The Force Awakens es todo lo que esperaba que fuera. Desde el Halcón Milenario hasta la nueva súper-arma del lado oscuro, pasando por la espada de Luke y los chistes de Chewbacca, el director y coguionista J.J. Abrams ha puesto un check al lado de cada ítem en la lista imaginaria que llevé a la función de medianoche. Incluso la nueva protagonista, Rey (Daisy Ridley), ha cumplido las expectativas: es una chica generosa e inteligente, no es sentimental y hasta sabe reparar naves, pero tiene una pena que la paraliza por momentos -Chewie aprueba-. Además, no tiene el engreimiento e ignorancia del Luke de la primera película, cualidades que fueron muy útiles para iniciar al mundo en los caminos de la Fuerza, pero que resultarían tediosos ahora que sabemos cómo funciona. 

El retorno de Star Wars no es solo para los novatos en la saga, sino que se toma la molestia de distribuir la información en distintos momentos de la película. Abrams, en esta ocasión -a diferencia de su versión de Star Trek-, ha conseguido un buen balance entre contenido para fanáticos y contenido para novatos, aunque a la larga probablemente sean los novatos quienes más disfruten del Episodio VII: ¿quién que haya crecido acompañando la curiosidad y bajo presupuesto de Luke Skywalker podría reemplazarlo permanentemente con esta megaproducción -que es más bien un megatributo- de Disney?

Finn, Poe y Phasma

Finn (John Boyega) y Poe Dameron (Oscar Isaac) no alcanzan en el Episodio VII más que a hacer un esbozo de sus personajes. Finn tiene espíritu, y es el personaje más ‘Disney’ de la película: durante la primera parte, sus líneas de diálogo consisten básicamente en decir “¡Eso fue increíble!” o “¡¿Viste eso?!” mientras salta de felicidad como saltaría yo si tuviese la oportunidad de subirme al Halcón Milenario. Es su espíritu -no hay otra forma de llamar el coraje que lo mueve a renunciar a la Primera Orden- lo que pone en movimiento la película, y lo que empieza a resarcir una de las mayores carencias de las películas de Lucas: la despersonalización de los soldados del Imperio. La rebelión de Finn marca el primero de varios acontecimientos que demuestran que Abrams y su coguionista Lawrence Kasdan saben que, a pesar de todos los intentos de la totalitarista Primera Orden, detrás de los cascos blancos hay personas. 

Poe, por su parte, es una especie de mezcla entre el humor y despreocupación de Han Solo y la camaradería y responsabilidad que pudo haber tenido el Anakin Skywalker de las precuelas. Abrams no le concede suficiente tiempo para convertirse en un personaje con historia, pero la pauta queda marcada para convertirlo en una de las cabezas de la Resistencia futura. 

La mayor decepción, en términos de personajes nuevos, es la Capitán Phasma. Interpretada por Gwendoline Christie, no solo nunca llega a demostrar la razón para su alto rango dentro de la Primera Orden sino que no se le da ninguna misión que no sea como intermediaria. En este sentido, el personaje de Christie y el de Domhnall Gleeson -que tiene dos o tres buenos momentos- podrían ser uno solo, aunque es difícil decidir cuál de los dos actores sería elegido para interpretarlo.

El lado oscuro

Lo mejor de The Force Awakens fue Kylo Ren. A diferencia de Darth Vader, Kylo es un villano de nuestros tiempos. No me malentiendan: le tuve y tengo terror a Vader y su presencia fantasmal -además de que su piel fue material para mis pesadillas de infancia-, pero en la era de Kilgrave y hasta cierto punto Loki no hay lugar para villanos que dependan únicamente de su uso del poder para el mal. Es la falta de poder de Kylo, su íntima debilidad unida a una pésima toma de decisiones lo que lo convierte en un excelente villano.

Da la impresión de que el caballero Ren -término aún sin significado- tuvo, como amerita la saga creada por George Lucas, los peores padres de la galaxia: es un niño malcriado, berrinchudo e inseguro de sí mismo, constantemente haciendo cosas que en realidad van en contra de su buen juicio y naturaleza. Diametralmente opuesto y a la vez el mayor admirador de Anakin, Kylo es seducido por la luz de la Fuerza, y el resultado es el único conflicto sin antecedentes en la trilogía original.

Es una pena que su maestro, el Líder Supremo Snoke, no muestre señas de semejante revolución. Su mejor línea de diálogo es una que ya nos sabíamos de memoria gracias a la campaña publicitaria y, a diferencia del maestro de Vader, no hace ningún esfuerzo por convencer a la gente de que hay una razón por la que se ha constituido como jefe de una maquinaria de la muerte. En términos del universo filosófico de Star Wars, su megalomanía podría ser la inversión del discurso de Yoda (“Size matters not”), pero eso no parece justificar la cantidad de dinero y esfuerzo usados para crear la animación por captura de movimiento de Snoke.

La historia y sus círculos

En cuanto a la trama, es a la vez admirable y frustrante el nivel al que Abrams y Kasdan han revivido la estructura narrativa de los Episodios IV y V. Es evidente que sus decisiones de guion han sido producto de un cálculo bastante frío: en el caso de los personajes, han asignado por una especie de sorteo las cualidades de Luke, Han y Leia a Rey, Finn y Poe; en el de la aventura, The Force Awakens es prácticamente la misma película que A New Hope. Las reacciones a esta forma de proceder son contradictorias. Claro: lo que queríamos era una vuelta a la simpleza e integridad narrativa de la trilogía original, y eso es lo que conseguimos. Pero parece que algo falta.

Leonard Maltin, crítico de Indiewire, lo ha dicho ya:

“He visto el futuro de Star Wars, y estoy aliviad(a) al descubrir que se parece mucho al pasado. Al emular la estética y sentimiento de la megapelícula de George Lucas de 1977, Abrams ha alimentado con golosinas a una audiencia hambrienta (y ansiosa). ¿Es revolucionario o trascendente? No. ¿Se disfruta? Sí… y eso es lo que más importa”.

El Episodio VII es producto de una nostalgia compartida, pero traicionera. El resultado es una cronometrada introducción de elementos de la trilogía original que, como un reloj suizo, ponen al público a vitorear por el regreso de todas y cada una de las cosas que nos han gustado y hecho sentir bien por años. En ese sentido, la pregunta que se genera, entonces, es ¿cómo va a aguantar The Force Awakens el largo plazo? Cuando ya no estemos desesperados por traer el espíritu de la trilogía original de vuelta a la vida ¿seguirá siendo el Episodio VII un ejemplo de buena fantasía, o caerá en el reino de los buenos remakes?


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