Ya en 2014 tras trascender que durante la reunión anual de obispos, autoridades eclesiásticas y otros 'expertos' en temas civiles se hablaría al respecto de las personas homosexuales y los divorciados, las alarmas saltaron en todas las redacciones del planeta como se ha vuelto costumbre desde que Jorge Mario Bergoglio asumiera las riendas de la Iglesia Católica.

Lo cierto es que en aquel encuentro no hubo nada nuevo, solo un rumor de la firma de un documento que 'acogía' a las personas con orientación sexual distinta a la heterosexual y a aquellas personas que vivían en pareja pero 'en pecado' o habían decidido poner fin a su matrimonio. (Sí, eso que dicen que diosito ha unido y que no debe separarlo el hombre)

Pues este lunes, un año después, el autobautizado Francisco I ha vuelto a reunir a la pandilla en El Vaticano en una nueva edición del Sínodo. Y desde ya, quizás usando la misma estrategia del año pasado para ganar atención mediática, se ha anunciado que "se reflexionará sobre los divorciados vueltos a casar y el evitar discriminar a los homosexuales", aunque, eso sí, de ninguna manera se someterá siquiera a discusión temas como el matrimonio igualitario.

El relator general del Sínodo, el húngaro Peter Erdó, fue el encargado de leer el resumen de los temas que se afrontarán en esta asamblea en la que se reúnen 270 padres sinodales, cardenales, obispos y religiosos con derecho al voto, más unos 90 entre auditores y 'expertos'.

Pero vamos a ver, ¿reunirse para qué? Porque muchos ya ven -al igual que en la última edición- como si fuera un logro el que centenares de hombres con sotána decidan si deben fiscalizar o no millones de vidas ajenas. Los señores en cuestión van a 'reflexionar' sobre si se debe dejar de señalar a aquellas personas que deciden rehacer su vida con otra persona -poniéndonos en el mejor de los casos en que sus matrimonios anteriores culminaran de mutuo acuerdo-, o si es que una persona LGTBI debe dejar de ser visto como el peligro para la sociedad y la familia. En resumen, algo asì: '¿Reconocerles derechos? ¡De ninguna manera! Pero vamos a ver si nos animamos a no discriminarlos'.

¿Para eso hace falta juntarse por casi un mes? No queda duda de que se trata solo de un capítulo más de la estrategia de márketing del papa Bergoglio (sí, el mismo que siendo cardenal acusaba a los homosexuales de ser parte del 'plan del demonio'), por lavarle la cara a una institución en permanente crisis que continúa anclada en el siglo XVII. Y que pretende que todos, creyentes y no creyentes, aceptemos lo que dice.


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