#ElPerúQueQueremos

Mihály Dés: “No existen pueblos inhumanos o xenófobos, pero existen políticos que fomentan el odio y el miedo a lo distinto”

El escritor y editor húngaro habla sobre la llamada "crisis migratoria", que ha resucitado el fantasma de los campos de refugiados y la xenofobia.

Publicado: 2015-09-14
Mientras el horror de la guerra en Siria sigue generando un éxodo masivo de miles de sus ciudadanos hacia Europa, el Viejo Continente parece a punto de colapsar ante la llamada “crisis migratoria” que ha resucitado el fantasma de los campos de refugiados, la xenofobia y las “largas marchas” de seres humanos arrancados de sus países de origen por las bombas. Pero cuando incluso la dura Alemania proyecta una imagen de solidaridad y tolerancia ante el drama de los refugiados, Hungría es uno de los pocos países que se perciben como abiertamente hostiles a quienes lo han perdido todo. La imagen de una camarógrafa de la televisión húngara pateando niñas refugiadas no ha hecho más que exacerbar esa idea. ¿Por qué? ¿Qué ha provocado que Budapest sea para los desplazados una escala más en su infierno reciente? Para obtener respuestas acudimos a Mihály Dés, escritor y editor húngaro. Atención, spoiler: “¡son los políticos, estúpido!”.

Gracias a las políticas del primer ministro Orbán —del FIDESZ, el partido “conservador y cristiano— Hungría, es percibido por algunos como un país inhumano y xenófobo. ¿Cómo se asume eso siendo un ciudadano húngaro?
No existen pueblos inhumanos o xenófobos, pero existen políticos que fomentan el odio y el miedo a lo distinto. Si las circunstancias externas (una crisis, por ejemplo) e internas (la debilidad de sus adversarios demócratas) les son propicias, estas tendencias se robustecen, se hacen ruidosas y cuando, como es el caso, son elevadas a política de Estado, llegan a parecer exclusivas. Pero no lo son. Me apena la política oficial de Hungría, pero –junto con millones de mis compatriotas– no me identifico con ella ni con la nefasta imagen que genera.
¿Cuál dirías que es el sentimiento habitual de la gente de la calle sobre esta situación? ¿Dista de las posiciones oficiales del gobierno o está en sintonía con ellas?
Como siempre en situaciones semejantes, la gente está dividida, y la histérica campaña del gobierno contra los refugiados agudiza las diferencias.
Las escenas que llegan desde Hungría son sumamente chocantes: refugiados prácticamente enjaulados, represión brutal, trato despectivo… aún cuando los refugiados ni siquiera quieren quedarse en ese país. ¿Ha habido alguna reacción a estos abusos por parte de la sociedad civil? ¿Alguna movilización o contracampaña?
El inhumano trato a los refugiados ha movilizado parte de la sociedad: intelectuales de renombre y los menguados partidos democráticos no paran de protestar y, de manera espontánea, se ha creado un eficaz movimiento de solidaridad que, mediante sus voluntarios, ofrece asistencia y ayuda a los refugiados. Lamentablemente, las iglesias cristianas de Hungría (de las cuales la católica es la mayoritaria) hasta ahora no ha hecho nada al respecto, violando así los principios más elementales de su propia religión.
¿Qué tiene que ocurrir en los medios de comunicación para que una reportera como Petra Lazlo patée a una niña que busca refugio y luego se ría de ello?
Petra Lazlo era reportera de un canal financiado por JOBBIK, partido de extrema derecha que, en cuanto a la intención de votos, se ha convertido en la segunda fuerza política del país, refutando así aquellos argumentos según las cuales la radicalización del gobierno frenará a los radicales. En cualquier caso, en el ambiente del furibundo nacional populismo que fomenta el gobierno de Orbán desde el principio, es lógico que se produzcan semejantes casos y se espera que ocurran cosas aún peores. El parlamento húngaro acaba de aprobar una ley (por otra parte, anticonstucional) que permite enviar unidades del ejército para defender la frontera contra la invasión de los inmigrantes ilegales.
Está claro que el tema de los refugiados ha sido instrumentalizado políticamente por Orbán. El viejo truco, como dices en un artículo publicado en La Vanguardia (Barcelona) de “provocar el caos para tomar medidas extraordinarias” , una práctica muy cercana al fascismo, por otro lado. ¿Dirías que le está dando resultados?
Sí y no. Como todos los políticos populistas y sin principios, Orbán sólo piensa en los resultados inmediatos. Es verdad que su política hostil con los refugiados ha movilizado a su propio bando, pero no ha aumentado en absoluto su popularidad. Ha generado, en cambio una toma de conciencia entre sus opositores democráticos y, de paso, él se ha convertido en el político más despreciado de la Unión Europea.
Europa es un territorio construido a base de migraciones, oleadas de escandinavos, celtas, galos, romanos —y luego italianos, griegos, alemanes, españoles— han definido en su movilización el continente. ¿Por qué parece que no se ha aprendido nada a lo largo de los siglos? ¿por qué el temor?
La humanidad nunca ha aprendido nada de las lecciones del pasado, por más terriblemente “instructivas” que ésas fueran. Va contra los instintos individuales, el espíritu gregario y la socialización básicamente tribal. Cada generación tiene que volver a luchar por la justicia y la libertad, o sea, por dos abstracciones que se oponen no sólo a muchos intereses personales y grupales, sino que a menudo se contradicen entre sí.
¿Crees, como sugieren algunos, que los cientos de miles de refugiados sirios cambiarán la cara al continente?
Bobadas. La UE tiene 500 millones de habitantes y el continente más de 700. ¿Cómo va a cambiar su faz la llegada de dos o trescientos mil de refugiados? Si bien un poco lifting no le iría mal. De todas formas, yo creo que es falso el enfoque de la crisis como un problema para Europa. El verdadero problema, la tragedia, está en los países desde donde vienen los refugiados.
¿Qué medidas crees que debería tomar la Unión Europea en su conjunto para gestionar esta crisis? ¿Cómo asumir una responsabilidad común cuando hay tanta disparidad entre los países miembros?

Es tan sencillo, como imposible. Antes que nada, haría falta una responsable, solidaria y coordinada actuación ya no sólo de la UE, sino de todo el mundo desarrollado para gestionar la llegada de los refugiados. Al mismo tiempo haría falta empezar a trabajar en la creación de un nuevo orden mundial en que los países más castigados vuelven a ser habitables.


“En Hungría no hay inmigrantes”

Fragmento del artículo publicado por Mihály Dés en La Vanguardia (07/09/2015)


En lugar de proseguir con las falacias gubernamentales (que incluye la construcción de un telón de acero en la frontera con Serbia) es necesario aclarar dos cosas. La primera: en Hungría no sólo prácticamente no hay inmigrantes, sino que ni tampoco los habrá en los próximos años, puesto que ninguno de los refugiados actuales quiere establecerse allí. Hay en cambio, medio millón de húngaros (el 5% de la población), casi todos jóvenes profesionales, que han abandonado el país durante los últimos cinco años en busca de trabajo en los países occidentales de la UE. Hay asimismo un número indefinible de ciudadanos extracomunitarios a los que –mediante sociedades off shore– el gobierno les está vendiendo permisos de residencia y, con ella, entrada libre en la UE.  

La segunda cosa: durante toda esa histérica campaña de miedo y odio no se ha hecho absolutamente nada para afrontar la crisis migratoria. A la vaticinada invasión de refugiados se la esperaba con la infraestructura de siempre: dos campamentos, uno con capacidad para dos mil personas, el otro para mil. Ni siquiera se ha mejorado el sistema de registro, con lo cual el número de entrantes que se baraja (más de cien mil este año) parece incontrolable y hasta manipulado. Por el momento, refugiados se ven sólo en algunas estaciones de trenes y sus alrededores, esperando su salida en condiciones indignas, cual monumentos vivos de las palabras de Jesús: “Era forastero, y no me hospedasteis” (Mateo, 25; 43).

¿Cuál será el sentido de esa mezcla de inhumanidad e irresponsabilidad institucionalizada, sin duda facilitada por el desgobierno en la política migratoria de la UE y el egoísmo de muchos de los países que la integran? La razón más obvia es que Orbán quiere recuperar votos de la extrema derecha y desviar la atención de los verdaderos problemas del país. La otra hipótesis –que no excluye la primera– es que le interesa provocar caos para justificar medidas extraordinarias que afiancen aún más su autoritario poder. Sea como sea, gracias a Chéjov se sabe que si aparece un rifle en el primer acto, en el tercero va a disparar. En el drama en curso hay más armas de fuego que un simple rifle y las ha puesto allí un régimen que se mantiene gracias a Unión Europea.


(Foto de cabecera: nol.hu/Tuna Kata)


Escrito por

Gabriela Wiener

Es escritora y periodista. Colabora en El País Semanal, La República y en La Mula. Su último libro es "Llamada perdida".


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.