Belissa Andía es una mujer y activista trans. Es, además, fundadora del Colectivo Claveles Rojos y directora ejecutiva del Instituto Runa de Desarrollo y Estudios sobre Género. Ha desarrollado proyectos de promoción, defensa y reivindicación de derechos de su comunidad. Belissa, además, ha protagonizado ‘Loxoro’, cortometraje dirigido por Claudia Llosa para la cadena TNT que habla sobre la realidad de las mujeres trans en Lima y el dialecto que han creado para defenderse de la discriminación.
Belissa también es parte de Sembrar, movimiento que pertenece al Frente Amplio y del que forma parte Verónika Mendoza. Como miembro de esta alianza electoral postuló al Parlamento Andino en estas elecciones con el número 6. Además de tener que luchar contra la discriminación y la violencia del día a día para seguir adelante con su candidatura, Belissa también sufrió un agravio de parte de la burocracia estatal.
Como se puede ver en este enlace, en el padrón de candidatos al Parlamento Andino del Frente Amplio aparece, debajo de una foto con su rostro, el nombre legal de Belissa (el que le fue asignado al nacer) como el número 6. Eso significa que los organismos electorales no reconocieron el nombre con el que se identifica, ni hablar de reconocerla como mujer, y por lo tanto no le permitieron estar registrada así en las listas oficiales de candidatos. La excandidata, sobre este tema, dijo a lamula.pe:
“Llevo más de la mitad de mi vida como Belissa. Todo el mundo, mi familia incluso, me conoce así. Mi nombre legal sólo aparece para trámites u otras circunstancias jurídicas. Es una parte de mi historia personal y nada más. No es algo que tenga que ver conmigo, con mis relaciones sociales y hasta con mi participación política. La identidad es algo que uno construye”.
Un problema como este es solamente una versión agrandada (por ser un tema electoral) de lo que pasan ciudadanas y ciudadanos trans todos los días al interactuar con un sistema jurídico-legal que no les da la posibilidad de identificarse por quienes son. Marco Pérez, hombre trans y vocero del colectivo LGTBIQ No Tengo Miedo, ha intentado cambiar su nombre legal “varias veces”, sin ningún resultado positivo.
“Es complicado que, para empezar, tomen en consideración estas peticiones”, dice. “Además si te las aceptan, te piden informes psiquiátricos, certificados médicos para constatar operaciones de cambio de sexo. Todo esto es denigrante y atenta contra nuestra intimidad”.
Belissa nos cuenta que en las elecciones del 2006, cuando postuló al Congreso con el MNI, le pasó lo mismo que ahora. “Tuve que ir a Arequipa por unos problemas familiares y no tuve tiempo de plantearle al JNE ir con mi nombre social. No tenía muchas esperanzas, pero quería saber por lo menos qué me respondían”. Esto no significa que sea ‘primeriza’ en recibir los constantes rechazos del Estado para lograr un reconocimiento tan crucial:
“He presentado papeles 3 veces y no he tenido suerte. Lo que pasa es que he decidido que la fundamentación del caso se base en mi libertad de decidir. La manera más fácil de que la justicia peruana acepte un cambio de nombre de este tipo es que lo fundamentes a partir de que sufres de Disforia de Género y yo me rehúso a declarar que sufro de una patología por ser como soy. Nadie puede otorgarme una identidad y ‘ubicarme’ en un lugar por ella, eso es absurdo. La decisión de mi estrategia legal es también una decisión política”.
Es difícil asegurar un juicio justo, además, si el mismo Estado no tiene una línea jurídica claramente parametrada en temas de cambios de nombre legal para personas transgénero. Belissa señala que “la decisión se deja al libre albedrió de cada juez y muchos de ellos son anti derechos LGTBIQ. Como tienes que presentar tu expediente a una mesa única no sabes quién te va a tocar. Por lo tanto, esto se transforma en una cosa de suerte”.
Belissa, a pesar de todo, ha logrado sacar algo bueno de esta situación adversa. Ha encontrado, a partir de la intransigencia con la que se presentan las instituciones, la oportunidad de visibilizar el problema:
“Es una situación que me violenta pues es una imposición. Pero, personalmente, la he superado. Antes me causaba malestar, pero soy una persona que hace política y que ya está curtida. Ya disfruto de este tipo de cosas, de las contradicciones que se generan en los trámites legales. Ahora firmo todo como Belissa, y pongo mi nombre bien grande en el papel porque esta es una situación que confronta e incomoda a la gente. Con mi caso en estas situaciones hago pedagogía política.”
Para concluir, señala que, en el poco probable caso que se decida cambiar esta situación, se necesita un cambio de mentalidad:
“El Estado, que es garante de los derechos de las personas y es muy atento al proteger la libertad en otros casos, no lo es tanto con las libertades de las personas transgénero. Hay mucho por hacer y el Estado peruano está rezagado en este tema”.