos han mandado a pescar con un martillo y aquí estamos. Qué cerca han estado Lezama Lima o Martín Adán. Nosotros nos alejamos cada vez más de la orilla.

11. En el índice del libro los poemas no tienen título sino un número, a modo de track musical.

Los títulos en el índice son meramente referenciales, se trata de un único poema en 13 secciones numeradas y sin títulos, sin embargo por asunto de formalidad para sacar el ISBN había que poner índice y se veía bastante triste poner solo números: 1) pág. 8, 2) pág. 11, y así sucesivamente. Se veía horrible. Luego, la idea es hacer un giño a que las 13 estancias son también 13 canciones y el tiempo entre paréntesis es lo que me demoro en leerlos en voz alta y sin pausas. Un juego tonto.

12. Después de este tu quinto libro, ¿en qué proyecto andas poniendo tu fe ahora?

Si algo tengo son proyectos, muchos proyectos que olvido o tiro por la borda. Si a alguien le gusta o tiene el talento de hacer realidad proyectos que me avise, porque solo se pensarlos, ya luego hacerlos realidad es lo complicado, e incluso aburrido. Me hace recordar unos versos de Reinaldo Arenas que decían algo como “Todo lo que pudo ser, aunque haya sido, jamás ha sido, como fue soñado”. El dios de la miseria se encarga de darle a la realidad otro sentido.

Pero tengo dos proyectos que perseveran sobre todas las cosas: una novela que entre broma y broma ya me está tomando 9 años y que ha acumulado casi 1500 páginas; habrá que podar con furia. Y luego, bueno, indefectiblemente insistiré con la poesía, como un vano intento por redimirme.

13. Además de al amor, la muerte y la poesía, ¿a qué le tiene fe Bruno?

Tendré la fe siempre bien puesta en el ser humano. El amor y la poesía solo son realidad en nosotros. El problema es que la aplanadora cultural nos vuelve cada vez más monotemáticos e inocuos, desconocedores de la infinitud de nuestras posibilidades. El ser humano puede ser tan sorprendente y mágico como imbécil. Sin embargo tengo una fe ciega en la creatividad, en la misericordia y en la belleza de la que podemos ser capaces. Es cuestión de perseverar.

Aquí puedes leer dos poemas de Fe, de Bruno Polack 

Si deseas añadir un poco de magia a tu vida, pide el poemario a través del fanpage Fe-Bruno Polack o escribiendo a brunopolack@gmail.com. Bruno mismo va y te los lee, si lo deseas.  

carátula de fe


(Foto de cabecera: Claudia Cisneros)