Escribe: Alexandra Ames, especialista en estrategias de innovación social.
El discurso del Presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, ante el Congreso de la República para lograr el voto de confianza, ha proyectado cierto optimismo en la ciudadanía, con propuestas interesantes y alentadoras. No obstante, hay una meta que me satisface poco, dada la importancia del tema para garantizar la calidad de vida y desarrollo de los peruanos: el acceso al agua.
Se ha planteado que al final del presente gobierno el 100% de las zonas urbanas del país contará con acceso a agua potable. Esta meta, si bien es necesaria, ignora por completo uno de los indicadores más dramáticos que tenemos en el país: en el acceso a fuentes de agua mejorada en zonas rurales, el Perú se ubica en el puesto 104 de 133 países, según el Índice de Progreso Social 2016. De hecho, estamos cuatro puestos por debajo de Ruanda y más que otros países africanos similares, los que además son más desérticos que el Perú.
El promedio de personas con acceso a agua potable a nivel nacional es de 72%, mientras que en las comunidades nativas amazónicas, menos del 16% de nuestros conciudadanos cuentan con acceso a este servicio y lo hacen mediante pilones y redes públicas. El porcentaje de cloración adecuada de agua en el país es de tan solo 26%, sin embargo en las comunidades amazónicas es de 0%.
Lo irónico es que estamos dentro de los 10 países con más recursos hídricos del mundo y precisamente el territorio amazónico cuenta con más del 95% de nuestros recursos hídricos.
Por otro lado, cabe señalar que si bien se mencionó que la anemia dejará de ser un problema de salud pública, no se han trazado, al menos en el discurso presentado esta semana, una meta concreta de reducción de la misma. El 43% de los niños de cero a tres años a nivel nacional padece de anemia, sin embargo, en las comunidades nativas amazónicas la cifra se eleva a más del 72%. Esa tasa constituye una dramática cifra de salud pública en el país. La solución no sólo pasa por entregar hierro o generar otras formas de consumo de nutrientes locales sino de asegurar, además, que los niños no padezcan de enfermedades diarreicas agudas (EDA), situación que se genera sobre todo en localidades con escaso acceso a agua de calidad. El promedio nacional de niños que padecen de EDA es de 12%. En la región Ucayali, por ejemplo, esta cifra se duplica a más del 24%.
Esta mañana publiqué en Perú 21 que para acabar con la pobreza extrema es un imperativo trabajar con una estrategia de intervención permanente, multisectorial y focalizada en comunidades rurales andinas y amazónicas. Como ejemplo, comenté que en el Perú tenemos más de 415 mil conciudadanos nativos amazónicos que viven en más de 1,929 comunidades. El porcentaje de pobreza extrema en dicha población es muy alto y equivale al 1% nacional de la pobreza extrema del Perú.
Bajo esa misma perspectiva, todas las metas que apuntan a asegurar una real revolución social deben estar dirigidas a cerrar las brechas entre el mundo rural y el mundo urbano. Enfocarse en metas urbanas es no querer salir de la zona de confort. Si lo que se ha planteado es que la anemia deje de ser un problema de salud pública, nos debemos concentrar en implementar estrategias focalizadas por cada realidad y en cerrar estas brechas de manera holística en todas las regiones del país.
El acceso a agua limpia es el inicio de la cadena de servicios básicos que aseguran un horizonte de desarrollo y de salida de la pobreza. Una buena gestión presidencial, enfocada en hacer una revolución social debe apuntar a cerrar las brechas entre lo urbano y lo rural.
Fernando Zavala no sólo tiene la opción de responder la pregunta que hizo Zavalita en Conversación en La Catedral si no la gran oportunidad de resolverla.
(Foto: Montserrat Ciges)