“Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez. En los primeros cuarenta días había tenido consigo a un muchacho. Pero después de cuarenta días…”. Así inicia El viejo y el mar, uno de las novelas más leídas de Ernest Hemingway. Muchos, al escuchar estas palabras evocan sus clases de literatura en el colegio. Para diez latinoamericanos, tres españoles y una canadiense, en cambio, ese fragmento se ha convertido en una especie de muletilla aunada a su profesor de guion cinematográfico. Un recordatorio de la función que teníamos como guionistas: pensar narrativamente.  

La historia es así. En junio del 2013, la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) convocó a su Taller Internacional de Guion Cinematográfico. Los elegidos formamos un crisol de nacionalidades y experiencia profesional que descubrieron, para su beneplácito, que su profesor no solo era un versado en estética teatral y en la escritura de imágenes en movimiento; también era un rockero imperecedero ¿Su nombre? Francisco López Sacha

FOTO: LAMULA.PE

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¿Cómo luce un hombre educado en la revolución cubana? Una persona despistada o prejuiciosa podría imaginarse a un personaje con el rictus severo y vestido con una guayabera blanca. Sí, la misma que uso un dirigente sindical cuando tuvo que reunirse con el primer ministro, Pedro Cateriano, para discutir políticas laborales. En realidad, cuando recuerdo a Sacha en el campus de San Antonio de los Baños, no tengo el registro de la clásica prenda caribeña. Mi memoria abre un abanico de camisas de diferentes colores. Cuando voy a su encuentro en el Centro Cultural José María Arguedas (CAFAE-SE), busco alguna de ellas. En el recinto, hay movimiento, representantes de los partidos políticos que compiten en las elecciones se alistan para un debate. Los reporteros y camarógrafos, sudados por El Niño travieso, esperan en recepción el permiso necesario para comenzar la faena periodística. De pronto, un hombre de piel tostada, pelo blanco y anteojos avanza con tranquilidad. Ahí está: la camisa amarilla.

Francisco López Sacha (1950) nació en Manzanillo, una ciudad portuaria del este de Cuba, cerca del delta del río Cauto. Nueve años después la revolución de los barbudos liderados por Fidel Castro daría inicio a un proceso social y político que polarizaría Latinoamérica.

"La revolución [cubana] tiene un peso muy grande en la vida de país. Un peso político, ideológico y económico (la manera en que comíamos, lo que comíamos, cómo vivíamos). Por supuesto había una lucha entre aquellos que estaban de acuerdo y aquellos que no. Todavía había una marca muy fuerte de la lucha de clases hasta muy entrado los Sesenta. Era un proceso de cambios muy dinámicos, nosotros lo vivimos entre 1959 y 1968. Yo estaba becado y recibía los cambios indirectamente. Estar becado era vivir aislado de la sociedad. Los cambios venían del afuera. Y ese afuera era muy intenso y contradictorio".

El año pasado la literatura cubana fue del interés de muchos periodistas alrededor del mundo. Las redacciones y los canales de televisión dieron la noticia de que Leonardo Padura (La Habana, 1955) había ganado el Premio Princesa de Asturias por construir una obra que es “una soberbia aventura del diálogo y la libertad”, como señaló el jurado calificador. El creador del detective cubano Mario Conde enterado de la noticia declaró al diario El País: "Soy un escritor cubano, pertenezco a una generación que ha vivido y sufrido muchas cosas, buenas y malas, y siento un gran sentido de pertenencia hacia mi ambiente y mi gente en Cuba, así que este premio lo considero un reconocimiento a todo ello".

francisco lópez sacha/ foto: tallerinternacionaldeguion.wordpress.

Hablar de una revolución, hoy, puede parecer lejano. Para muchos ese sustantivo es un palabra que solo tiene existencia en una enciclopedia que relata eventos del siglo pasado o antepasado. Sin embargo, existen hombres que si bien no fueron integrantes de un ejército rebelde, formaron parte del desarrollo posterior de la revolución. Lo acontecido en Cuba, hace más de 50 años, cambiaría la vida de sus habitantes para siempre, hasta en sus más mínimos detalles.

Hay una generación que fue marcada por la violencia que es la primera parte de la mía. Son la gente que tiene 15 o 16 años cuando triunfa la revolución. Y que participó o en la lucha clandestina o en el Escambray, la lucha contra bandidos, la crisis de octubre… Por tanto tienen una filiación épica. Hay toda una literatura sobre ello entre el año 1996 y 1972. Ese fue el gran periodo explosivo de la narrativa de la violencia, donde el tema fundamental era la revolución: la lucha por esta y la revolución en sí. Había una efervescencia. Durante esos seis años, los temas fundamentales eran la revolución, la permanencia de la revolución y los conflictos de ella".

Dorado mundo es el título de un cuento escrito por Sacha (como lo llaman sus amigos y alumnos). Una crónica, contada con solvencia y con una adecuada dosis de humor, sobre la epopeya que significó para su protagonista –Filiberto- conseguir una taza de inodoro en La Habana, poco antes del desplome del bloque socialista a fines de los ochenta. Esa narración (Premio la Gaceta de Cuba en 1993), a su vez, es una lúcida exposición sobre la sociedad cubana.

“Trato que cada libro sea lo más separado del anterior. Hay algunos registros que uno maneja como escritor. Digamos en el género de cuento yo manejo tres registros. Uno que es melódico que sale con bastante fluidez. Son textos, por lo general, narrados en primera persona. Tengo otro registro armónico, más poético, donde no es tan cómodo concluir. Hay que trabajar mucho para lograr la metáfora narrativa, para lograr construir ciertas historias ligadas a otros aspectos de la realidad pero sin llegar al relato fantástico. Y un tercero que es rítmico. Son cuentos que también salen muy rápidos y que están asociados a la temática social. En cada libro persigo una unidad distinta”.

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La música y la literatura no son expresiones contrapuestas. Son muchos los ejemplos, en los cuales los trastes y la pluma han convergido con un demencial talento. Ahí están los poemas de Leonard Cohen y las crónicas de Bob Dylan , este último incluso ha sido voceado para ser nominado al Premio Nobel de Literatura.

"Toda mi generación estuvo marcada por el nacimiento del rock. Todos nosotros estamos influidos. No es que haya sido total. No ocurrió en todos los sectores de la población pero les pasó a los estudiantes. Y tuve experiencias muy hermosas escuchando a Elvis, a los Beatles…Y eso creó un deseo muy grande: yo quería ser cantante. Claro, me daba cuenta que tenía ser en inglés y no en español porque no me gustaba el rock de español que había en esa época. Pero, bueno, con los años estudié, investigué y manoseé el género. Y ahora mismo he terminado un libro que se llama 'Prisionero del Rock and Roll' y es un conjunto de crónicas, ensayos, poemas, cuentos…Es una ensalada: tiene de todo".


Para muchos la elección de los géneros literarios responde a una elección romántica o mágica. Quienes creen eso olvidan que los escritores también viven anclados a los avatares de la vida diaria como el pago de los servicios o la crianza de los hijos. La necesidad de comer es más fuerte que un pensamiento mágico sino recordemos a Roberto Bolaño, cuya magistral obra tuvo como combustible el hambre. Y ojo: de comida, no de fama (como suele sucederle a algunos escritores actuales).

"Yo no tenía una vocación teatral. La necesidad de comer me obligó. Yo vine para La Habana en 1977. Estaba trabajando como asesor en el Ministerio de Cultura y necesitaba una plaza [un trabajo]. Y bueno el que era el viceministro me ofreció una. Iba a dictar el curso de Estética pero no era militante del Partido. Entonces, bueno, lo que me quedaba al lado era ser profesor de Historia de Teatro. Y lo acepté. [En el caso del guion] mis amigos, como Senel Paz [el guionista de Fresa y Chocolate], me empujaron. Y Héctor Veitía me dio el empujón definitivo.‘Tú puedes ser profesor de guion’, me dijo'".

trÍo de guionistas(DE IZQUIERDA A DERECHA): francisco López SACHA, SENEL PAZ Y JULIO ROJAS.

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"Lo primero que debe tener un guionista es pensamiento narrativo", dice Sacha sentado en un salón del segundo piso del Cafea-es. En el salón solo nos acompañan dos estudiantes pero pronto llegarán más. Cuando realizamos esta entrevista, el escritor tenía 12 días de estadía en Lima. Era la primera vez que pisaba suelo peruano. En tan corto tiempo solo pudo conocer Barranco, Miraflores, y, claro, el pasaje 18 de polvos azules para cargar su maleta de películas. El escritor cubano se acerca a la silla del entrevistador. Quiere que el estudiante escuché con claridad.

“En el pensamiento poético, el poeta piensa por imágenes y conceptos; el narrador piensa en términos de historia. Una historia en movimiento que tiene un punto de partida y uno de llegada. Por tanto el pensamiento narrativo se forma leyendo novelas y cuentos, asistiendo al teatro o viendo películas”.

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"Aplaudo la voluntad de hacer cine a través de guion" recalca el autor cubano cuando se le pregunta por sus aprendices peruanos. Como parte del cuerpo docente de la EICTV –y gracias a Suena Perú- dirigió un taller en nuestro país entre el 22 de febrero y el 4 de marzo. La tarea no ha sido fácil. El ímpetu de los estudiantes dejaba muchas preguntas y decenas de páginas por leer. Sacha ha tenido que levantarse a las cuatro de la mañana para leer los guiones de los talleristas e incluso de personas que no pudieron alcanzar una vacante. A pesar del cansancio, no perdió el buen humor ni la amabilidad; menos su compromiso pedagógico. Cuando esta crónica salga publicada estará de vuelta en Cuba, donde disfrutará de los cuidados de su esposa. Y seguramente,  esperará con ansias el concierto de los Rollings Stones.

LA FICHA

Francisco López Sacha (Manzanillo, 1950). Narrador, ensayista y profesor de arte. Publicó su primera novela, El cumpleaños del fuego, en 1986 y un año después su primer libro de cuentos, La división de las letras, que le permitió obtener el premio Caimán Barbudo. Posteriormente,  publicaría Análisis de la ternura (1988). Con este cuentario fue finalista en el Premio Casa de las Américas de 1984.  Entre sus publicaciones más importantes, como ensayista, figuran La nueva cuentística cubana (1994) y Pastel flameante (2006). Forma parte del cuerpo docente del Programa  Regular y de Postgrado de la EICTV.

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