En medio de las propuestas de una energía más limpia, de la reducción del consumo de combustibles fósiles, de plantear una economía responsable y, sobre todo, de lograr en la COP21 un acuerdo global vinculante para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el Reino Unido acaba de anunciar que va a desarrollar nuevos reactores nucleares y centrales térmicas alimentadas con gas como la mejor vía para limitar las emisiones de carbono y los costos a los consumidores. Ambas fuentes han sido calificadas como centrales para la seguridad del suministro energético.

Si todo sale como Reino Unido proyecta, las inversiones a realizar proporcionarían hasta un 30% de la electricidad generada con fuentes bajas en carbono que serán necesarias en la década de 2030. 

Este objetivo nuclear se alejaría de la anterior apuesta por las renovables desde que David Cameron ganase las elecciones el pasado mes de mayo. Desde entonces, son varios ministerios los que han anunciado recortes a programas de apoyo a la energía solar, generación eólica en alta mar, biomasa y de eficiencia energética en general.

De hecho, estamos ante el reinicio de la política energética británica que busca controlar los subsidios y equilibrar la necesidad de reducir las emisiones de carbono con la de recortar al máximo posible la factura energética.