Anoche se estrenó la sexta temporada de Game of Thrones, y quizá una de las mejores jugadas de la serie fue no hacer lo que todos esperábamos que hiciera: revivir a Jon Snow. Esta línea narrativa no se ha cerrado, ni mucho menos: Davos sigue encerrado en un cuarto con el cadáver del Comandante de la Guardia de la Noche, esperando que los Wildlings estén lo suficientemente agradecidos con Snow para venir a ayudar en algún tipo de plan improbable. Sin embargo, el primer episodio de la temporada ha dedicado gran parte de su tiempo a establecer las razones por las que el retorno de Snow es más complicado de lo que esperábamos, especialmente porque Melisandre, cuya magia parecía un faro de esperanza para la resurrección, está más que desilusionada con sus propios poderes. 

Así, la gran revelación del episodio no estuvo directamente relacionada con Snow, sino con la historia de la Mujer Roja, que resulta ser bastante más gris una vez que se despoja del poder que le confiere el Dios de la Luz. La escena final, en la que presenciamos la transformación de Melisandre en una anciana decrépita, tiene la doble función de reafirmar la realidad de los poderes de la sacerdotisa mientras acentúa su desesperanza. Convencerla de que, a pesar de la falsedad de sus visiones, sigue valiendo la pena ejercer sus poderes será crucial para vencer a los traidores de la Guardia de la Noche, revivir a Jon Snow y, probablemente, descubrir el siguiente paso a seguir en esta línea narrativa.

En otro extremo de Westeros, Ellaria Sand y sus subordinadas realizan un golpe de estado sangriento contra Doran Martell, hermano del aplastado Oberyn y rey de Dorne. Como jugadores del Juego de Tronos, los gobernantes de Dorne no han servido hasta ahora de mucho, excepto para avivar el odio de los Lannister. Ahora, también, el golpe de las Sand se fundamenta en la lejanía de Doran de su pueblo y en la afirmación de que ‘los hombres débiles no volverán a gobernar en Dorne’, pero no parece tener otro norte narrativo que abrir otro frente de batalla para los reunidos gemelos Lannister.

Los gemelos incestuosos, por su parte, tuvieron dos momentos de actuación que anuncian otra temporada de venganza: primero, Cersei transforma su talante en veinte segundos, pasando de inocente alegría a desconcierto a dolor y, finalmente, a ira ante el regreso de Jaime sin su hija favorita, Myrcella. Después, ante la desesperación y sumisión a su destino de Cersei, Jaime entrega una de las mejores líneas de su personaje en la historia de Westeros: “Que se joda la profecía. Que se joda el destino. ... Todo lo que nos han quitado, lo tomaremos de vuelta, y más”. Este es el tipo de pensamiento que hace de la dinámica de la pareja más extraña de Game of Thrones una de las más fascinantes, además de demostrar una vez más que los gemelos Lannister no son exactamente brillantes o sistemáticos en su uso del poder. Es, de todas maneras, una movida narrativa inteligente volver a unir a los reyes del incesto en vez de seguirlos separando: juntos, son capaces de liderar el derramamiento de sangre de toda la temporada.

Hablando de derramar sangre, los únicos que pueden competir con los Lannister en su sed de violencia, especialmente porque no lo hacen por venganza sino por placer, son los Bolton. Tras la huida de Sansa y un nuevamente humano Theon, Ramsay llora la muerte de su perversa novia, Myranda. Como si no fuese suficiente este repentino caudal de emociones para buscar y masacrar a los dos prófugos, Roose Bolton vuelve a ser un gran padre diciéndole a Ramsay que, si no encuentra a Sansa, le quitará su estatus de hijos legítimo. La combinación de ambas cosas podría humanizar un poco al sangriento gobernador de Winterfell, y esa humanización podría dar resultados más interesantes que seguir despellejando vivos a enemigos aleatorios.

Sansa y Theon, mientras tanto, tratan de sobrevivir en el helado campo de Winterfell, y son salvados de manera quizá demasiado coincidente por Brienne y Podrick. A pesar de la arbitrariedad de este encuentro, de él salieron por lo menos dos cosas buenas: una batalla breve, pero con adrenalina, y un juramento entre Sansa y Brienne. Que Sansa finalmente ejerza un poco de agencia aceptando el servicio de Brienne le dio por primera vez cierto parecido con su madre, la excelente, y ya muerta, Catelyn Stark. Con un poco de suerte, es parecido será la guía para convertir a Sansa en una jugadora más como única representante de los Stark en Westeros durante esta temporada.

La única otra Stark cuyo paradero conocemos es Arya, llevada a una condición de miseria en Braavos. Ciega y pobre, Arya se ha convertido en mendiga como castigo por su desobediencia. Nadie sabe aún en qué consiste eso de la Sala de los Rostros, o quién es Jaqen H’ghar, o qué va a pasar si Arya consigue realmente convertirse en ‘nadie’, como es el deseo de su maestro. El único progreso que hemos visto, por ahora, es que su entrenamiento va a continuar, así que quizá con él vengan algunas respuestas.

En Meereen, una de las duplas más prometedoras de Game of Thrones recorre la ciudad tratando de decidir cómo proceder ahora que Daenerys está desaparecida: Tyrion y Varys, gobernantes provisionales de la ciudad, saben que el reinado de Dany ha llevado a la rebelión de los Hijos de la Arpía, y ahora el puerto de Meereen está en llamas y su pueblo dividido. La Madre de los Dragones, mientras tanto, vuelve a vivir en la sociedad altamente machista de los dothraki. Aunque se ha salvado de la esclavitud sexual -tema recurrente en el pueblo de los caballos- por ser la viuda de Khal Drogo (argumento que se demoró una eternidad en sacar a la luz), Daenerys está destinada a vivir en una especie de monasterio de viudas en Vaes Dothrak, lo que no se condice demasiado con su carácter. Jorah y Daario la están buscando, pero para encontrarla tendrían que recorrer cientos de kilómetros y enfrentarse a una horda de guerreros, así que su rescate parece improbable, por ahora.

La línea narrativa de Daenerys, aunque claramente es una de las más importantes porque tiene dragones y porque es una de las pocas personas que puede aspirar con relativa justicia al Trono de Hierro, siempre ha parecido lejana a los acontecimientos de Westeros. Seguir poniendo obstáculos para su llegada, que no puede menos que ser triunfal, a King’s Landing no hace nada por aliviar la impaciencia. Además, parece que la saga se aleja cada vez más de su dinámica original, en la que el ‘juego de tronos’ se basaba en el deseo de sentarse sobre el Trono de Hierro: ¿quién, además de los Lannister -que ya lo hacen- está interesado en reinar sobre un maltrecho Westeros?

La quinta temporada puso de relieve que la lucha por el Trono es nimia ante la inminencia de la llegada de los White Walkers, y, con los hermanos Tyrell encerrados por motivos religiosos, no parece haber muchos otros interesados en tomar el poder. Tomar el dilema de los amigos de Jon Snow como centro de gravedad del primer episodio también apunta a una temporada centrada en las diversas batallas del norte -seguidores de Snow vs traidores; Guardias de la Noche vs White Walkers, Boltons vs el resto del mundo, etcétera-. A esto se suma que, en el próximo episodio, reaparecerá Bran Stark, que está viviendo al norte del Muro con sus poderes wargos y sus visiones; y también estará en esta temporada la familia Greyjoy, siempre interesada en conquistar Winterfell.

Pensando en la temporada anterior, parece que los realizadores de Game of Thrones han hecho caso a algunas de las críticas, presentando un solo par de tetas -que además pasaron rápidamente de sensuales a escalofriantes- y bastante más humor del acostumbrado. Como siempre, el primero ha sido un episodio dedicado a sembrar algunas discordias futuras y recordarnos las que siguen, así que habrá que esperar unas semanas para ver si se mantiene el tono más fresco. Por lo demás, sabemos que a HBO le gusta hacernos esperar, pero queda la pregunta, más bien urgente: ¿dónde demonios están los dragones?


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