Más que las bandas, el detalle de los primeros álbumes de música que escuchó Santiago Pillado-Matheu es el sonido que tenían. A falta de un equipo con doble casetera para grabar las copias que le prestaban, ponía una radio frente a otra y esperaba que en casa todos hicieran silencio. A veces cubría ambos equipos con una caja de cartón para lograrlo. Al final, en esas grabaciones con The Clash por un lado y Ramones por el otro, por ejemplo, siempre se terminaba colando algún portazo, recuerda. «Más que la delicadeza exacta del sonido a mí me importa el registro del momento y del espacio en el que se realiza», dice ahora, décadas después, a los 42 años. Ese sonido casero, amateur y experimental obtenido de la necesidad parece pervivir en su instalación sonora La Realidad Ausente.
La necesidad esta vez ha sido otra. Pillado ha grabado, manipulado y creado sonidos para retratar las contradicciones que el conflicto armado interno dejó en él. Algo que ya con su banda de rock experimental, El Hombre Misterioso, había tanteado en algunas canciones. Con los cuatro discos publicados hasta ahora ya había demostrado también que todo lo relacionado con géneros específicos de música no era lo suyo. Esta vez deja a un lado las composiciones armónicas para darle una oportunidad a la abstracción sonora.
La galería Luis Miró Quesada Garland, de Miraflores, se ha sumido en la oscuridad para albergar una instalación conformada por cerca de diez audios repartidos por toda la sala. Para explicar el efecto, Pillado hace referencia constantemente a la fórmula confrontacional y sanadora del ayahuasca. El mantra, el gemido de una mujer, el testimonio en quechua, el sonido de palas escarbando la tierra, y demás registros, generan una composición constantemente cambiante debido a que cada pieza sonora, permanentemente activa, tiene distinta duración y, en conjunto, varía de acuerdo al lugar en el que se posicioné el visitante. A ello se suma un disco con cinco composiciones más narrativas que no se encuentran en la muestra, entre las que resaltan Te recuerdo Amanda y Tarata meets Lucanamarca, piezas en las que Pillado ha jugado con temas de Víctor Jara, grabaciones de los atentados e históricos discursos políticos.
“Oímos y escuchamos tal vez como otros han oído y escuchado antes que nosotros”, ha escrito sobre la muestra el curador Jorge Villacorta. “Pero ocurre también que a veces algo que oímos, por accidente o por casualidad, destraba en nosotros otra posibilidad, una respuesta alternativa al estímulo del sonido, que viene como el retorno encapsulado de un paisaje de sensaciones, sea escueto, sea espléndido, asociado a un paisaje de nuestras vidas en un punto del espectro del pasado. Este podría ser un origen del sentido de experimentar que impulsa a Pillado”.
En medio de lo que parece un surgimiento literario y cinematográfico de recuerdos y reflexiones sobre esa época, Pillado pone a disposición una herramienta poco explorada aún: el arte sonoro.
- Los conceptos en el arte sonoro todavía están en construcción. ¿Eso es una ventaja o una traba?
- Lo que tienes son muchas posibilidades a nivel de creación porque el mundo del sonido es inagotable. El arte sonoro que se puede vincular más con lo que hago es el de coger elementos que no dependen de la tecnología sino que, al contrario, conviven con cierta precariedad y se hacen a partir de esta. Eso tiene que ver con mi experiencia fundacional de chibolo. Muchas veces el arte sonoro está acompañado de elementos de entretenimiento porque ha sido considerado un arte menor en la medida de que es efímero. Eso, claro, depende de si el artista es efímero o no. Pero el arte contemporáneo, que cada vez se vuelve más conceptual, da mayor fuerza al sonido porque este te permite plasmar conceptos que no son rígidos, sino que permite que cada quien se encuentre su propia historia o su propia sensación a partir de un sonido.
- La exposición se presenta como un retrato sonoro de los años ochenta, pero has comentado que poco a poco te fuiste desligando de ese corset. ¿Hasta qué punto lo hiciste?
- Me desligué en el sentido de no tener piezas más narrativas. En algunas piezas que están en el disco que acompaña la exposición hay registros de sonidos de lo que fue el atentado en Tarata o la masacre de Lucanamarca, pero al final opté por no poner las piezas en la muestra. Creo que se trata más de encontrar eso que resonaba dentro mío y lo que resuena tiene que ver directamente con el hoy. Eso ayudó a que la muestra levante un vuelo distinto al de la la exposición Yuyanapaq que fue muy buena en plasmar lo que sucedió con testimonios en audio super fuertes. La idea acá era vincular el hoy con todo aquello que seguimos heredando de la historia.
- Con El Hombre Misterioso ya habías tratado la época del conflicto interno. ¿Por qué la necesidad de tocar el tema de una manera más abstracta o conceptual?
Ha sido la ruta de mi propia sanación. Creo que mis contradicciones, que son mucho más grandes que yo y no sé cómo manejar, pasan por esos años de formación. Fueron años en el que país y probablemente el mundo también atravesó una situación particular. En Latinoamérica había varias dictaduras funcionando y en Perú, si bien se había regresado a la democracia en los ochenta, ese no mirarnos a nosotros mismo como iguales se puso de manifiesto incluso en Sendero Luminoso. Mis padres estaban muy ligados a las obras sociales y yo los acompañaba a los pueblos jóvenes donde me veían como un gringo pituco y, a la vez, en mi familia yo era el misio. Había una sensación de no pertenencia que me selló y de la cual ahora trato de liberarme. Para mí los ochenta son como algo grueso y creo que, de alguna manera, en esa época también se trataba de un país que no pertenecía a nada. Era un país que quería ser otro país.
- ¿De qué manera la abstracción te permite tratarlo más directamente?
- Es una muestra abstracta por un lado pero también poética por otro. Por suerte me pude ir desprendiendo de muchas cosas que me han permitido llegar a la muestra con algo que pueda abarcar también temas de índole personal. En la muestra hay una cierta crítica pero ya no a un periodo exacto sino también a una sociedad conservadora de la cual yo formo parte y por la cual todos estamos atravesados de alguna manera. El acto sexual, por ejemplo, creo que es lo más transgresor de la muestra por más que es algo que todos quisiéramos que nos pase. Eso me pareció chévere. El que la muestre se transforme fue como una gran bienvenida para mí.
- Mencionas la poesía. Con El Hombre Misterioso ya habías usado poemas en algunas canciones y en otros proyectos también. ¿Qué encontraste en la poesía que se ha hecho un referente constante en tus trabajos?
La poesía finalmente es música o es el género literario más vinculado con la música, con el ritmo. La palabras resuenan en mí más cuando están sueltas que cuando están organizadas en un texto narrativo. Siempre la poesía y la literatura en general me han generado sonidos y composiciones musicales mucho más que un disco.
- Para conseguir los sonidos fuiste hasta Uchuraccay a grabar los sonidos del mismo lugar. El sonido del viento o el de las lampas lo podías conseguir en cualquier otro lado. ¿Por qué la necesidad de ser tan fiel a la extracción del sonido?
- Para mí es una búsqueda personal para poder drenar esos rótulos. La palabra Uchuraccay ha sonado en mi cabeza desde 1983 cuando vi la carátula de La República. Para mí es un acto de sanación. Uchuraccay era también una fantasía. No sé bien qué era lo que fantaseaba pero era una fantasía de muerte, soledad, peligro, injusticia. Quise confrontar mi propia perspectiva con la caminata real.
- Sin embargo también hay otros sonidos que has manipulado y otros que has creado. ¿Qué consideras que aportan esa manipulaciones y creaciones a los registros natos obtenidos?
- Era crucial que hablara yo. La pieza como el mantra que está al fondo es una especie de un mantra creado desde mi profundidad. Al frente está la ceremonia de ayahuasca en la que se escucha a una chica que vomita y eso representa que todo esto es una nausea y una limpieza a la vez. La idea de la propuesta es superponer capas de este tipo, pero en las cuales era vital tener mi voz.
- ¿Cómo ha cambiado tu perspectiva del conflicto armado después de realizar este proyecto?
Como reflexión pienso que, como país, poco o nada hemos aprendido. Eso es tontamente grave. En las combis escuchas las mismas canciones ochenteras que escuchaba yo cuando iba en una combi a los diecisiete años. De alguna manera hay bastante de cierto en eso: no hemos cambiado nada. Somos ahora un país próspero pero con niveles de educación paupérrimos. La reflexión es qué clase de proyecto haces cuando ya tienes las herramientas económicas para poder empezar a solucionar los verdaderos problemas. Lo que hacemos, por el contrario, es volver a enterrarlos y entonces tenemos otra vez a Alan García y Keiko Fujimori. Somos como el perro que se muerde la cola. La reflexión es que parece que no hubiera habido ninguna reflexión.
- ¿Cuál crees que es la particularidad y el potencial de los registros sonoros de esa época respecto a los repasos de la misma época que se están dando a través de la literatura y cine?
Todos estos libros que están empezando a salir con testimonios, como el de José Carlos Aguero o el de Lurgio Gavilán o el de Renato Cisneros, son interesantes porque, por más que sean voces aisladas, son voces que han sido protagonistas de algo. Además lo de películas como Magallanes o NN no son una casualidad. Estamos empezando a reflexionar realmente y a través de las voces que vienen desde los circuitos no oficiales.
El registro sonoro tiene la posibilidad de abrir puertas. Permite que cada quien encuentre unos detalles. El sonido no te cuenta una historia con un comienzo y un fin, sino que plasma un contexto y un espacio. Ese espacio es abierto a las interpretaciones. El día de la inauguración hubo mucha gente adentro y sus conversaciones pasaron a ser el sonido de la instalación en ese momento. Pensé en subir el volumen pero me di cuenta que no tenía sentido. Eso es lo bonito del sonido, que tu no tienes control sobre él y la manera más adecuada de interpretarlo es renunciando a su control.
- ¿Qué puede aportar el sonido en una época como la actual en donde se dice que somos una sociedad meramente visual?
El sonido te invita a una contemplación a diferencia de lo visual que es más rápido. Eso ayuda a bajar las revoluciones, a poner pausa y tratar de recuperar la contemplación que es, de alguna manera, para lo que estamos aquí. El exceso de información es básicamente eso que nos hace no profundizar en nada. A pesar que es algo que se hace con los oídos, el sonido es algo que permite ver mejor.
(Foto de portada: Raúl García / LaMula.pe)
La Realidad Ausente
Hasta el 4 de octubre
Sala Luis Miró Quesada Garland, Av Larco 400, Miraflores
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