Uno de los aspectos más ricos de la infancia es que uno no sabe muchas cosas más allá de si se está divirtiendo o aburriendo. Probablemente ninguna noticia pueda ser tan mala como que se te reviente la pelota de fútbol o no tener el control de la televisión. El país se puede estar cayendo, pero no hay nada peor que no estar jugando con tus amigos. Por eso una vez que crecemos y empezamos a entender y desilusionarnos de la política y sus noticias, la inocencia e ignorancia de la infancia pasan a ser los recuerdos más añorados. Por eso utilizar a niños y niñas para una campaña política y electoral es un acto cruel y abusivo.  

En el video en que anuncia su participación en las elecciones de 2016, que se difundió este miércoles, Álex Kouri ha utilizado a casi 20 niños de menos de quince años para que coreen su nombre mientras él presenta sus propuestas. Los niños y niñas están felices. Saldrán como cantantes en Youtube y probablemente en la tele. De acá a unos años se enterarán para quién les hicieron trabajar sus padres, el nombre de quién les hicieron cantar, casi alabar. A esa edad es imposible ser consciente de la complejidad que conlleva participar en una campaña así, sea de quien sea.

En el 2000, cuando se presentó el primer vladivideo que mostraba a su hermano Alberto Kouri recibiendo dinero de Valdimiro Montesinos para sumarse a la filas del fujimorismo, yo tenía 12 años. Era un niño como los que aparecen en el video y lo único que recuerdo es estar aburrido y confundido viendo a mi padre frente al televisor diciendo “estos conchasusmadres”. No entendía cómo un video tan aburrido podía generar tanta tensión. No comprendía, ahí, frente a los hechos, que estaba comenzando el fin de toda una dictadura corrupta que envenenó al país hasta hoy. Lo único que quería era que acabara para que dejaran la tele a mi servicio. 

Esa grabación era la antesala de los vladivideos del mismo Alex Kouri, en el que pedía su cuota para frenar la candidatura a la presidencia del entonces alcalde de Lima Alberto Andrade y, en el otro, donde explicaba cómo un peaje ilegal en la avenida Faucett era un gran negocio.Ya nos malograron un par de tardes de nuestra infancia indirectamente como para que ahora les manchen la historia personal a más niños. Si se la quieren manchar, que lo hagan ellos mismos cuando quieran.

En el último aniversario de la renuncia por fax de Alberto Fujimori, las entrevistas hechas en la calle a los jóvenes, universitarios principalmente, sobre quién era Vladimiro Montesinos y qué eran los vladivideos, revelaban, en líneas generales, que las enseñanzas que nos dejaron a patadas esos años -que no hay nada peor que darle poder a la corrupción, por ejemplo- no han sido asimiladas y transmitidas por las familias y las escuelas a las nuevas generaciones. Ser parte de manera involuntaria de la campaña de uno de los personajes más icónicos de la corrupción instaurada en el país durante el fujimorato, es un hecho que los niños del spot de Kouri no podrán borrar fácilmente de sus memorias. Es probable que alguno de ellos, con el tiempo, se sienta orgulloso y estará en su derecho. ¿Pero qué sentirán aquellos que se asquean con la corrupción y los abusos de la política al enterarse que fueron utilizados, sin su consentimiento, por sus principales promotores?


(Ilutración: Darrel Rees/Heart. Tomada de: www.newstatesman.com)

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