"Existen dos tipos de líneas sanguíneas: la primera, que es una alquimia mística, se da entre artistas, aquella que conecta a Walt Witman, William Blake con Allan Ginsberg, por ejemplo. Y luego tenemos la línea de sangre de nuestra familia, de nuestros hijos. Debo decir que siento una especie de hermandad con Bolaño. Esto es un punto que no puede ser explicado fácilmente, pero se siente. Lo siento cuando escribo, al caminar por las calles, tarde y de noche, o cuando me pongo mi abrigo. En términos de familia, he conocido a su esposa, he tocado guitarra con su hijo. En cierta manera he experimentado, la sangre de su familia y la del escritor". 

Estas palabras las dijo Patti Smith en el 2010. Hacía siete años que el hombre de tres patrias (Chile, México y España) nos había dejado. Y en todo ese tiempo, sus lectores no pudimos olvidar la deuda que un genio incorregible como Nicanor Parra sintetizó así: "Le debemos un hígado a Bolaño".

REVISTA INTEMPERIE (CHILE)

Conquistador de librerías

Roberto Bolaño volvió del más allá a las librerías este 2016. No, no para robar ejemplares de sus autores favoritos. Quiso dejar claro, en un año en el cual la muerte se regodeó en sus aposentos con música y literatura, que su prosa continúa generando impacto en el mercado editorial y no precisamente por el morbo o el amiguismo. "El oficio de escribir está poblado de canallas y de tontos", dijo desde un centro de poder editorial: La Feria del Libro de Chile.

El espíritu de la ciencia ficción (Alfaguara) es el título de la novela que significó el inicio de una nueva relación editorial bajo la atenta mirada de sus herederos (inútil es ahondar en la polémica conocida por todos y que enfrentó a su viuda con los amigos del poeta y narrador). Durante las últimas semanas, el póster de la portada ha sido colgado en las principales librerías de Iberoamérica. Como un mago y desde lo alto, el chileno de nacimiento ha logrado elevar las miradas de los lectores viciosos de la literatura acostumbrados a marchar sin escalas hacia sus anaqueles favoritos. La carátula de un libro que será diseccionado por la academia y, ahí, hay una gran ironía. Escrita en los años ochenta, el libro anuncia los que serán dos de los pilares de su obra: la crítica al academismo y a la farándula literaria.  

La novela está protagonizada por Remo Román y Jan Schrella, dos jóvenes escritores que viven en el México D.F de los años Setenta y quienes son una extensión literaria del propio Bolaño y Mario Santiago. Ellos vivieron en dicha ciudad escribiendo artículos para revistas, el mismo oficio de los dos personajes. Existe una sección significativa en la novela: el diálogo entre una periodista y un escritor que acaba de ganar un premio. Ambos son invitados a la fiesta del galardón literario que se lleva a cabo en un espacio alejado de cualquier ciudad. En el extenso diálogo, el escritor-personaje habla de su obra: un relato que hace referencia a la historia y a la ciencia ficción (se nombra la Universidad Desconocida, un término que remite al cuento de Alfred Bester, Los hombres que asesinaron a Mahoma). Un argumento que en ciertos pasajes escapa de la lógica de una narrativa tradicional.

"-Observe al viejo aquel: le está mordiendo el culo a su señora.

-No es su señora. Olvídelo. Toda su vida ha abogado por la palabra justa y el silencio. La otredad. Ahora tiene miedo pero al mismo tiempo está feliz. El motivo de su felicidad es usted. Usted y sus magníficos versos" (Pág. 99). 

El oficio desde otro ángulo

La miseria que expone Bolaño a la práctica literaria engloba tres aristas: la publicación, la crítica y la política de los premios. La literatura en su versión oficial es presentada como una 'civilización del espectáculo', reducida a un pequeño grupo que, a su vez, están alejados de los ciudadanos.

Esa no es la literatura que persigue Bolaño. Para el autor de Los detectives salvajes no puede entenderse aquella sin la cotidianidad ni la locura. Y esa locura está ligada a la poesía. Esto se expresa muy bien en la investigación que realizan los protagonistas sobre una extraña 'explosión editorial' de revistas, algunas de ellas distribuidas en supermercados. Un fenómeno que a Schrella le fascina, pero no a los intelectuales como el doctor Carbajal, quien califica a los creadores de estas revistas como resentidos.

"Actores inconscientes de algo que con toda seguridad yo no veré. O tal vez ni siquiera eso: una combinación del azar carente de significado. En los Estados Unidos les está dando por el video, tengo buenos datos. En Londres los adolescentes juegan durante algunos meses a ser estrellas de la canción. Y no pasa nada, por supuesto. Aquí, como era de esperar, buscamos la droga o el hobby más barato y más patético: la poesía, la revistas de poesía; qué le vamos a hacer, no en balde ésta es la patria de Cantinflas y Agustín Lara"(Pág. 165).  

imagen tomada de  electriccereal.com

La locura de la poesía, empero, no se circunscribe solo a los impresos también a los personajes empobrecidos como el Mofles, un mecánico lumpen y el chino Emilio Wong, un emprendedor con un negocio a cuestas. Ambos escriben poemas. Por supuesto, sus versos no son lo importante sino el acto en sí. Ninguno de ellos integrará un parnaso poético. Y lo más probable es que a los aludidos no les importe tampoco.

¿Es verosímil pensar que personas que ejercen oficios disímiles puedan escribir poemas? Nuestra primera opción de respuesta, probablemente, sea que no. Vamos a complicar esa reflexión: que asociemos la lectura a determinados oficios o profesiones, ¿viene de una comprobación en la realidad o solo es un pensamiento asumido? Si algún efecto genera El Espíritu de la Ciencia Ficción y otros libros de Bolaño es la instalación de esa duda.

Lo curioso es que si repasamos la historia de la literatura encontraremos diversas ocupaciones: soldado (Miguel de Cervantes), marinero (Helman Melville) obrero (Jack London), especialista en artes marciales (Yukio Mishima) o detective privado (Dashiell Hammett). El propio Bolaño integra esta lista: uno de sus tantos trabajos fue guardián de camping. Sin embargo, las imágenes que construimos en torno al oficio literario se asocian siempre al espacio universitario, las bibliotecas y la docencia, lo cual es lógico pero, al mismo tiempo, flojo.

Esa preeminencia del acto tiene otra característica medular: la cotidianidad. En el relato de las vivencias de los protagonistas, no existen días muertos o compañía indiferente. Siempre hay alguna acción que sacude la monotonía de los jóvenes miembros de una clase media baja que (sobre) vive en una ciudad tan caótica como México D.F. Y en una metrópoli tan latinoamericana, tan nosotros, las relaciones no pueden estar ajenas a las directrices de la literatura. Prueba de ello es la desnudez que inunda una de las últimas escenas de la novela, donde Remo y Laura (la mujer de la cual está enamorado) son parte, primero como espectadores y luego como actores de una ‘puesta en escena’ en los baños públicos de la capital mexicana. La poesía y el teatro aunados para evidenciar un hecho que parece ineludible: la soledad solo puede paliarse. Nunca nos abandona.

[Imagen de cabecera: Clip del documental 'Roberto Bolaño: el último maldito']

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