"Estudié derecho por equivocación, en la Católica. Es uno de mis tantos extravíos. El mundo del derecho es muy cuadriculado, muy limitado. Las cosas suceden por determinadas causas y tienen determinados efectos, pero la vida no es así. La vida es mucho más extensa que eso, mucho más ancha. Luego estudié en la Escuela de Escritura Creativa de Alonso Cueto. Soy su discípula. El mundo de la ficción es el más rico que existe, de todos los mundos. El mundo de la ficción no tiene fin, es como un océano", dice a LaMula.pe la escritora Alina Gadea, quien acaba de publicar la segunda edición de su primera novela 'Otra vida para Doris Kaplan'.


Hay quienes dicen que el escritor no debe fijarse en la realidad sino simplemente ser un creador de historias y punto.

Es válido pero creo que de alguna manera el Perú, por lo convulso que siempre ha sido, por la complejidad que tiene como estructura social y por la historia que ha tenido, es un acicate para movernos a contar algo más allá de una historia personal.


¿En qué te basas para hacer una novela?

En todo texto hay temas que a uno lo han tocado muy directamente, de lo cual uno ha sido partícipe. Creo que por eso es que uno se logra involucrar y por lo que le importa a uno tanto explicar ese caos que no llega a ser muy racional internamente. Creo que ese es uno de los motivos por los que uno escribe, para poner en orden ese caos personal. Pero aparte de esas experiencias personales, definitivamente hay todo eso que es invento. Todo eso que significa este oficio de ficcionar, que es inventar sobre esa pequeña base de experiencias personales, y de cosas que nos han tocado personalmente. Hay siempre ese camino mágico en la escritura que es lo que se nos ocurre nuevo. Ese desenlace nuevo e imprevisto hasta para nosotros mismos como escritores.


La de Doris Kaplan es una lección de vida, de resiliencia...

Sí, tiene que ver con la resiliencia, y creo que la muerte de un padre es un hecho que a cualquier ser humano lo trastoca. Es como la metáfora de toda la pérdida que hay de una casta, de una forma de vida, de una ciudad y de un país. Así como la violencia de la madre y lo que se vive dentro de una casa es también una especie de símbolo de eso mismo que ocurre dentro de un país entero, que es lo violento, lo que nos aterra, lo que nos hace tomar conciencia.


Y su madre refleja una sociedad complicada...

Sí, porque ella personifica la indiferencia limeña. Esa cosa que lamentablemente tenemos desde siempre, que es como una gran indiferencia por lo que ocurre, y una gran lejanía con el Perú. Creo que alguien dijo hace tiempo que no hay un lugar más alejado del Perú que Lima, y es verdad. El limeño tiene esa cosa de estar de espaldas al país. Es lo que sucedió en los años ochenta, que la gente solía ver estos hechos como algo muy remoto que estaba sucediendo al interior del país, en la sierra, y no lo sentían real hasta que ocurrió lo de Tarata. La madre es un poco eso. La indiferencia, el racismo, el clasismo, la locura del miedo de vivir o de salir, el encierro, la represión. 



¿Te costó mucho armar la historia?

Creo que lo vas concibiendo de acuerdo con tu propia estructura de vida. Según los modelos que has ido viendo de personas, de formas de pensar, de maneras de ver el mundo a tu alrededor. Vas configurando cada personaje, y a su vez, ya en un proceso más creativo, esos personajes van tomando cuerpo, van tomando vida y se van desarrollando y ayudando a fluir a la historia. Pero en un inicio son puntos de vista de personas, que te han llamado poderosamente la atención; quizás por extremistas, por obcecados, por extremadamente conservadores. O por lo contrario, por ser personas muy trasgresoras, o que se metieron en un camino no adecuado, de violencia, y todas estas formas tan disímiles de ver el mundo, son lo que van haciendo que uno acepte determinado personaje y vaya armando todo en base a ellos.

"El escritor es un ser que observa la realidad, y que observa al mundo con cierta insatisfacción y con ciertas reacciones. Esos son los demonios que a uno lo impulsan a escribir. El querer exorcizar algo que está latiendo y que nos molesta. De hecho no todos los escritores están siempre revelando algo de su entorno social y político, pero creo que es común que nos toque porque somos parte de todo eso, pero de hecho el mayor compromiso es con uno mismo y con la propia escritura sea la que sea. Sea social, psicológica o la que sea. Es un compromiso con lo que nosotros llevamos dentro y nos perturba de alguna manera".


¿Con qué personajes de tu novela te identificas?

Me identifico con todos y cada uno, porque creo que el que escribe se vuelca, de alguna manera, al menos en alguna parte de él mismo, en cada personaje. O sea, al final son una mezcla infinita, de uno mismo y de otras gentes, y de invenciones de uno mismo. Una elaboración.


¿Leíste e investigaste, o trabajaste solo a partir de noticias y de lo que ibas escuchando?

Un poco de todo. Un poco de lo vivido en los años universitarios, que fue la época convulsa. Justo se trata de eso acá, del punto de vista de una universitaria. Un punto de vista algo burgués, pero válido en medio de todo este zafarrancho.

Luego, las personas que uno conoció, distintos tipos de universitario, del mismo núcleo universitario. Gente que ya estaba metida en esto y que trataba de jalarte. Las cosas tan encontradas que sentías, como de una sensibilidad social grande, y al mismo tiempo, de rechazo social grande frente a esa forma de terror y de amedrentamiento asesino; y también un terrible rechazo por el sistema impuesto. Ese cúmulo de injusticias que es también el Perú. Son como puntos de vista contradictorios de uno mismo, acerca de una realidad que es tan compleja.


Esta novela, en su primera edición y siendo tu primera obra, tuvo mucha acogida... 

Sí, tuvo una gran aceptación. También una repercusión en los jóvenes. He tenido la suerte de compartir con colegios, de toda clase, esta historia. Les llama la atención porque justamente es un relato en boca de una joven. Eso los ayuda a acercarse a la historia. Creo que tiene esa importancia. Que no se vea como un hecho aislado histórico y casi irreal, sino que se vea así, de carne y hueso. Que se sienta, que se huela, que se respire, que explote en la cara. Creo que es, de todas maneras, un tema que es muy relevante, este tema de la violencia política y las consecuencias que ha tenido. Creo que en orden a esto es que era necesaria una reedición.


Es una crónica de sensaciones, con figuras literarias, con un tono poético...

Me interesaba mucho la exploración del lenguaje acá. Mostrar, más que decir. Mostrar con un lenguaje que tuviera algún tipo de lirismo, porque creo que, extrañamente, se entienden más los textos que cuidan el lenguaje, que un texto meramente técnico. Pasaría un poco como inadvertido, pero ya el hecho de tocar las emociones aporta más.

Sí, es una crónica de sensaciones. Como dice Alonso Cueto en la contratapa, la verdadera vida se vive en la conciencia. Las verdaderas aventuras son las que vivimos dentro de nosotros mismos. Es un poco ese reto de que la protagonista sea a la vez narradora. Que sea un narrador en primera persona, pero a la vez omnisciente. Porque ella, por una condición que no quiero revelar del texto, puede verlo todo.

La estructura es fragmentada. Son como retazos, pedazos de memoria o de impactos que uno ha tenido en la mente, en el recuerdo, y que se van siguiendo el uno al otro, con saltos incluso en el tiempo, y en la mente, hacia las vidas de otros personajes.



¿Una novela debe tener un final bonito o ser conflictiva? 

Creo que la literatura tiene que ser, necesariamente, conflictiva. Lo bonito lo podemos dejar para otros textos, pero para la literatura, y el arte en general, debe haber algún conflicto que nos ancle a la lectura. No podría ser toda una historia ligera. No tendría sentido. Lo que creo que sí puede ser bonito es la estética del lenguaje pero no el tema, porque no nos llena. Nosotros como lectores también queremos solucionar lo que estamos leyendo. Queremos ir leyendo e ir poniendo orden en el caos de nuestro interior y el mundo. Darle un orden, una lógica y una armonía que muchas veces, lamentablemente, no tenemos en la vida, ni en el mundo. Eso es el tema del conflicto que me parece primordial en una novela.

 

¿Es fácil ser un escritor peruano en el Perú?

Es una locura, pero creo que vale la pena de todas maneras, por las cosas que te venía diciendo. Por la recompensa que significa haber creado toda esa historia solo. Sin apoyo, ni ojos, ni oídos de nadie. Dando un poco de vueltas en espiral con gran inseguridad, aislándote de todo y volviéndote una persona un poco taciturna y luego poder tener ese encuentro, de una persona extraña, que no conocías, y ahora es muy cercana, y puede comentarte esas cosas que sintió, que son las mismas que tú sentías, que tú vivías. Es magia.


Un elemento que llama la atención en tus novelas son las casas...

Ese es un tema muy personal. El tema de la casa incluso ha sido uno de mis demonios siempre. Por eso hice lo de la Casa Muerta, y el cuento. Una casa vieja encierra un montón de dudas, de ensueños, de confusiones, de fantasmas, de miedos. No es lo mismo que un lugar nuevo y aséptico. Es un lugar que tiene decadencia, años y procesos internos. Así como nosotros, tenemos procesos internos, las casas viven y mueren, y tienen procesos. Sus muros se van como contagiando de las personas que viven en ellos, y van teniendo una carga y una energía. En ese sentido, una casa vieja y brumosa en el malecón de Miraflores, que es donde me tocó vivir a mí, ha sido mi cantera para mi creatividad. Probablemente, si yo no hubiera nacido así y no hubiera vivido tras esos muros, estas cosas no se me hubieran ocurrido.


Invitas a los lectores a recorrer sus ambientes...

Tienen mucho que decir. Son ambientes que han visto mucho. Hay mucho ahí. Mucha gente ha pensado que yo era arquitecta y no lo soy, pero sí me llama mucho la atención. Hay toda una corriente literaria, grandes escritores que se han fijado un mundo dentro de una casa, y se han abastecido y alimentado dentro de él. Como Edgar Allan Poe, o el mismo Cortázar, con la Casa Tomada. Es como que la casa viene a ser un personaje, es una personificación. La casa vive, y asiste a estos textos. Los enriquece. Son historias que pasan dentro de las casas. A mí siempre me ha interesado contar las historias que pasan dentro de las casas, más que en las calles.

 


¿Qué es lo que se viene?

He escrito una novela que quiero poder publicar pronto. Estoy dándole las últimas correcciones. Tiene varios títulos tentativos que no quisiera decir todavía. He estado dándole diversas vueltas en cuanto al tratamiento, el tema, el tono usado, la estructura, el lenguaje, el estilo, y una serie de cosas. He hecho ejercicios para ver cómo cuaja mejor, porque es un tema muy personal, que nos atañe a la mayoría de gente. Es lo que sucede entre dos personas para llegar a separarse con todo y una familia. Es la separación de una pareja y de una familia. Qué es lo que eso hace sentir, cómo se produce, en qué deviene y cómo se supera, o no se supera. Todas las sensaciones son muy ricas, muy intensas, y de hecho exceden lo que puede ser el marco jurídico.