“Ese fue mi problema, porque a mí toda la vida cuando me apagan la luz y veo la pantalla…es mágico y cuando salgo de ver una película, lo primero que quiero hacer, es filmar” confiesa Carito que fue capturada por ese encantamiento mucho antes de ir al cine porque bastó imaginar todas las aventuras cinematográficas coleccionadas en revistas que su tío le leía tan entusiasta “como si las hubiera vivido. También me hacía ver películas de Hitchcock, parte de mis problemas psicológicos, miedos y fobias, fue por ese cine que me rompió la cabeza”, cuenta tras recordar que siempre fue una niña solitaria, la menor de una familia numerosa, a la que se adaptó gracias al cine y la literatura.
UN DÍA QUIERO SER 

Si bien su cercanía al séptimo arte se disipó en la etapa escolar, la magia del cine se mantuvo anidando por años hasta que afloró en momentos casuales durante su vida porque “al salir del colegio quería ser pintora, pero mi familia tuvo graves problemas económicos y por primera vez me pregunté qué iba a pasar conmigo. Gracias a mi buen estudio el colegió me becó pero desde ahí pensé en que yo misma tenía que solventar lo que quería y lo de la pintura no tenía mucho futuro”, comenta Carito que además recuerda cómo a pesar de la situación familiar y la negativa de sus tíos, fue su mamá quien alentó su entusiasmo por el arte y le sugirió postular a la nueva facultad de comunicaciones de la Universidad Católica porque “mira, se parece”, le dijo, pero Carito no renunciaba a su idea y solo postuló a la de comunicación audiovisual para después realizar el traslado, pero “al final nunca me fui, no me cambié de carrera.”

CARITO EN EL RODAJE DE CHICAMA (2011)

“Eran los 80s y el diario El Comercio organizó un concurso cuyos premios eran entradas para ver la emblemática Laberinto. ¡Gané! pero el mejor premio fue una función realmente mágica. Recuerdo que me quedé embobada con los créditos y al final pensé: "yo quiero un día ser uno de esos nombres". Ya casi 30 años después de ese día me sigo emocionando, como cuando era niña, cada vez que veo mi nombre en la pantalla grande. Y por su puesto cada vez que mis películas ganan premios.”

En la familia de Carito no había alguien vinculado al cine y en el colegio carecía de estímulos fílmicos pero “lo que sí construí en esa etapa, de alguna forma, fue la de ser productora. Hacía muchas cosas y todas me emocionaban mucho”, asegura y cuenta que incluso hizo un concurso de teatro, escribió una historia solo de ver el nombre del libro que no la dejaban leer –lo que hacía antes de entrar al colegio, gracias a sus tíos quiénes la incentivaban con historias siniestras o medievales– por eso “me inventé que Madame Bovary era una costurera que mientras dormía imaginaba vestidos diferentes, y eso fue lo que más me divirtió: diseñar los trajes y coordinar con los padres, a quiénes mandaba  con especificaciones del vestuario”, cuenta. Desde entonces Carito fue desarrollando esos rasgos del carácter que ahora son fortalezas al producir las películas, aunque “yo quería hacer otra cosa, dirección de arte por ejemplo, la producción no me parecía interesante, me sonaba aburrido, a no estar en la acción”, recuerda.

ANIMALITA

“Las primeras clases universitarias me atraparon porque empezamos a ver películas y ese fue mi problema”, el otro problema –como dice Carito “porque siento que me metieron en un lío”, agrega sonriendo– surgió cuando en un curso preguntaron ¿quién quiere hacer producción para el trabajo final? “y Sandro Méndez -jefe de práctica- a quien le digo siempre que fue su culpa, me tomó por sorpresa y levantó mi mano. Asustada le dije que no sabía lo que era producir y él me dijo es lo que has venido haciendo todo el ciclo” –y, otra vez el problema, “otros grupos me llamaron para producir, ofreciéndome paga. Acepté porque me gustaba pero me di cuenta que hacer algo bien tenía un efecto económico inmediato y me alegré, sobre todo porque ya muchos de mi familia pensaban que haber empezado a estudiar comunicaciones era un absoluto error.”

ANIMALITA, PRODUCTORA DE CARITO DENEGRI.

Carito Denegri ahora es “Animalita, una productora peruana independiente. Con el corazón teñido de rojo y blanco ruge con la fuerza y el encanto de una pequeña salvaje” (como dice en su fanpage). Sin duda la magia del cine anidó en ella por años hasta que brotó, siempre casi casual en escenas significativas como formar con sus compañeros de la universidad la asociación estudiantil “Emergencia audiovisual”, en su interés por generar alternativas para quiénes querían hacer cine, tener de profesor a José Balado, con quien por primera vez visitó una página de fondos y festivales. “Al egresar me pregunté porqué la gente de nuestra generación no postulaba a esos fondos y con Rómulo Franco, y su proyecto del tren eléctrico, lo hicimos. Nos seleccionaron para el pitch, pero recién en la segunda postulación, donde dijimos explícitamente que sí, éramos jóvenes, pero no queremos esperar tener el doble de edad para empezar y sería bueno empezar ahora si nos ayudan, recién ahí ganamos, fue la primera vez que manejé un premio.”

CARITO DENEGRI Y HÉCTOR GÁLVEZ, PRODUCTORES DE CHICAMA (2011)

“Quedé seleccionada para el Talents Bafici y conocí a Héctor Gálvez quien me ofreció co-producir Chicama”, Gálvez quedó interesado en ella tras escuchar su discurso al ganar su primer premio: “A veces el cine no tiene que ver solo con experiencia sino con ganas”, dijo Carito. Después de su primer largo hizo El Limpiador, luego NN, La última noticia y este año estrenó El Soñador y La última tarde (ambas premiadas en el reciente Festival de Cine de Lima). Además concretó su empresa Animalita –nombre que surgió gracias a sus compañeros Adrián Saba y Willy Ilizarbe, sonidista y novio de Carito, tras verla como un animal muy dócil pero que saca las garras cuando es necesario. “Pero en locación siempre tienes que estar a la altura de las circunstancias, aunque puedes llorar en el baño, detrás de la puerta, en la van… a mí me ha pasado eso varias veces, pero de ahí siempre vuelvo”, asegura Carito comprometida y apasionada con el cine.

PANTALLA GRANDE
“La producción, para mí, tiene que ver mucho con la creación. No me gusta pensarlo como simplemente el área que resuelve cosas, sino que crea las posibilidades para que ocurran. A mí me gusta concebir la producción para cada proyecto inventando una forma nueva, me gusta reestructurar cómo filmar. De hecho mentiría si no dijera que me encantaría que cada proyecto tuviera los óptimos recursos, pero creo que no haberlos tenido en su momento ha sido una ventaja para aprender un montón. No tener la plata te hace encontrar una salida.”

EN EL RODAJE DE EL LIMPIADOR (2012)

El aprendizaje es continuo y Carito asegura que ella sigue estudiando, le gusta anotar y archivar cada experiencia en libretas que colecciona como bitácoras, con anécdotas y frustraciones de cada rodaje, textos que planea editar como libro didáctico urgente, para incentivar el coraje de hacer una película. Adiestramiento que Carito lleva por cinco años: desde leer guiones, solicitar fondos, conseguir locaciones, organizar un rodaje, estrenar, participar en festivales y distribuir el filme. “Ahora mi idea con Animalita, sobre todo, va por la distribución porque descubrí que ese es el último paso de producir una película y es algo de, lo que a veces, no nos ocupamos. A mí me interesa la formación de público, sí hay quienes quieren recibir otro tipo de películas, pero necesitamos validar su consumo de cine independiente y que no sea caleta sino accesible”.

“Me llegan muchos proyectos más de lo que puedo leer, pero sí los leo y comento en lo que pueda, pero siempre me animo por el proyecto que me de la posibilidad, no de ser solo un proveedor, sino de crear junto al director”, afirma Carito que este año empieza la pre producción de su siguiente proyecto, la opera prima de Miguel Angel Moulet, luego el tercer film de Saba, después el primer largo de Víctor Manuel Checa. “Me quiero ir de vacaciones ahora, porque de ahí no podré hasta el 2019”, planea Carito, que además tiene en desarrollo un proyecto que ganó DAFO hace unos años y que está escribiendo con Silvana Aguirre. Una película infantil animada dirigida por Carolina Denegri, y aunque parezca de ficción, qué gran episodio en la vida de esa niña solitaria, para quien el cine fue esencial al momento de hacerse grande.