Gustavo Castro fue el único testigo del asesinato de la activista ambiental hondureña Berta Cáceres, el mismo que tuvo lugar el 3 de marzo pasado en su propia casa y conmocionó al mundo entero. 

Castro, director de la organización ambiental mexicana Otros Mundos, también recibió algunos disparos, sin embargo, puesto que los atacantes lo dieron por muerto, no insistieron más. Según su relato, pudo ver el arma tan solo a dos metros de distancia apuntándole al rostro. En ese momento se echó a un lado de la cama y se cubrió la cara. La bala le rozó el nudillo del índice y la oreja izquierda, lo suficiente para llenar todo de sangre haciendo que el asesino pensara que su misión ya estaba cumplida.

Momentos después, muy cerca, en la otra habitación, oyó un desesperado forcejeo y tres detonaciones. Cuando pudo entrar finalmente vio a Berta Cáceres tendida en el suelo. Pocos minutos después falleció en sus brazos. Eran las 23:40 del 2 de marzo del 2016. Es así que en aquella solitaria casa de La Esperanza, al oeste de Tegucigalpa, fue asesinada una de las más reconocidas ecologistas de Centroamérica, tan respetada como odiada por sus detractores. 

Su muerte desató una ola de indignación a nivel mundial, tan grande que Estados Unidos, la ONU, el Vaticano y Venezuela exigieron rápidamente el esclarecimiento del crimen. Sin embargo, como tantas otras veces, luego de la crítica vino el silencio. Y es que ya ha pasado más de un mes desde el trágico hecho y todo continúa igual: en secreto y sin avances

Así permanece Honduras, un país donde el 90% de los delitos quedan impunes. A pesar de ello, Gustavo Castro es la pieza fundamental para cerrar uno de los casos más controvertidos de este año. 

El activista, de 51 años, llegó al aeropuerto de San Pedro de Sula el 1 de marzo. El objetivo de su visita era impartir un taller a integrantes del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), fundado por Berta Cáceres. 

Ambos compartían una historia de trabajo común, aunque llevaban cinco años sin verse. Es así que luego de pasar la primera noche en una casa de la organización, la fallecida ecologista lo invitó a su hogar para que pudiese usar Internet y comunicarse con su familia. Antes de eso, visitaron a su madre, una conocida partera y luchadora social y cenaron en el restaurante El Fogón. Luego se encaminaron a la vivienda de Berta, un sencillo cubículo rodeado de baldíos y únicamente protegido por una valla perimetral. Lo primero que dijo Gustavo al verla fue 'Berta, esta casa no es segura'. 

Todos en Honduras sabían que la vida de Berta Cáceres corría peligro. Y es que su larga lucha por los derechos del pueblo lenca, al que pertenecía, y su activismo ambiental, le habían sumado peligrosos enemigos. Sin embargo, una de sus últimas acciones empeoró la situación. 

Cáceres lideró, dentro y fuera de Honduras, una inagotable ola de protestas contra la presa de agua Zarca, un proyecto enorme con inversión internacional que afectaba al río Gualcarque, sagrado para las comunidades indígenas. Finalmente luego de tanta lucha, el Banco Mundial y la constructora pública china Sinohydro se retiraron. En su lugar entró la compañía hondureña Desarrollos Energéticos SA (DESA)

Por un momento, la incansable Berta pesó que ya había ganado. En Estados Unidos le dieron el prestigioso reconocimiento Goldman Enviromental Prize, más conocido como el Nobel verde, que acaba de ganar la peruana Máxima Acuña.

Sin embargo, a pesar de su notoriedad internacional, la situación en Honduras la marcó. Muchos de sus compañeros de protesta fueron heridos y torturados y hasta uno de ellos, un colega del consejo indígena, murió en las manifestaciones. Es así que se había convertido en un claro objetivo en un lugar donde, según Global Witness, 111 activistas medioambientales fueron asesinados entre el 2002 y el 2014. Frente a ello, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó su protección, aunque la policía hondureña nunca accedió a custodiarla. 

La noche del 2 de marzo, dos activistas llegaron a la casa de Berta a bordo de un Volkswagen gris. Castro recuerda que 'reinaba un silencio profundo'. El mexicano se fumó un par de cigarros y alrededor de las 11 de la noche se despidió de su anfitriona para ir a dormir. Se echó en la cama y pronto oyó un estruendo. Creyó que una de las repisas se había caído pero rápidamente se dio cuenta de su error. ¡Quién anda ahí!, gritó Berta. 

Los asesinos habían entrado por la cocina y, al parecer, conocían bien la casa. Uno se dirigió a la habitación de la activista, mientras que el otro al cuarto que estaba ocupando Castro. En ese sentido, el testigo narró:

“No se esperaban que yo estuviese ahí. Pensaban que Berta iba a estar sola, porque la noche anterior su hija había volado a la Ciudad de México. Estaba todo planeado”. 

El atacante entró sin dejar de apuntar hacia él, mientras miraba si había alguien más en el recinto, luego disparó a matar:

“Me salvé por una milésima de segundo, sí me hubiese movido un poco antes o después, estaría muerto”. 

Berta no tuvo la misma suerte que su colega. Tres tiros en el abdomen acabaron con su vida:

“Cuando llegué se estaba yendo. Me pedía que avisase por teléfono a su exmarido, pero yo no atinaba a pulsar las teclas. Le decía: ‘Bertita, Bertita, no te vayas’. Pero no duró un minuto, murió en mis brazos”.

Cuando Castro se quedó solo, empezó a marcar el teléfono compulsivamente con mucho miedo de que los asesinos regresen. El primer auxilio tardó más de dos horas en llegar. Más tarde policías y periodistas atestaron la escena del crimen. Se decretó el secreto del sumario y el caso cayó en la oscuridad. Doce días después, otro militante de la organización de Cáceres fue asesinado. 

A la fecha, Castro y varias entidades indígenas exigen que DESA sea investigada como supuesta responsable del crimen. Sin embargo, la Fiscalía aún no ha presentado ninguna acusación y probablemente nunca lo haga, Gustavo está seguro de ello. Sin embargo ha decidido entrar en la lucha:

“Berta no luchó por un río, su trabajo no era local. Murió por algo de lo que todos somos responsables: por la biodiversidad del planeta. No podemos dar la espalda a su causa”. 

(Con información de elpais.com)

(Foto de cabecera: tiempo.hn)

noticias relacionadas en lamula.pe

Unión Europea condena los asesinatos de activistas ambientales y LGTBI en Honduras

Honduras: Hija de Berta Cáceres pide a CIDH crear grupo que indague su muerte

Honduras: Asesinan a activista ambientalista y compañero de lucha de Berta Cáceres

Honduras: Cejil condena asesinato del líder indígena Nelson Noé García, compañero de Berta Cáceres

Más de 200 organizaciones piden a EEUU investigar independientemente el asesinato de Berta Cáceres

Eurocámara pide a Honduras apoyar una investigación internacional sobre la muerte de Berta Cáceres

Presidente de Honduras pide a la ONU acompañar investigación por asesinato de Berta Cáceres

EEUU condena el asesinato de la activista indígena hondureña Berta Cáceres

Honduras: Berta Cáceres, la activista medioambiental que se enfrentó al BM y a China, fue asesinada

PNUMA pide atrapar cuanto antes a los asesinos de líder indígena Berta Cáceres