Poeta y vago. Con estas dos palabras, Roberto Bolaño (1953-2003) se definía a sí mismo. La segunda de ellas no es cierta. Al menos no para quienes conocieron su marcada disciplina para dedicarse a un oficio que lo colmó de premios y fama en el último periodo de su vida. Muchas noches acompañadas de cigarrillos fueron testigos de la entrega de un hombre a la literatura. 

A trece años de su partida son pocos los aspectos biográficos que pueden revelarse del poeta y narrador chileno que convirtió a México en su guarida eterna, un país que redefiniría en muchas de sus novelas como Los detectives salvajes, Amuleto o la voluminosa 2666. 

Si todavía hay quienes dudan de su disciplina, habría que recordarles que Bolaño, antes de morir, dejó varios manuscritos. La editorial elegida para publicarlos es Alfaguara, que obtuvo los derechos luego de negociar con Andrew Wylie, uno de los agentes literarios más importantes del mundo y quien representó a la viuda -Carolina López- e hijos del escritor. Por lo pronto, en noviembre próximo -en el marco de la Feria Internacional de Guadalajara- se presentarán dos publicaciones: El espíritu de la ciencia ficción y un libro de relatos todavía sin título.

FOTO: HEREDEROS DE ROBERTO BOLAÑO

Precisamente, en esta nota periodístca, queremos recordar la faceta cuentística de Bolaño. Por esta razón reproducimos el decálogo que el propio autor escribió para beneplácito de sus seguidores y aprendices. Recordemos que el género de las 'distancias cortas' no le fue esquivo, tal como lo atestiguan sus colecciones de cuentos como Llamadas telefónicas y Putas asesinas.

CONSEJOS SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR CUENTOS

Escribe: Roberto Bolaño

1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 

2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.

3. Cuidad la tentación de escribirlos de dos en dos [que] es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.

4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8. Bueno lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de este pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.

11. Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.

12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

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