Ryan White, un adolescente de Kokomo, Indiana, estaba cerca de su décimo tercer cumpleaños en 1984 con una vida que muchos podrían definir como común y corriente, salvo por un pequeño detalle: la hemofilia. 

Había nacido con la enfermedad y ya estaba acostumbrado a llevar sus juegos de infancia con extremo cuidado, porque cada moretón que se hiciese con cualquier caída o tropezón lo obligaba a inyectarse el factor de coagulación que su propia sangre no era capaz de producir.

Esta rutina fue llevada por Ryan con normalidad hasta que en diciembre de aquel 1984 tuvo que ser internado al enfermar de neumonía. El doctor Martin Kleiman confirmaría su real diagnóstico el 17 de ese mismo mes: era portador de VIH.

SIEMPRE CON UNA SONRISA BUSCÓ APROVECHAR SU REPENTINO MEDIATISMO PARA LUCHAR POR LA NO DISCRIMINACIÓN HACIA LAS PERSONAS CON VIH Y SIDA

Durante su niñez Ryan había conseguido mantener la hemofilia controlada gracias a las transfusiones de Factor VIII, un producto sanguíneo elaborado con sangre donada por personas que no presentaban la enfermedad. Lamentablemente el VIH no había sido descubierto sino hasta 1983, por lo que no existía un control en los bancos de sangre que permitiera detectarlo. Ryan había sido contagiado al inyectársele sangre infectada con el virus.

El pronóstico de los médicos fue devastador, no le dieron más de seis meses de vida. A su regreso a casa tras permanecer dos meses internado en el hospital, Ryan le dijo a su madre que quería volver a la escuela. Jeanne White, sorprendida, fue hasta el Colegio Western James O. Smith para consultar si su hijo tenía chance de regresar teniendo en cuenta que el curso estaba por terminar. Sin embargo, se encontraría con una respuesta inesperada: no podía volver, ya que no estaban dispuestos a correr el riesgo de que pudiese contagiar a otros niños.

Desde ese momento empezó la lucha incansable de Ryan y su familia contra la discriminación hacia las personas con VIH. La batalla legal contra el centro educativo duró ocho meses, concluyendo con declaraciones de médicos expertos que aseguraron que era imposible el contagio directo en medio de las labores escolares cotidianas. El día en que el aún pequeño White regresó a clases -ya convertido en un personaje público- 151 de los 360 alumnos faltaron por decisión de sus familias. Se había ganado en los tribunales, pero aún quedaba mucho por hacer en la cabeza de la gente.

EN SU NUEVA ESCUELA FUE RECIBIDO SIN PROTESTAS.

Un disparo destrozando una de las ventanas de su casa fue la gota que rebalsó el vaso de la paciencia de los White, que los llevó a tomar la decisión de mudarse a Cicero. La hermana de Ryan había sido constantemente insultada en la escuela, este había tenido que romper con su novia porque sus padres no le permitían que se acerque y se habían tejido todo tipo de leyendas respecto a su comportamiento. Sin embargo, aguantó todo lo que pudo y se vio recompensado al llegar a la escuela secundaria Hamilton Heights, donde lo recibieron sin ningún prejuicio.

Su valentía al afrontar públicamente la discriminación de la que era objeto por ser portador de VIH y posteriormente enfermo de sida, hizo que la sociedad estadounidense cambiará su percepción de un mal que hasta ese momento se insistía en atribuir exclusivamente a los homosexuales. Ryan, sin embargo, luchó siempre por desterrar ese pensamiento y se negaba a ser considerado una 'víctima inocente' de la enfermedad. "Yo soy como cualquier otra persona con Sida, no importa cómo lo haya contraído", eran sus palabras según su madre, la misma que ha reconocido que si no fuera por el apoyo prestado por la comunidad homosexual, quizás su hijo no hubiese vivido tanto tiempo.

RYAN EN SUS ÚLTIMOS DÍAS JUNTO A SU MADRE Y ELTON JOHN. ESTA FOTOGRAFÍA DE TARO YAMASAKI, QUE DIÓ LA VUELTA AL MUNDO, NO MOSTRABA SU ROSTRO PORQUE YA SE ENCONTRABA INCONSCIENTE Y SU MADRE DIJO QUE PREFERÍA QUE NO SE LE RECORDARA EN ESA CONDICIÓN.

Y es que los seis meses terminarían convirtiéndose en casi seis años. Ryan White moría finalmente en abril de 1990 a los 18 años tras no poder superar una infección respiratoria. La noticia de su fallecimiento conmovió a todo Estados Unidos y a la comunidad internacional por su contribución para lograr que la gente comprendiera, como diría el expresidente Ronald Reagan, que "había que tenerle miedo a la enfermedad, más no a las personas que la tienen".

Durante sus últimos años, Ryan se convirtió en una figura mediática que alzaba la voz en contra de la discriminación y exigía que se dedicarán más esfuerzo y recursos a la investigación de la enfermedad. En su lucha encontró como grandes aliados a los medios de comunicación y un gran número de políticos, artistas y figuras públicas que se comprometieron con su causa. Hoy, Estados Unidos cuenta con leyes sobre el derecho a la privacidad y la confidencialidad de las personas viviendo con VIH y SIDA, así como su derecho a no ser discriminados. ¿Es suficiente? Probablemente no, y de seguir vivo, estamos seguros que Ryan seguiría saliendo al frente para recordarnos que nadie está libre de ninguna enfermedad y nos pediría ponernos por un momento en los zapatos del otro.

Nos pediría mirar alrededor.


Así informaban los medios su muerte el 8 de abril de 1990

'Gone to soon' (se fue muy pronto), el tema que le dedicara Michael Jackson


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