Construir el universo visual de una historia para lograr su objetivo narrativo, causando impresión sensorial al espectador, es el notable compromiso del director de arte con una película. Armar y desarmar el escenario de una realidad paralela que, a través de la cámara, el director de fotografía –ojo a ojo– con el director del filme, inmortalizan en la ficción. Todo lo que debe verse delante de la cámara, lo que aparece en cada plano, es lo que el director de arte investiga, bosqueja y junto con su equipo de arte, localiza y administra, porque además son los primeros en llegar y los últimos en irse del rodaje. La Última Tarde, [wi:k] y El Soñador; las tres películas peruanas que compiten en el 20° Festival de Cine de Lima, deben la creación de su hábitat ficticio a Gisella Ramírez, Illary Alencastre Pinilla y Aaron Rojas, respectivos directores de arte de cada una. Distintas historias que ocurren en una misma ciudad –en la realidad Lima–, pero aisladas en su propia metrópoli visual.
Ejercer la dirección de arte es una experiencia distinta en cada película, como para Illary que además escribió [wi:k] con Rodrigo Moreno del Valle, la opera prima de ambos. O para Aaron Rojas que se inició con El Limpiador (Adrián Saba), bajo un modelo de producción muy diferente al de El Soñador y como lo fue para Gisella Ramírez con La Última Tarde, su segundo largometraje con Joel Calero después de seis años (antes Cielo Oscuro). Es frecuente que el director ya tenga una mirada para su historia y sea el director de arte que, tras leer el guión, filtre y procese la historia para debatir esa mirada juntos. Pero en el caso de [wi:k], iniciar a conceptualizar el arte desde la escritura fue una ventaja en el proceso para Illary “porque no solo lo imaginábamos sino que lo conversábamos y compartíamos referencias desde ese momento. Además también estuve en las lecturas de guión con los actores y eso de hecho favoreció a definir el estilo de cada personaje.”

[wi:k] DE MORENO DEL VALLE.
Ese proceso de intimar con la historia desde la dirección de arte, en el caso de [wi:k] duró ocho meses, un proceso orgánico casi como la gestación animal “y sin plantearlo o ponerlo como objetivo, la película tiene un look súper noventero, que de hecho es la década en la que nosotros teníamos esa edad”, dice Illary. “Entre Adrián y César (Fe, director de foto) compartimos referencias no solo visuales sino hasta música, todo lo que te pueda generar ideas y sensaciones que no puedes comunicar conversando, que tienes que sentir. Es una ida y vuelta siempre”, cuenta Aaron que en su primera película trabajó solo con dos personajes y ahora, en El Soñador, tanto como el universo y el proceso crecieron. Lo opuesto a La última tarde que a diferencia de Cielo Oscuro tuvo un proceso mucho más pequeño, “en la anterior tuvimos que recrear todo Gamarra –recuerda Gisella– esta vez eran dos personajes y la referencias fueron más que todo sobre acciones e historias mínimas porque teníamos pocas locaciones de interiores, la gran locación era la calle.”

LA ÚLTIMA TARDE DE JOEL CALERO.

RODAJE Y SCOUTING DE EL SOÑADOR (FOTOS: CÉSAR FE.)
Las calles de Barranco en La Última Tarde, las de Lince en [wi:k] y en el caso de El Soñador además de la capital, escenarios alrededor del país. “Cada paisaje fue elegido porque viene de una propuesta, si es árido o verde, o qué texturas incluyes: rocas, tierra, hierba; todo te dice algo, cada detalle es un código que al final el espectador identifica y relaciona con la historia”, comenta Aaron. La propuesta de arte sigue construyéndose en escena, en pleno rodaje, al decidir también qué quitar y evadir en un encuadre tras la negociación con el director y el DF. “Un tema de elección porque no podíamos intervenir, solo decidir sobre los espacios que escogíamos del recorrido que nos interesaba” –cuenta Gisella acerca de las caminatas barranquinas– “pero con el juzgado, por tema de logística, permisos y comodidad de filmar sin interrupciones, sí tuvimos que recrear desde cero y generar la atmósfera fría y rígida desde la arquitectura hasta la paleta de color. Cada espacio tenía que enfatizar ciertas emociones internas, reforzar lo que no se decía en voz alta.”

MAKING OF LA ÚLTIMA TARDE (FOTO: LA MALETA DE FÉLIX.)

MAKING OF [wi:k] (FOTO: la maleta de félix.)
La propuesta visual empieza a construirse por los ambientes en función de su historia y personajes, “por ejemplo, la piscina ¿cómo tenía que ser? Desde que escribimos el guión decíamos que era un lugar tomado, con el que se identifican y que hicieron suyo. Donde entran a escondidas y pasan el tiempo confundidos, tratando de entender quiénes son, hacia dónde van. Intuitivamente, con Rodrigo, escogíamos lo que enfatizaran ese aspecto –cuenta Illary–, conseguimos la piscina vacía y la intervenimos, pero por lo general era un requerimiento que la locación sea tal cual la queríamos porque no teníamos mucho presupuesto, aunque lo que sí armamos de cero fue la casa de Zapa”, uno de los protagonistas de [wi:k]. En El Soñador pasó con la guarida de un personaje, “construimos una locación donde no había nada más que en un barco, quizás fue la locación más complicada por la ubicación y el estado del barco: carcomido, abandonado” cuenta Aaron que confiesa su entusiasmo por las realidades distópicas.

EL SOÑADOR DE ADRIÁN SABA.
Las dos películas que Aaron trabajó con Adrián Saba, si bien difieren en historia, personajes y ritmo; “ambas suceden en una ciudad desolada, donde sus protagonistas van a la deriva. Había que reflejar eso en esta película, pero a su vez El Soñador –señala Aaron–es una especie de realismo mágico porque juega mucho con la transición de escenarios, si bien la propuesta de arte intenta romper una narrativa visual no es su intención revelar que es real o no”, el espectador será quien lo descubra. “Con Joel coincidimos bastante, por ejemplo, que las atmósferas debían tener una paleta de color otoñal porque es una película bastante melancólica, de dos personajes que se reencuentran y hurgan, de a pocos, en esa tristeza contenida por años. Eso quisimos reflejar hasta en el vestuario que está concebido por capas, además de reforzar -con colores y accesorios- el perfil de cada uno”, comenta Gisella sobre La Última Tarde y agrega que en cuanto a dirección de arte no fue un proyecto muy grande pero lo complejo estuvo en los pequeños detalles.
Ese fue el reto de La Última Tarde: la continuidad, mantener la ilusión de secuencia, porque “nunca había hecho una película que pasara en un solo día y solo con dos personajes, entonces sí costó entender esa continuidad de mínimos lapsos de tiempo, micro cambios. Pero una vez que sabíamos en qué estábamos, nos fue bien”, recuerda Gisella del rodaje, así como Illary el de [wi:k] “donde era importante llevar la continuidad del vestuario y la utilería porque sucede en una semana de ficción episódica, se marcan los días y fue complicado porque éramos un equipo de dos, no había vestuarista, eso hubiera ayudado pero fluyó bien, resolvimos”, es que en la dirección de arte “tienes que ser flexible y enrumbar la propuesta, no siempre tienes el control”, comenta Aaron que también en su primera película, entre él y sus dos asistentes conseguían todo, pero con El Soñador “al ser una película más grande, con más personajes y locaciones, el reto fue llegar a tiempo. Aunque con un equipo de producción sólido, como el que tuvimos, todo fluye”, asegura.
La propuesta de arte se materializa tras una evolución en cada etapa del proceso, sin duda una identidad moldeada de manera orgánica y que solo la experiencia en cada producción, agudiza la visión y técnica de este oficio. Ahora se viene otro desafío para Gisella, que dirigirá el equipo de arte de la opera prima de Melina León, Canción sin nombre, historia situada en Lima de los 80s que será filmada en blanco y negro. Aaron viajará a Pucallpa para el rodaje de Mapacho, opera prima de Carlos Marín Tello, uno de los ganadores del Concurso de Largometrajes de Cine Regional 2015. Illary ya empezó a escribir otro guión con Rodrigo Moreno del Valle, aunque antes de embarcarse al nuevo proyecto esperan concretar el estreno comercial de [wi:k] para el próximo año, al igual que La Última Tarde y El Soñador aguardan su exhibición en salas para el 2017. Por ahora, las tres se muestran en el recién inaugurado 20° Festival de Cine de Lima, razón para no perder de vista a estos cabecillas artísticos, que van tras más hazañas en la gran cruzada del cine hecho en casa.
(Fotos de portada: Angello Cueva, Patricio Baca Olcese y La Maleta de Félix.)