El retraso de las obras que Lima requiere para acoger los Juegos Panamericanos del 2019 y los problemas que hay para su organización, han generado no solo gran revuelo político. Mucha gente de a pie, en las calles, oficinas, en sus casas y en redes sociales, se empieza a preguntar si vale la pena realizar el mayor evento deportivo del continente en el país, con tantos otros problemas y necesidades que atender.

Entre las inversiones previstas y costos operativos, los Panamericanos demandarán unos S/ 4.125 millones, según cifras que dio el lunes el ministro Jaime Saavedra en el Congreso. En un país como el Perú, es entendible que más de uno haya empezado a cuestionar si no es mejor que toda ese dinero sirva para construir hospitales y colegios, por ejemplo. 

Pero se trata en realidad de una falsa disyuntiva por varias razones. Si bien las 22 instalaciones deportivas que acogerán las competencias en el 2019 en la capital están aún solo en maquetas -de lo que es en gran parte responsable el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossioa estas alturas ya no se puede dar marcha atrás. El papelón sería mucho mayor que un eventual fracaso en la organización. Aún se está a tiempo para lograr realizar unos juegos exitosos. Una delegación de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) llegará a fines de octubre a nuestra capital para realizar una supervisión de los trabajos.

"Ese tema que se está planteando en el debate en los últimos días es una falsa disyunción. Parte del desarrollo económico de un país incluye la posibilidad de ser sede de un evento deportivo de esta magnitud", nos señala Juan Carlos Ortecho, periodista deportivo. "Perú ya fue candidato a los juegos del 2015 y perdió ante Toronto, y ahora los ganó para el 2019. Lo que pasa es que en el Perú el deporte está supeditado a un presupuesto que viene en el pliego del sector Educación. En muchos países latinoamericanos, el deporte tiene su propio ministerio y su propio presupuesto. Por eso cala esa idea de que en lugar de gastar en escenarios deportivos hay que hacerlo en hospitales".

El impacto social

Como todo gran proyecto, implica riesgos de malos manejos y corrupción en las obras y concesiones. Ha pasado en otros casos, como en Río ahora último, donde se cuestionó mucho la organización de los Juegos Olímpicos por el alto costo de las obras en un país que atraviesa una grave recesión. 

Pero lo cierto es que los Juegos Panamericanos trascienden a lo deportivo. El impacto positivo en el corto plazo para Lima y para el país se verá en el turismo, por ejemplo; a mediano y largo plazo, la infraestructura deportiva será un legado importante para el Perú. "En esto estamos absolutamente famélicos. El Perú no tiene escenarios deportivos, Lima no tiene escenarios deportivos decentes para el desarrollo del deporte, que es parte integral de cualquier sociedad", manifiesta Ortecho.

"¿Por qué se pone al deporte como la última rueda del coche? Porque el deporte tiene esa imagen de pasatiempo, de algo dispensable cuando no es así. No digo que el deporte sea lo primero, pero me parece absurdo decir que no se debe de gastar en los Panamericanos y sí en hospitales. Planteo más bien otra pregunta: ¿podremos invertir en hospitales y también en los Panamericanos?", agrega.

La infraestructura para los Panamericanos va más allá de escenarios deportivos. También implica mejor transporte, mejores vías de acceso, etc. La capital peruana ganó en 2015 la sede de los Panamericanos -se impuso a Santiago de Chile-, por el el compromiso de nuestras autoridades para implementar el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao al 2035 (PLAM 2035). Pero que ahora el alcalde de Lima, Luis Castañeda, se resista a hacerlo, es un tema que también se debe explicar..

Hay casos concretos del impacto social que pueden tener eventos deportivos de esta envergadura para las ciudades que los acogen. El más claro ejemplo de la utilidad de la inversión para el futuro es Barcelona, cuando organizó los Juegos Olímpicos de 1992. Pero también, claro, hay de los otros casos, donde los réditos posteriores no fueron los esperados.

"Hay casos como el de Barcelona, donde se empieza a pensar como una ciudad distinta a partir de Juegos Olímpicos del 92, pero también hay casos como el Santo Domingo en el 2003, con los juegos Panamericanos, donde lo que quedaron elefantes blancos, y el impacto (positivo) fue menor; o el caso de Guadalajara (que hizo los Panamericanos de 2011), donde si bien hubo mucha controversia al inicio, como en Lima, con la diferencia de que en México hay una realidad distinta por la violencia del narcotráfico, el balance fue positivo: heredó una infraestructura que no tenía, las cifras de turismo mejoraron, y también significó un despegue para el deporte. México ha tenido mejores resultados en el ciclo olímpico luego de Guadalajara y ahora cuenta con uno de los mejores centros de alto rendimiento atlético de Latinoamérica", explica Ortecho.

Y quizá más importante aún es que los Panamericanos o los Olímpicos, son juegos que representan la posibilidad de pensar en ciudades "más amables", de solucionar los problemas urbanos que son un lastre para la sociedades. "Lima es un ejemplo vivo de esto. Pero ahora no se está hablando de la responsabilidad de la Municipalidad de Lima en este juego de poder que ha significado la organización de los Panamericanos. Hasta ahora todo ha sido trajín político, y no hay, más allá de un gesto de PPK de decir 'sí, vamos a hacerlo de todas maneras', un consenso en todas las fuerza políticas para sacar adelante este evento", dice el periodista.

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