“Pollitos al aire”, dice el animador del carnaval a través de autoparlantes. En el escenario improvisadamente dispuesto en la calle, entre comuneros que bailan y cantan, un mototaxi maquillado como avioneta boliviana ‘aterriza’ para que otros, que aparecen del mismo lugar que el vehículo, depositen las grandes bolsas blancas que cargan. “Ahí llegó la plata. Al toquecito nomás súbanla”, exclama el animador. Después, se dramatiza un tiroteo entre los narcotraficantes con las fuerzas del orden usando sartas de cohetecillos para evocar el sonido de las metralletas mientras el mototaxi-avioneta ‘despega’.   

La información sobre esta escena, grabada y subida a las redes por el canal de Youtube ‘DelVRAEM Noticias’, es escueta. Sólo se encuentra lo mencionado en la descripción del video que fue publicado ayer: “Escenificación del proceso de traslado y envío de Clorhidrato de Cocaína a través de una avioneta. Fue desarrollado por la comparsa del distrito ayacuchano de Canayre, perteneciente al valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Esta representación se hizo durante las fiestas carnestolendas de Pichari, ámbito del Vraem.”

¿Cómo explicar esta celebración? ¿Estos carnavales? ¿Por qué en una zona que forma parte de un Estado soberano aparecen representaciones como esta?

Este video y esta danza no deben entenderse como una celebración o una 'apología' al narcotráfico. La lógica de las fiestas patronales es simbolizar lo que la comunidad vive y observa en su vida diaria. Es errada la idea de que las conmemoraciones como los carnavales expresan solo el pasado a través de imágenes tradicionales. 

La gente negocia con su realidad por medio de las escenificaciones. Así como se simbolizan la los ciclos agrícolas de siembra y cosecha, estas imágenes nos indican que la cocaína y las bolsas de dinero han cobrado un protagonismo importante. Más allá de valoraciones morales es interesante ver el grado de penetración del narcotráfico en la vida diaria de la gente que en esas imágenes se representa.

Los carnavales son, además, como dijo hace ya muchos años el crítico literario Mijail Bajtín, "una subversión simbólica del orden". Es decir, un espacio donde una dramatización como esta permite a la gente lidiar con la violencia e ilegalidad. ‘La fiesta’ puede ser una válvula de escape de las tensiones y las ausencias de una sociedad.

Si estas escenas están así de normalizadas en la zona: ¿Dónde está el Estado en el VRAEM? ¿Derrotado? Esa es la pregunta


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